El diario El Tiempo publica una nota de la psicóloga de familia María Elena López que pretende establecer una guía con claves para hablarle de espiritualidad a los hijos. De no ser porque hay gente que se cree esto, el artículo sería un completo desperdicio.
El texto empieza supremamente mal, con este subtítulo:
Momento. Entonces ¿vale decir que hay una "educación espiritual inestable"? ¿Cuál es esa?
Por otra parte, yo por educación entiendo transmitir un conocimiento que el niño pueda comprobar al contrastarlo con el mundo real. Creo que no esa no fue la mejor selección de palabras. De hecho es abusiva y ofensiva con los verdaderos educadores y con la disciplina de la educación.
Sigue el artículo:
O sea que... ¿los ateos hemos perdido el sentido de nuestra existencia? Pues en lo personal yo interpreto la vida como un fin en sí misma.
No logro concebir un mejor sentido de la existencia que ese y ciertamente ese punto de vista no depende de ningún cabrón esclavista celestial que nos usa como viles conejillos de indias y nos pone a pasar por infinidad de pruebas y obstáculos para probar un punto -nuestro "destino" o "misión en la vida", que llaman-.
¿No resulta eso bastante retorcido para alguien que siendo perfecto, podría conseguir ese "destino" con sólo un chasquido de sus dedos? ¿En realidad existe alguien tan miserable, truhan, canalla e infeliz que pone a pasar hambre a más de la mitad de la población de un recóndito planeta en una esquina del Universo sólo para que "sigan el camino" que les ha establecido? Pues mi existencia está muy completa y tiene perfecto sentido sin ese desgraciado.
Sigue el artículo:
Nada más lejos de la realidad. Si no comprendiéramos los rayos, los truenos, las centellas y las tormentas eléctricas, la interpretación más constructiva sería decir "No sé. Vamos a averiguarlo"; mientras que la explicación más facilista, perezosa e ignorante sería saltar a la conclusión "Ohh, es Zeus". Eso es la aceptación menos constructiva de los eventos que no comprendemos y ciertamente es una interpretación absurda y negligente.
Sigue la apología:
¡Lo dicen como si fuera algo malo!
Pues si no quieren la inmediatez, bien pueden volver al sistema de correo postal de 1950. Adelante. No seré yo quien se lo impida.
En cuanto al materialismo, este tiene dos acepciones: las ganas de tener más y más (que también se confunde con consumismo) y la aceptación de la realidad tal y como es: de lo natural sin ningún cabrón sobrenatural -como el que acabo de mencionar- ni ninguno de sus esbirros.
Pues estoy en contra del primer materialismo porque es una cuestión ya patológica. Pero aceptar amigos imaginarios es agregar un nuevo trauma neurológico. Dos errores no hacen un acierto.
Si se trata del segundo materialismo, eso es síntoma de una buena higiene mental. ¿Por qué habría necesidad de modificar eso en un niño? Eso es maltrato infantil en su más pura esencia.
Y en lo que tiene que ver con el consumo: si no quieren consumir, no seré yo quien los obligue. Muéranse de hambre a ver si al fin conocen al cabrón ya mencionado. El organismo necesita consumir.
Si se refería al consumismo, pues lo mismo que antes: es un problema porque su niño probablemente no es muy inteligente (sí, los niños son otro grupo de gente y así como tiene miembros inteligentes, también los tiene no-inteligentes; eso no es algo que sólo afecte a los adultos. En fin. Íbamos en que si su niño se vuelve consumista, probablemente no es muy listo...) y ha sido una víctima más de la publicidad.
Eso, por lo general, suele ser síntoma de no tener unas facultades críticas plenamente desarrolladas (o desarrolladas en lo absoluto). ¿Pueden adivinar contra qué más sirven las facultades críticas? Exacto: contra "la espiritualidad" o esa arrogante, presuntuosa, despectiva, vanidosa, orgullosa, petulante, e inmodesta necesidad de trascendencia ante el miedo a la muerte.
