Hoy es la segunda versión de la Marcha por la Ciencia. Esta nació el año pasado, cuando el presidente americano Donald Trump empezó a enfilar baterías contra las políticas ambientales de Estados Unidos — era un grupo ciudadano que presuntamente defendía la ciencia y sus valores.
Pronto caímos en cuenta que la Marcha había sido secuestrada por la anticiencia y que sus promotores estaban más interesados en hacerle oposición a Trump por cualquier cosa —habiendo tantos temas legítimos para hacerlo— que hasta llegaron a defender a terroristas del Daesh llamándolos "personas marginadas", y culpar a la ciencia, aquello por lo que decían marchar, del lanzamiento de la bomba MOAB.
Ha pasado un año desde aquello, y por encima parece que la Marcha ha puesto algo de orden en su casa — aunque todavía tienen bastante por hacer. Por ejemplo, hace unos días, el Twitter oficial de la Marcha compartió un artículo del Seattle Times lamentable: