Es corriente que a los periodistas se nos exija ser objetivos e imparciales al mismo tiempo, lo que es una contradicción. O somos objetivos, o somos imparciales. No podemos ser ambas al tiempo.
La objetividad es atenerse a los hechos, guiarse por la evidencia y considerar que entre más sustento probatorio tenga un suceso, más cercano será a la verdad.
Mientras tanto, la imparcialidad es no tomar partido, no elegir un lado (a ver quién puede hacer esto), renunciar a hacer juicios de valor y hacer una equivalencia entre las versiones sobre un suceso, creyendo que la verdad está en el medio. La existencia de la gravedad y la negación de esta no suman puntos para estar más cerca de la verdad.
Conocer más puntos de vista no hace nada por acercarse o alejarse de la verdad, mientras esos puntos de vista no se sustenten en la evidencia. Afirmar lo contrario es una expresión de la infantil noción de respetar creencias que ha hecho carrera con el posmodernismo, pero es que... ¡los hechos no son imparciales!
Colombia perdió 2-0 contra Uruguay, Barack Obama venció a Mitt Romney y los nazis cometieron genocidio matando millones de personas.
La imparcialidad relativiza los hechos, es creer que tanto los nazis como los aliados tenían sus buenos motivos, que ambos podrían tener razón y que está mal tomar partido.
Yo no soy, ni pretendo ser imparcial - hago tanto como puedo por basar mis puntos de vista y opiniones en la mejor evidencia disponible. No temo elegir lados y afirmar que, objetivamente, hay culturas, ideas, creencias y opiniones que son mejores que sus contrincantes.
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