Así que el consumismo y el disparate espiritista tienen la misma raíz. Salvo que estemos hablando en términos homeopáticos, es imposible que la una sea la solución a la otra. O sea, es imposible que la una sea la solución a la otra.
Sigue la guía para mentirle descarada y abiertamente a los hijos:
Esta psicóloga debería instruirse mejor. Si por casualidad está sugiriendo que los ateos somos huraños, antipáticos, ariscos, huidizos, insociables, asociales, retraídos o esquivos, se equivoca con "e" mayúscula.
No más el hecho de pensar que no hay un viejito barbudo cascarrabias al final de mi vida para juzgar mis actos y que puedo hacer el bien porque decido hacerlo y está en consonancia con mis más arraigados principios, me da la paz y la tranquilidad suficientes.
Por otra parte, no veo cómo la existencia de una entidad sobrenatural puede influir en el amor propio. Claro, eso es, partiendo de la base de que las personas no debemos amputarnos emocionalmente y destruir nuestras facultades críticas negando la realidad en el proceso para poder aceptar a ningún dios.
Aún bajo esa hipótesis, se me dificulta imaginarme cómo podría su existencia influir en la autoestima. Suena a que es un amor propio bastante pusilánime, cobarde y timorato. No sé cómo alguien podría querer que sus hijos resultaran así. Honestamente me parece espantoso.
Sigue ese proceso de insulto a la inteligencia:
La esperanza es inútil.
Sinceramente no me imagino cómo puede formar en fortaleza y voluntad una doctrina con la que también han adoctrinado a los otros niños. ¿Cómo es que estar de acuerdo con los demás sirve para resistirse a la presión de grupo y evitar las influencias que le hagan daño?
¿Que acaso no es esa gran mentira la primera y peor influencia que le hace daño a él y a los otros (recordemos: dios es la primera causa de muertes en el mundo)?
¿Cómo así que refuerza las normas sociales positivas? ¿Es que acaso la homofobia, las pataletas antiabortistas y la completa ineptitud para comprender lo que es la separación entre la Iglesia y el Estado son normas sociales positivas?
Francamente puedo pensar en mecanismos protectores que son reales y resultan más útiles para la vida, empezando con el desarrollo de las facultades críticas y la inculcación de modernos valores en consonancia con el proceder científico y los derechos humanos; siguiendo con la completa libertad de elegir la superstición de su gusto sólo y exclusivamente después de que haya cumplido los 18 años. Antes, no.
Sigue esta propaganda del absurdo:
En una frase: miénteles desde pequeños. No permitas que alcancen la edad de la razón sin que dependan emocionalmente de la mentira, pues a lo mejor nunca la creerán.
Las tradiciones religiosas son la persecución de los homosexuales, la sistemática supresión de las libertades de las mujeres, la pederastia, obstaculizar el desarrollo de las facultades críticas, la intolerancia, la discriminación e incluso la violencia. Nada bueno puede salir de promover eso en los pequeños.
Ya existen libros que guían a los padres para que críen a sus hijos sin tener que llenarles la cabeza con cucarachas acerca del amoroso dios que los ahogará, torturará, quemará, asfixiará, martirizará, azotará y fustigará si no creen en él.
Por ejemplo, Parenting Beyond Belief: On Raising Ethical, Caring Kids Without Religion, editado por Dale McGowan y cuyo prefacio fue escrito por Michael Shermer.
O Hijos sin dios, de Alejandro Rozitchner y su esposa, Ximena Ianantuoni.
Volvemos a la defensa de lo indefendible:
Esta parte podría apuntar a ser chistosa de no ser porque está escrita en serio. ¿Cómo es que adoctrinar a los hijos en una mentira tiene alguna relación positiva con que sean sinceros? Eso es una contradicción.
Es a los ateos a los que nos preocupa la verdad. No a los creyentes. Si los hace sentir bien y/o han dependido emocionalmente de lo ilógico durante mucho tiempo, quieren que sea verdad y lo tratan como verdad, pero no se toman el tiempo ni la molestia para comprobar qué tan cierto resulta su medieval cuento de hadas.
