En el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el representante de Arabia Saudita trató de callar varias veces al Center for Inquiry (CFI), para que la representante de la ONG dejara de dar una declaración condenando la represión contra la libertad de expresión y de culto, y la persecución a los disidentes:
El año pasado, el blogger saudí Raif Badawi fue sentenciado a siete años de prisión y 600 latigazos, por el 'delito' de empezar una página web que pedía tolerancia religiosa y que las mujeres sean tratadas como seres humanos.
El tribunal de apelaciones revocó la sentencia, pero la Corte Penal le acaba de imponer una sentencia más severa:
¡Ohh, no! El malvado y perverso imperialismo cultural de Occidente está generando grandes cambios en la legislación de Arabia Saudita, que está renunciando a sus tradiciones más sagradas:
Esta es la historia de Dana Bakdounes, una saudí de 21 años que se rebeló contra el estúpido machismo propiciado por el islam en su país:
Desde hacía un tiempo, ella seguía la fanpage The Uprising of Women in the Arab World (El alzamiento de las mujeres en el mundo árabe), que la animó para reunir el coraje:
En vista de que ni la ONU ni los encargados de los Olímpicos se preocupan mucho por la igualdad, queda en manos de nosotros, los humanistas, hacer que todas las reglas y leyes sean aplicadas para todos, sin excepciones de carácter religioso ni cultural -o sea, el privilegio-.
Así que cae como anillo al dedo el discurso de Sundas Hoorain del 25 de julio de por qué necesitamos también leyes equitativas en las Olimpiadas:
¿Tienen fiebre de Olímpicos? Pues están en el lugar correcto, porque los Juegos Olímpicos no se salvan de la insensatez. Resulta que Arabai Saudita envió a dos mujeres a los Olímpicos de Judo, con la condición de que sigan las absurdas reglas islámicas y el código de vestimenta.
Seguro que esto servirá para encender la furia de cualquier relativista cultural.
Resulta que en Arabia Saudita las mujeres no pueden manejar, así que le han pedido al rey que las autorice a hacerlo, "como todas las mujeres del mundo". Ya la multiculti redacción de El Espectador las ha tachado de 'militantes':