jueves, 31 de diciembre de 2015

Historiador racista lamenta la 'verdadera' cara de Jesús



Para mí, la existencia de un Jesús histórico es completamente irrelevante — si insisten, señalaré que no hay evidencia para afirmar más allá de la duda razonable que en la Palestina del siglo I existió un humano sobre quien se creó el mito del zombie judío. Y lo que se puede afirmar sin evidencia se puede descartar sin evidencia.

Sin embargo, aún en pleno siglo XXI muchos dan por cierta la existencia de la figura central del mito cristiano. En 2002, Popular Mechanics publicó cómo habría sido la cara de Jesucristo, o sea, de un hombre de Oriente Medio de hace más o menos dos mil años, según la ciencia forense. La imagen revive como un dèja vu todos los diciembres y este no fue la excepción.

Sólo que esta vez el historiador chileno Alfredo Jocelyn-Holt decidió ofenderse por la imagen —¡13 años después!— y escribió una columna lloriqueando porque Jesús no es tan blanco como a él le gustaría. (De hecho, lo dice con otras palabras — Jocelyn-Holt se queja porque, si hubiera existido, entonces Jesús resultaría "menos alto, nada sublime", "común y corriente", "plebeyo" y "cero imponente, majestuoso o excepcional".)

Afortundamente, Daniel Sellés, vicepresidente de la Asociación Escéptica de Chile (AECH), le escribió una carta al director del medio, donde expone al historiador y su sesgo racista:

Señor director:

En su edición del 26 de diciembre, el historiador Alfredo Jocelyn-Holt arremete contra la reconstrucción del aspecto físico que habrían tenido los habitantes de Palestina en el primer siglo de la era común, en lo que considera una inaceptable intromisión de la ciencia en el terreno de “lo sacro”. No aclara por qué un rostro semítico ancho, de piel morena y oscuros cabellos hirsutos puede ser ofensivo para el creyente acostumbrado a ver al Jesús típicamente caucásico de la iconografía popular. Sugerir que un fenotipo “menos alto, nada sublime” sea epítome de “anticristo terrenal” mal esconde un racismo igualado solo por su desprecio de las ciencias. La “arrogancia iconoclasta del que pretende cuestionarlo todo” es justamente el motor del conocimiento y progreso humanos. Toda idea merece ser siempre cuestionada: las que son ciertas aumentarán el brillo de su veracidad confirmada; son las ideas falsas o sin fundamentos las que requieren de guardias intelectuales que las mantengan al abrigo del escrutinio. Al asumir que la creencia religiosa no puede tolerar el avance del conocimiento agravia por partida triple a semitas, creyentes y científicos. Curioso historiador que encuentra ofensiva la diferencia entre los hechos (la apariencia de la población de aquella época y lugar) y los símbolos y estereotipos que se utilicen para representarlos.

¡Tanto drama porque a un personaje de ficción se le ajustó un poquito el color de piel! Ojalá yo tuviera todo ese tiempo libre.

(imagen: Popular Mechanics)

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