Una vez más: los ateos tendemos a ser más justos y ayudar a los otros. Lo dicen los estudios. No me lo estoy inventando yo. Incluso, a más nivel de religiosidad más discriminación, avaricia y oposición a la redistribución de la riqueza. Eso tampoco me lo estoy inventando.
Ya me referí a las tradiciones religiosas y lo contraproducente que resulta para una sociedad mantener ese modelo de comportamiento.
Sigue la oda la sandez:
Es lo mismo, exactamente igual, copiado palabra por palabra, del punto 1. ¿Y en el El Tiempo no se dieron cuenta? ¡Ja! Lo que es ser crédulos.
Continúa el verdadero cuarto punto:
Claro que les podemos ayudar a conocer su interior: se llaman radiografías. También a que se escuchen a sí mismos: se llaman estetoscopios.
En cuanto a la meditación, está sobrevalorada.
¿Enseñarles a orar? ¿Desde tan pequeños les quieren enseñar a perder el tiempo con ilusiones que rozan con la esquizofrenia? ¿Ya mencioné que ese artículo es una apología al maltrato infantil? Que sean niños no significa que se les deba promover que pierdan el tiempo de una forma tan patética y absurda.
Luego mencionan "la reflexión": ¿y si el niño reflexiona que toda esta parafernalia sobrenatural es una vil mentira? Están promoviendo dos cosas que son contrarias y enemigas: la razón y la sinrazón. Tienen que decidirse. Así no se puede.
Y una vez más: ¿es que la psicóloga es tan obtusa como para sugerir que los ateos no somos generosos, compasivos y solidarios? Porqueee, no sé: Angelina Jolie, siendo no creyente, ha hecho más por niños desamparados en todo el mundo que lo que esta psicóloga promotora del maltrato infantil y de que se le mienta a los niños.
Y llegamos al quinto y último punto de esta publicidad de la metafísica:
¿Qué? ¿Alejarlos de Internet y que eviten leer toda esta charlatanería? A lo mejor no sea ni tan mala idea.
Durante todo el artículo hubo una frase de Pepe Rodríguez que rondó por mi cabeza: La verdad os hará libres. La mentira, creyentes.
El texto empieza supremamente mal, con este subtítulo:
Conozca estrategias orientadas a darles una educación espiritual estable.
Momento. Entonces ¿vale decir que hay una "educación espiritual inestable"? ¿Cuál es esa?
Por otra parte, yo por educación entiendo transmitir un conocimiento que el niño pueda comprobar al contrastarlo con el mundo real. Creo que no esa no fue la mejor selección de palabras. De hecho es abusiva y ofensiva con los verdaderos educadores y con la disciplina de la educación.
Sigue el artículo:
La espiritualidad es la dimensión profunda de la realidad y está relacionada con un sistema interno de creencias que le da sentido a la existencia de las personas.
O sea que... ¿los ateos hemos perdido el sentido de nuestra existencia? Pues en lo personal yo interpreto la vida como un fin en sí misma.
No logro concebir un mejor sentido de la existencia que ese y ciertamente ese punto de vista no depende de ningún cabrón esclavista celestial que nos usa como viles conejillos de indias y nos pone a pasar por infinidad de pruebas y obstáculos para probar un punto -nuestro "destino" o "misión en la vida", que llaman-.
¿No resulta eso bastante retorcido para alguien que siendo perfecto, podría conseguir ese "destino" con sólo un chasquido de sus dedos? ¿En realidad existe alguien tan miserable, truhan, canalla e infeliz que pone a pasar hambre a más de la mitad de la población de un recóndito planeta en una esquina del Universo sólo para que "sigan el camino" que les ha establecido? Pues mi existencia está muy completa y tiene perfecto sentido sin ese desgraciado.
Sigue el artículo:
Además, constituye una forma de interpretar y aceptar constructivamente los eventos que no comprendemos ...
Nada más lejos de la realidad. Si no comprendiéramos los rayos, los truenos, las centellas y las tormentas eléctricas, la interpretación más constructiva sería decir "No sé. Vamos a averiguarlo"; mientras que la explicación más facilista, perezosa e ignorante sería saltar a la conclusión "Ohh, es Zeus". Eso es la aceptación menos constructiva de los eventos que no comprendemos y ciertamente es una interpretación absurda y negligente.
