Pero la señora Montaño tuvo un problema cuando fue a Red Sonora, una emisora local. ¿Y qué hizo? Denunciar por racismo:
Dice que el primer día, luego de una espera no fue atendida y que fue citada para el día siguiente.
No tuvo inconveniente en aceptar la invitación para el día siguiente. Estuvo a la hora acordada, a las 7:00 a.m., pero tampoco hubo espacio para ella.
Expresa que además escuchó decir al periodista Wilson Araque, director del noticiero, ¿Por qué me trajeron una negra?, que relacionada con las dos ocasiones que la hicieron esperar en vano, considera fue un acto de racismo. Por eso, instauró una demanda en la URI de la Fiscalía contra el comunicador.
La controversia ha ido más allá y Araque afirma que no es racista y la emisora también afirma que son incluyentes.
Dejando de lado eso, yo quiero referirme a la estupidez de tener una ley antirracismo.
Creo que el Estado debería ser incluyente y tratar a todas las personas por igual, creo que los gobiernos deben alejarse de todo tipo de discriminación.
Pero también tengo la firme convicción de que los estados no tienen por qué decirle a las personas cómo pensar, o qué gustos tener, ni mucho menos, condenar a alguien por tener opiniones retrógradas, ignorantes y estúpidas.
Y es que la ley antirracismo es eso: condenar a las personas por ignorantes, por no saber que todos somos de la especie humana, que no hay razas y que las diferencias biológicas entre unos y otros no dan para hablar de personas superiores ni inferiores.
Y, además, la ley va más allá. No sólo condena a los analfabetos sino que es un arma de la censura. Yla forma de combatir la discriminación no es la censura. Así es como se perpetúa.
Una ley antirracismo es el primer paso en la dirección de conseguir una policía del pensamiento y ya vimos los resultados de eso.
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