Cuando se escriba la historia de Occidente dirá: se educaron para odiarse a sí mismos y para amar en el otro lo que odian de sí mismos.
por Seth J. Frantzman:
De forma regularmente consistente, personas en Occidente abrazan los valores extranjeros que rechazan en casa.
Esto es particularmente extraño y contradictorio entre los que se identifican como de "izquierda" y "progresistas" y luego abrazan movimientos, líderes, ideologías y religiones que son manifiestamente antiprogresistas y de extrema derecha en el extranjero. Por ejemplo la filósofa y teórica de género estadounidense Judith Butler dijo en 2006 que "es extremadamente importante comprender a Hamás [y] Hezbolá como movimientos sociales que son progresistas, que son de izquierda, que son parte de la izquierda mundial".
Ese contradictorio punto de vista es emblemático de un fenómeno que abarca todo, desde la acogida de Michel Foucault a la Revolución Islámica en Irán, a esos activistas "anti-guerra" en el Reino Unido que apoyan al presidente sirio Bashar Assad y el bombardeo ruso de civiles.
¿Por qué las personas que apoyan los derechos de las mujeres en EEUU o Francia eximen al régimen iraní? ¿Por qué a los que no les gusta el militarismo ven romantizadamente a las personas en uniforme en Pakistán o en Moscú?
¿Por qué a los que no les gusta candidato presidencial estadounidense Donald Trump encuentran tan entrañables a grandilocuentes populistas como el Hugo Chávez de Venezuala?
¿Por qué es tan buena la guerra contra el terror de Assad, pero tan mala la de George W. Bush?
Un gran número de comentaristas e intelectuales asociados a la "izquierda" en Occidente, durante más de 100 años, se han aliado a sí mismos continuamente con regímenes y movimientos fanáticos religiosos, totalitarios, extremistas, matones, populistas, y militaristas, de extrema derecha en el exterior.
Ya fuera George Bernard Shaw de gira y disculpándose por la Rusia de Stalin, o Noam Chomsky afirmando que los refugiados del genocidio de Camboya eran "poco fiables" y que "los reportes de masacres eran falsos", hay una larga tradición de atenuar los tipos de delitos en el extranjero que las personas nunca excusarían en casa.
Para entender este fenómeno hay que desempacar lo que significa ser "de izquierda" en Occidente. Estar a la izquierda es ser bueno, ser progresista, estar a favor de los derechos de la mujer, los derechos de los homosexuales, el ecologismo, la justicia social, los derechos de los trabajadores, y estar contra el racismo y la discriminación, tal vez contra la energía nuclear, contra la guerra.
No siempre significó eso.
Antes de la derrota del nazismo, ser de izquierda era en gran parte una opción ideológica de ser parte de una "izquierda mundial" de varios movimientos.
Aunque aparentemente para los derechos de los trabajadores, los movimientos populistas de la década de 1920 de derecha e izquierda eran esencialmente iguales en sus fantasías totalitarias. Ya que ser de "izquierda" se definía por cuenta propia, no está claro qué hizo que el Jemer Rojo y su genocidio fuera más de "izquierda" que los genocidas hutus en Ruanda.
¿Qué hizo que los nacionalistas árabes de una variedad, como los palestinos, fueran de "izquierda", mientras que los de otra variedad, como las Fuerzas Libanesas, fueran de "derecha"?
La lealtad a estos movimientos de izquierda era en gran parte ideológica, cuando no contradictoria. Así, Stalin fue apoyado simplemente porque algunos izquierdistas de Occidente aceptaban la línea del Partido Comunista soviético; a otros les gustaba el camarada Trotsky y por lo tanto no les gustaba Stalin. No porque fueran progresistas, sino porque el partido les decía que así era.
En aquellos días la izquierda ideológica quería que Occidente se viera como la Unión Soviética: un estado de partido único que controlarían.
Cuando llegamos a la década de 1990 y la caída del comunismo, la necesidad de ser fieles a una izquierda oficial en declive y moribunda en el extranjero fue erosionada.
