En sus remedios científicos contra el despecho, Lorena Sánchez explica por qué la música deprimente ayuda a superar el despecho:
¿Qué es científicamente recomendable tras una ruptura? ¿Música triste en sintonía con tus miserias, o la lambada? Una nueva investigación me sirve para dar una respuesta: concluye que escuchar música triste, sí, muy triste, ayuda a digerir mejor el “ahí te quedas”.
Los investigadores, de la Universidad de California, en Berkely [sic], añaden que también funcionan como paños calientes las novelas desgarradas y los dramones cinematográficos. Para llegar a esta aparentemente ilógica conclusión ―¿cosas tristes como quitapenas?― organizaron dos grupos de voluntarios que habían perdido algo, pero eran pérdidas distintas. Unos, el amor, otros, asuntos de otras densidades: el trabajo, o una competición, como un maratón. Con una batería de test y cuestionarios, encontraron que aquellos que tenían en la cabeza una pérdida no emocional (los del maratón, por ejemplo), elegían música alegre para elevar su ánimo. Los despechados, sin embargo, se arrojaron al abismo de las canciones melancólicas que disparaban sus pucheros.
Los investigadores ofrecen esta hipótesis: “La música triste permite prolongar la sensación de unión, como si todavía no se hubiera acabado del todo la relación”. La tristeza, parece, prolonga la relación, aunque el vínculo sea tortuoso y ahogue. Sin embargo, si te pones a dar palmas, das el amor por zanjado, y a otra cosa, algo que el despechado no tiene ningunas ganas de hacer.
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