Sigue la apología:
Fomentar y estimular en los niños una base espiritual es una necesidad urgente en un mundo permeado por la inmediatez, el materialismo y el consumo.
¡Lo dicen como si fuera algo malo!
Pues si no quieren la inmediatez, bien pueden volver al sistema de correo postal de 1950. Adelante. No seré yo quien se lo impida.
En cuanto al materialismo, este tiene dos acepciones: las ganas de tener más y más (que también se confunde con consumismo) y la aceptación de la realidad tal y como es: de lo natural sin ningún cabrón sobrenatural -como el que acabo de mencionar- ni ninguno de sus esbirros.
Pues estoy en contra del primer materialismo porque es una cuestión ya patológica. Pero aceptar amigos imaginarios es agregar un nuevo trauma neurológico. Dos errores no hacen un acierto.
Si se trata del segundo materialismo, eso es síntoma de una buena higiene mental. ¿Por qué habría necesidad de modificar eso en un niño? Eso es maltrato infantil en su más pura esencia.
Y en lo que tiene que ver con el consumo: si no quieren consumir, no seré yo quien los obligue. Muéranse de hambre a ver si al fin conocen al cabrón ya mencionado. El organismo necesita consumir.
Si se refería al consumismo, pues lo mismo que antes: es un problema porque su niño probablemente no es muy inteligente (sí, los niños son otro grupo de gente y así como tiene miembros inteligentes, también los tiene no-inteligentes; eso no es algo que sólo afecte a los adultos. En fin. Íbamos en que si su niño se vuelve consumista, probablemente no es muy listo...) y ha sido una víctima más de la publicidad.
Eso, por lo general, suele ser síntoma de no tener unas facultades críticas plenamente desarrolladas (o desarrolladas en lo absoluto). ¿Pueden adivinar contra qué más sirven las facultades críticas? Exacto: contra "la espiritualidad" o esa arrogante, presuntuosa, despectiva, vanidosa, orgullosa, petulante, e inmodesta necesidad de trascendencia ante el miedo a la muerte.
Así que el consumismo y el disparate espiritista tienen la misma raíz. Salvo que estemos hablando en términos homeopáticos, es imposible que la una sea la solución a la otra. O sea, es imposible que la una sea la solución a la otra.
Sigue la guía para mentirle descarada y abiertamente a los hijos:
Para enseñar esto a los menores hay varias claves, que ayudan a inculcar principios de convivencia, amor hacia ellos mismos y sentido de trascendencia; lo que les servirá para tener paz y tranquilidad.
Esta psicóloga debería instruirse mejor. Si por casualidad está sugiriendo que los ateos somos huraños, antipáticos, ariscos, huidizos, insociables, asociales, retraídos o esquivos, se equivoca con "e" mayúscula.
No más el hecho de pensar que no hay un viejito barbudo cascarrabias al final de mi vida para juzgar mis actos y que puedo hacer el bien porque decido hacerlo y está en consonancia con mis más arraigados principios, me da la paz y la tranquilidad suficientes.
Por otra parte, no veo cómo la existencia de una entidad sobrenatural puede influir en el amor propio. Claro, eso es, partiendo de la base de que las personas no debemos amputarnos emocionalmente y destruir nuestras facultades críticas negando la realidad en el proceso para poder aceptar a ningún dios.
Aún bajo esa hipótesis, se me dificulta imaginarme cómo podría su existencia influir en la autoestima. Suena a que es un amor propio bastante pusilánime, cobarde y timorato. No sé cómo alguien podría querer que sus hijos resultaran así. Honestamente me parece espantoso.
Sigue ese proceso de insulto a la inteligencia:
1. Un mecanismo protector para la vida
La espiritualidad actúa como un elemento protector que estimula la formación de valores como esperanza, fortaleza y voluntad. Ello le permite a los niños manejar mejor las dificultades, resistir a la presión de grupo y evitar influencias que le hagan daño a él o a otros. Además, refuerza las normas sociales positivas y la armonía en la relación con los demás. Es un gran apoyo en las crisis.
