En el blog oficial del Departamento de Estado de EEUU, el Embajador en Misión Especial para la Libertad Religiosa Internacional David Saperstein —quien además es rabino— hizo una provocadora recomendación para abolir las leyes que condenan la blasfemia alrededor del mundo:
Es sorprendente observar que casi la mitad de los países del mundo tienen leyes y políticas que penalizan la blasfemia, la apostasía, la conversión, o la llamada "difamación de la religión". Estos "crímenes" a veces son castigados con la muerte, como es el caso en 12 países, o con cadena perpetua. El impacto de tales leyes, que suelen ser vagas y mal definidas, tiende a limitar drásticamente el ejercicio de la libertad religiosa y de expresión. Todas muy a menudo conducen a la persecución de miembros de grupos minoritarios.
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[E]stas leyes tienen un efecto cascada que va más allá de simplemente infringir la libertad de conciencia y de expresión de un individuo. Las leyes pueden contribuir a dar forma a las normas sociales, y la aplicación de las leyes contra la blasfemia tiene un efecto pernicioso sobre el imperio de la ley en muchos países. En numerosos casos, meras acusaciones de blasfemia han provocado la violencia colectiva vigilante y homicidios. La existencia de leyes contra la blasfemia crea el tipo de ambiente que condujo a la muerte de una joven afgana llamada Farkhunda a manos de una turba, que una pareja cristiana paquistaní fuera quemada viva en un horno de ladrillos, y docenas de asesinatos selectivos de musulmanes ahmadíes en Pakistán en los últimos años.
Reconocer la tragedia y el sufrimiento que con frecuencia se encuentra detrás de estas leyes es fundamental para nuestro esfuerzo de abordar este reto. Por la misma razón, también son dignos de mención los esfuerzos heroicos de aquellos que muestran liderazgo moral y defienden a aquellos que de otra manera enfrentarían persecución bajo las leyes de blasfemia.
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La tarea es desalentadora, pero vale la pena porque, en última instancia, abolir las leyes de blasfemia logrará un mundo más libre y próspero.
El estado del laicismo en EEUU está lejos de ser perfecto, pero ciertamente se encuentra en mejor posición que en Colombia, Irán, o Arabia Sauidta. Y es que la disposición estatal para defender estas libertades —tan básicas y, a la vez, tan incómodas para gobernantes populistas— dice mucho de una sociedad.
A diferencia del compromiso vacío de otros gobiernos que, aunque digan respetarlo, violan el laicismo a la primera de cambio, Saperstein comenta que el Departamento de Estado ha realizado talleres en varios países, llevando expertos para compartir las mejores prácticas para construir sociedades tolerantes, y que ha financiado los grupos locales alrededor del mundo que buscan reformar y derogar las leyes que penalizan la blasfemia (todo esto siguiendo las recomendaciones formuladas en la Resolución 16/18 por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU).
Si eso no es compromiso con el laicismo, no sé qué lo será.
(vía Friendly Atheist | imagen: Hillary Daily)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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