viernes, 14 de septiembre de 2012

Las plantas no ven, ni escuchan

Esto es nuevo para mí. Resulta que el Instituto Alexander von Humboldt republicó un artículo de la BBC en el que se reseña el libro What A Plant Knows (Lo que sabe una planta) de Daniel Chamovitz, profesor de botánica de la universidad de Tel Aviv.

El libro no es pseudocienciencia, pero no es que sea la mejor forma de divulgar ciencia, en vista de que su estrategia es popularizar los sistemas biológicos de las plantas, mediante lenguaje antropomorfizado, que necesariamente conduce a error, tal como le pasó a la BBC y al Instituto von Humboldt.

Iain Mulder lo explica de maravilla:

Por desgracia, What A Plant Knows nunca sigue adelante con su andanada sintáctica inicial. En cambio, Chamovitz pasa los restantes seis capítulos dando marcha atrás, alejándose silenciosamente de su apertura. Así, cuando Chamovitz, el director del Centro Manna para las Biociencias de las Plantas de la Universidad de Tel Aviv, dice que las plantas "ven", no quiere decir eso: Lo que quiere decir es que responden a los estímulos ambientales que nosotros experimentamos visualmente, como la luz. Cuando dice que las plantas lo ven "a uno", Chamovitz quiere decir que responden a unos pocos atributos del aspecto de uno que consideramos visuales, como el color de la camisa. Él podría muy fácilmente haber dicho que las plantas no ven en absoluto: ellas simplemente se limitan a registrar las diferentes longitudes de onda de luz en su entorno más cercano, incluyendo la luz reflejada por la camisa mientras uno pasa por ahí.
...
Desde la promesa de su título y la frase inicial de los títulos de los capítulos individuales ("Lo que una planta ve, lo que una planta huele, lo que una planta siente", y así sucesivamente), se juega con el escalofrío de fraseos antropomórficos que sugieren que los humildes y a menudo ignorados miembros del reino vegetal pueden albergar una mente propia.

Cada capítulo comienza con la sugerencia de dicha posibilidad, sólo para llevar al lector a través de una serie de experimentos que silenciosamente la debilitan. El libro termina con el regreso de un cómodo entusiasmo ilustrado por el mundo de las plantas, que admite que las plantas no pueden ver ni oler en los sentidos que queremos decir, pero que sin embargo, sugiere que todavía responden a más elementos de su entorno de lo que pensábamos que lo hacían.

En resumen, lo que Chamovitz hizo fue crear un libro de ciencia popular, con todo el lenguaje pseudocientífico que pudo, con una clara intención de mercadeo.

Esto es una mala idea por varias razones. Primero, le da legitimidad al ya de por sí desastroso lenguaje pseudocientífico. Segundo, confunde a los lectores (que pueden llegar a ser redactores de la BBC). Tercero, confunde a quien reciba la información de oídas (como los del von Humboldt). Y todo esto lleva a una mala comunicación de la ciencia (y que los avances científicos en la comprensión del mundo sean tomados como anticientíficos).

(vía Andrés Ospina)

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