La esperanza es inútil.
Sinceramente no me imagino cómo puede formar en fortaleza y voluntad una doctrina con la que también han adoctrinado a los otros niños. ¿Cómo es que estar de acuerdo con los demás sirve para resistirse a la presión de grupo y evitar las influencias que le hagan daño?
¿Que acaso no es esa gran mentira la primera y peor influencia que le hace daño a él y a los otros (recordemos: dios es la primera causa de muertes en el mundo)?
¿Cómo así que refuerza las normas sociales positivas? ¿Es que acaso la homofobia, las pataletas antiabortistas y la completa ineptitud para comprender lo que es la separación entre la Iglesia y el Estado son normas sociales positivas?
Francamente puedo pensar en mecanismos protectores que son reales y resultan más útiles para la vida, empezando con el desarrollo de las facultades críticas y la inculcación de modernos valores en consonancia con el proceder científico y los derechos humanos; siguiendo con la completa libertad de elegir la superstición de su gusto sólo y exclusivamente después de que haya cumplido los 18 años. Antes, no.
Sigue esta propaganda del absurdo:
2. Conversar sobre espiritualidad
Los padres son los primeros líderes espirituales y pueden orientar a sus hijos desde edades muy tempranas. Una manera es promoviendo nuestras creencias y tradiciones religiosas, y atendiendo a la curiosidad natural de los niños cuando quieren saber sobre temas como la vida, la muerte o Dios. Es necesario establecer con ellos diálogos espirituales de manera sencilla y espontánea.
En una frase: miénteles desde pequeños. No permitas que alcancen la edad de la razón sin que dependan emocionalmente de la mentira, pues a lo mejor nunca la creerán.
Las tradiciones religiosas son la persecución de los homosexuales, la sistemática supresión de las libertades de las mujeres, la pederastia, obstaculizar el desarrollo de las facultades críticas, la intolerancia, la discriminación e incluso la violencia. Nada bueno puede salir de promover eso en los pequeños.
Ya existen libros que guían a los padres para que críen a sus hijos sin tener que llenarles la cabeza con cucarachas acerca del amoroso dios que los ahogará, torturará, quemará, asfixiará, martirizará, azotará y fustigará si no creen en él.
Por ejemplo, Parenting Beyond Belief: On Raising Ethical, Caring Kids Without Religion, editado por Dale McGowan y cuyo prefacio fue escrito por Michael Shermer.
O Hijos sin dios, de Alejandro Rozitchner y su esposa, Ximena Ianantuoni.
Volvemos a la defensa de lo indefendible:
3. Empezar por nosotros para dar buen ejemplo
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que oyen, por ello debe aprovechar para enseñarles a ser sinceros y justos, a ayudar a otros y a dar las gracias por las cosas buenas. Valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen, apreciar las cosas importantes de la vida o mantener las tradiciones religiosas, es algo que construyen a partir de lo que observan en sus padres.
Esta parte podría apuntar a ser chistosa de no ser porque está escrita en serio. ¿Cómo es que adoctrinar a los hijos en una mentira tiene alguna relación positiva con que sean sinceros? Eso es una contradicción.
Es a los ateos a los que nos preocupa la verdad. No a los creyentes. Si los hace sentir bien y/o han dependido emocionalmente de lo ilógico durante mucho tiempo, quieren que sea verdad y lo tratan como verdad, pero no se toman el tiempo ni la molestia para comprobar qué tan cierto resulta su medieval cuento de hadas.
Una vez más: los ateos tendemos a ser más justos y ayudar a los otros. Lo dicen los estudios. No me lo estoy inventando yo. Incluso, a más nivel de religiosidad más discriminación, avaricia y oposición a la redistribución de la riqueza. Eso tampoco me lo estoy inventando.
Ya me referí a las tradiciones religiosas y lo contraproducente que resulta para una sociedad mantener ese modelo de comportamiento.
