En cierta ocasión me había encargado de desbaratar los disparates de un tal Javier Moreno. En ese caso se trató sobre las consecuencias del ateísmo, y cómo no afiliarse a ningún dictador celestial imaginario, de alguna manera, había causado las peores desgracias del siglo XX (!).
Pues bien, ahora resulta que el señor Moreno no sólo es un arduo defensor de creer en la superstición por el más ridículo de los motivos, sino que también es un declarado enemigo de la ciencia:
Hay que ir con cuidado con las afirmaciones gratuitas de este señor.
En un país completamente anticientífico, ignorante, que desprecia el conocimiento, que se regodea en el esoterismo y la superstición (¿he mencionado que Javier Moreno escribió un libro de relatos paranormales?), por supuesto que la ciencia no va a empezar a producir avances sociales y económicos de manera inmediata. Tiene que haber una cultura científica y una política de Estado que abrace el conocimiento (que dada la evidencia, es plausible afirmar que en Colombia ocurre todo lo contrario).
Y hasta que no dediquemos más presupuesto para la investigación, la tecnología y el desarrollo, seguiremos igual... o peor. La ciencia representa conocimiento fiable, es la mejor (de hecho, la única) forma de conocer el mundo de manera real y factible. Llamar lujo a ese conocimiento, que sirve para tomar decisiones informadas y mejorar la esperanza y calidad de vida de la población es una fórmula con la que disfrazar la nostalgia por la ignorancia y el analfabetismo (que cualquier hijo de vecino lo disimula mejor que Rick Santorum).
Sigue Moreno:
Tan sólo durante los dos últimos años, el Gobierno ha puesto trabas a la investigación científica, ha tomado medidas que amplían la brecha digital y por si fuera poco, los recursos para investigación y desarrollo han sido repartidos de una manera francamente estúpiday corrupta.
Pero no, Javier Moreno se siente robado cada vez que se destina algo de dinero a la investigación:
El señor Moreno es libre de irse a países que comparten su desprecio por el conocimiento, tales como Arabia Saudita, Kenia, el Congo o Etiopía. Yo creo que nosotros deberíamos seguir más bien los pasos marcados por países que sí invierten en lo importante, como Noruega, Finlandia, Francia o Alemania.
Pues bien, ahora resulta que el señor Moreno no sólo es un arduo defensor de creer en la superstición por el más ridículo de los motivos, sino que también es un declarado enemigo de la ciencia:
Cada cierto tiempo los científicos colombianos prometen desarrollo a cambio de apostar más fondos públicos a sus proyectos.
Aseguran como si fuera evidente que la inversión en investigación científica a secas es una condición necesaria para avanzar social y económicamente como nación.
Esto último, sin embargo, no es para nada claro. Los estudios al respecto nunca son suficientemente concluyentes. La investigación en ciencias en países como el nuestro es casi siempre un lujo más que una necesidad.
Hay que ir con cuidado con las afirmaciones gratuitas de este señor.
En un país completamente anticientífico, ignorante, que desprecia el conocimiento, que se regodea en el esoterismo y la superstición (¿he mencionado que Javier Moreno escribió un libro de relatos paranormales?), por supuesto que la ciencia no va a empezar a producir avances sociales y económicos de manera inmediata. Tiene que haber una cultura científica y una política de Estado que abrace el conocimiento (que dada la evidencia, es plausible afirmar que en Colombia ocurre todo lo contrario).
Y hasta que no dediquemos más presupuesto para la investigación, la tecnología y el desarrollo, seguiremos igual... o peor. La ciencia representa conocimiento fiable, es la mejor (de hecho, la única) forma de conocer el mundo de manera real y factible. Llamar lujo a ese conocimiento, que sirve para tomar decisiones informadas y mejorar la esperanza y calidad de vida de la población es una fórmula con la que disfrazar la nostalgia por la ignorancia y el analfabetismo (que cualquier hijo de vecino lo disimula mejor que Rick Santorum).
Sigue Moreno:
De hecho, podría decirse que dado el tamaño relativo de Colombia dentro de la economía mundial y nuestros innumerables problemas sociales urgentes, el país invierte más que suficiente en investigación científica.
Tan sólo durante los dos últimos años, el Gobierno ha puesto trabas a la investigación científica, ha tomado medidas que amplían la brecha digital y por si fuera poco, los recursos para investigación y desarrollo han sido repartidos de una manera francamente estúpida
Pero no, Javier Moreno se siente robado cada vez que se destina algo de dinero a la investigación:
En lugar de exigir aumentos de presupuesto discutibles, los científicos colombianos deberían preocuparse por hacer un mejor trabajo divulgando la relevancia de sus investigaciones dentro de la sociedad que con tanto esfuerzo los financia. Antes de prometernos futuros brillantes deberían presentarnos resultados que justifiquen la renovación de nuestra apuesta colectiva en su trabajo.
El señor Moreno es libre de irse a países que comparten su desprecio por el conocimiento, tales como Arabia Saudita, Kenia, el Congo o Etiopía. Yo creo que nosotros deberíamos seguir más bien los pasos marcados por países que sí invierten en lo importante, como Noruega, Finlandia, Francia o Alemania.
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