sábado, 15 de septiembre de 2012

El conflicto en el mundo árabe es político

Discúlpenme que siga con el tema de los islámicos acabando con Occidente. Trataré de dejar el tema hasta aquí por un rato.

Resulta que la película que la ONU criticó realmente no se trata de la película, sino de una estrategia política de los sectores más retardatarios dentro del islam (si cabe), tal como lo explica Kenan Malik:

La violencia en todo el mundo musulmán, en respuesta a una película estadounidense antiislámica no tiene nada que ver con esa película. Sí, La inocencia de los musulmanes es una diatriba risiblemente cruda contra el islam. Pero esta película oscura que casi nadie había visto hasta la semana pasada es el origen de la violencia actual en la misma medida en que Dios es la fuente del Corán.

Los detalles de los disturbios en Benghazi que mataron al embajador de EEUU y provocaron la crisis actual todavía no están claros. Lo que está claro, sin embargo, es que la violencia está siendo impulsada menos por la furia religiosa que por un cálculo político. En Libia, Egipto y otros países, la crisis está siendo fomentada por los islamistas de línea dura en un intento de tomar la iniciativa política en un período de transición y confusión. La película es casi incidental a este proceso. La verdadera lucha no es entre musulmanes y no musulmanes, sino entre diferentes matices de islamistas, entre las facciones de línea dura y los más tradicionales. Las insurrecciones que han transformado mucho en el mundo árabe durante el último año han creado un nuevo terreno para la batalla entre facciones musulmanas por la supremacía política.

Pero la lucha en sí misma no es nada nuevo. Las mismas tensiones alimentaron las confrontaciones sobre Los versos satánicos y las caricaturas danesas. Durante mucho tiempo he sostenido que ambos fueron principalmente conflictos políticos más que religiosos.

Y es que hay que tener claro que la religión es política. Y el islam de línea (más) dura es una clara política ultraconservadora y extremadamente ortodoxa, que se indigesta con las libertades, con el concepto de individuo y con la noción de igualdad.

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