Sigue la oda la sandez:
4. Un mecanismo protector para la vida
La espiritualidad actúa como un elemento protector que estimula la formación de valores como esperanza, fortaleza y voluntad. Ello le permite a los niños manejar mejor las dificultades, resistir a la presión de grupo y evitar influencias que le hagan daño a él o a otros. Además, refuerza las normas sociales positivas y la armonía en la relación con los demás. Es un gran apoyo en las crisis.
Es lo mismo, exactamente igual, copiado palabra por palabra, del punto 1. ¿Y en el El Tiempo no se dieron cuenta? ¡Ja! Lo que es ser crédulos.
Continúa el verdadero cuarto punto:
5. En las cosas más sencillas y pequeñas
Como padres podemos ayudar a los niños a conocer su interioridad, a escucharse a ellos mismos, a meditar, a orar, a estar en silencio o en recogimiento, generando espacios de reflexión en familia o promoviendo otros en los cuales los niños reflexionen de manera autónoma. También podemos mostrarles maneras de ser generosos, compasivos y solidarios para enriquecer las relaciones con los demás.
Claro que les podemos ayudar a conocer su interior: se llaman radiografías. También a que se escuchen a sí mismos: se llaman estetoscopios.
En cuanto a la meditación, está sobrevalorada.
¿Enseñarles a orar? ¿Desde tan pequeños les quieren enseñar a perder el tiempo con ilusiones que rozan con la esquizofrenia? ¿Ya mencioné que ese artículo es una apología al maltrato infantil? Que sean niños no significa que se les deba promover que pierdan el tiempo de una forma tan patética y absurda.
Luego mencionan "la reflexión": ¿y si el niño reflexiona que toda esta parafernalia sobrenatural es una vil mentira? Están promoviendo dos cosas que son contrarias y enemigas: la razón y la sinrazón. Tienen que decidirse. Así no se puede.
Y una vez más: ¿es que la psicóloga es tan obtusa como para sugerir que los ateos no somos generosos, compasivos y solidarios? Porqueee, no sé: Angelina Jolie, siendo no creyente, ha hecho más por niños desamparados en todo el mundo que lo que esta psicóloga promotora del maltrato infantil y de que se le mienta a los niños.
Y llegamos al quinto y último punto de esta publicidad de la metafísica:
6. Con el mismo lenguaje que usan los niños
Algunas formas de fortalecer la dimensión espiritual son: contar historias, hacer pausas en el trabajo para compartir en familia, contemplar la naturaleza con nuestros hijos, permitir que pregunten, se desahoguen o que estén en silencio, así como promover momentos de reflexión, desconectados de las distracciones como el televisor, los celulares o el Internet.
¿Qué? ¿Alejarlos de Internet y que eviten leer toda esta charlatanería? A lo mejor no sea ni tan mala idea.
Durante todo el artículo hubo una frase de Pepe Rodríguez que rondó por mi cabeza: La verdad os hará libres. La mentira, creyentes.
Lo siento, David, pero sólo te queda un mes para seguir escribiendo tu blog. Aprovecha el tiempo. El 21 de mayo comienza el Juicio Final.
ResponderBorrarhttp://worldwide.familyradio.org/es/index.html
Por cierto ¿habéis visto la película española "Así en el cielo como en la tierra"? Os la recomiendo, es muy buena, aunque quizás algo localista, por lo que puede que algunas de sus escenas y situaciones no se entiendan en el extranjero.
Otra película divertida es la italiana "El juicio universal", de Vitorio de Sica.
famges, ¿y tú qué vas a hacer en ese último mes de vida? ¿acaso seguirás alguno de mis consejos: http://bit.ly/gCbLw8 ?
ResponderBorrarNo, no he visto la peli. ¿Cómo la consigo? En cuanto a lo de localista, creo que la cultura española local ha permeado un poco Internet. Sería bueno poner a prueba a ver qué tanto se me ha quedado.
Tampoco he visto la de Vitorio de Sica. ¿Me ayudas a conseguirlas?
Un saludo,
-D