El 4 de julio el Presidente firmó un decreto que declara ese día como Día Nacional de la Libertad Religiosa y de Cultos y, acto seguido, le pidió a las iglesias que apoyaran el proceso de 'paz'.
La única forma de respetar la libertad religiosa y de cultos es la misma forma de respetar la libertad de póker: no hay un día nacional de esto, ni artículos de la Constitución, leyes o decretos garantizando la libertad del póker, el Estado no promueve el póker de ninguna manera, ni un estilo particular, ni un jugador en especial — simplemente es un no-tema, y a todos los que nos gusta el póker lo jugamos, y a los que no, pueden estar tranquilos de que el Estado no va a despilfarrar dinero de los contribuyentes favoreciendo un hobby particular. Además, Colombia es un Estado laico, lo que básicamente prescribe que el Estado debe tratar las religiones —todas las religiones— tal como acabo de describirlo.
Como los líderes religiosos no hacen nada que no sea por conveniencia, supuse que Santos les dio algo a las iglesias a cambio de que le ordenen a sus borreguitos votar favorablemente el plebiscito. Así que miré el flamante nuevo decreto recién firmado, el Decreto 1079 de 2016 y, efectivamente, Santos echó por la borda la libertad religiosa y de cultos, en nombre de la misma:
En dicha fecha, el Gobierno Nacional, a través del Ministerio del Interior, y en articulación con las entidades territoriales, coordinará con las Iglesias, Confesiones, Denominaciones, Comunidades Religiosas, Federaciones, Confederaciones, Asociaciones de Ministros y distintas Organizaciones sociales religiosas, jornadas de reflexión institucional, de oración, actos religiosos y conmemorativos de difusión y socialización sobre el respeto e igualdad de religiones y cultos; permitiendo en estos espacios de diálogo y debate, en todos los ámbitos de la vida social, cultural y política, el efectivo disfrute de las garantías del ejercicio de la libertad religiosa y de cultos en el territorio nacional.
A cambio de votar favorablemente al proceso, las iglesias cristianas recibirán promoción oficial, con oraciones y actos religiosos promovidos por el Estado.
O sea, desperdiciar recursos de los constituyentes —capital humano, tiempo, energía y dinero— promoviendo la superstición, en nombre de que cada quién pueda decidir si suscribe una superstición o no. ¡Qué salvajada!
Deprime ver que a Juan Manuel Santos se le da fatal entender que la paz se consigue respetando la diversidad religiosa y que promover religiones desde el Estado atenta contra la diversidad religiosa. En serio, ¿qué tan difícil puede ser? No es física nuclear, ni ciencia para lanzar cohetes.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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