Pero ¿qué hacer con el vacío interior, la necesidad de ser fieles a movimientos violentos, fanáticos, extremistas en el extranjero? ¿Dónde estaba el romance de la "revolución", como llamaban al genocidio en Camboya, la revolución de los "campesinos" y las "masas" y la farándula del asesinato en masa en nombre del populismo?
Entender la lealtad ciega y contradictoria de personas que se hacen llamar "progresistas", pero abrazan manifiestamente políticas reaccionarias en el extranjero es comprender que los seres humanos necesitan llenar el vacío de rabia que llevan dentro.
Para la autoproclamada "derecha" en Occidente ese vacío se llena con el nacionalismo doméstico. Pero la "izquierda" evita adoptar el nacionalismo en casa. Sin embargo, el nacionalismo del "otro" es auténtico y agradable al paladar. Descartar la propia bandera es de rigor, pero llenarse a sí mismo con el nacionalismo del otro es aceptable.
Así, el abrazo del fanatismo religioso y el extremismo de derecha nacionalista en el extranjero post-1990 ha llenado el vacío dejado por la caída del comunismo para la izquierda intelectual en Occidente.
Vean a Chávez como un ejemplo perfecto; un militarista uniformado y exgolpista pomposo y matón, convertido en un "revolucionario internacionalista" y elogiado. Él tenía un "antiimperialismo inflexible" y movilizó la "unidad global contra el enemigo principal".
Sus "consejos comunales populares" eran "hablarle a las masas y construir una democracia significativa". Alan Woods en el London Progressive Journal advirtió del "sabotaje" y que la "chusma del lumpenproletariado" estaban "causando caos" contra el pobre Chávez.
Escuchen cómo el occidental describe al gran líder: "Chávez siempre se inspiró en el contacto con las masas revolucionarias". Entonces, ¿por qué no tienen a Chávez en el Reino Unido o Estados Unidos? ¿Hombres en uniforme desfilando, la voz del presidente a todo volúmen en todos los canales, la búsqueda de "enemigos", del "sabotaje"?
Un poco como Donald Trump, pero aún más.
Porque el occidental quiere a su "gran líder" en Venezuala, no en Londres, que la policía religiosa acose a las mujeres "impúdicas" en Aceh, no en Dinamarca. Nacionalismo en el extranjero, pragmatismo en casa. Revolución Bolivariana en el extranjero, internacionalismo en casa.
Porque los venezolanos pagan el precio ahora con hambre masiva, como señaló un reporte reciente de la BBC, estantes vacíos, personas que no pueden amamantar porque el país fue destruido por este sinsentido populista y militarista.
Chávez no era un "progresista", era un militarista de derecha que se hizo pasar de izquierda, de la misma forma en que Hezbolá y Hamás, Bashar Assad y los ayatolás son todos "de izquierda".
Al mirar el amor y adoración que algunos en Occidente tienen por la extrema derecha en el extranjero, uno se da cuenta de cómo en el extranjero la gente abraza valores diametralmente opuestos a los que adopta en casa. No les gusta Jerry Falwell, pero si él fuera el ayatolá Jerry al-Falwell, sería amado y elogiado.
El rabino Brant Rosen, que apoya la "justicia social" en Chicago, fue a Irán en 2008 y se reunió con los hombres en trajes con barbas que representan lo contrario de la justicia social. Escribió elogiosamente del etnonacionalismo de "Persia, un país con una historia orgullosa y venerable... todos los iraníes jóvenes y mayores se identifican profundamente con su historia antigua... unidos en su respeto por la historia persa".
¿Qué pasa con las minorías iraníes siendo brutalmente reprimidas por los persas, como los kurdos, los árabes, los azeríes y los baluches? El rabino estadounidense no los mencionó, de hecho su blog parece indicar que no existen.
En Estados Unidos la justicia social significa el reconocimiento de las minorías, pero aquellos que predican la justicia social en casa abrazan el rabioso extremismo religioso en el extranjero. Nadie aceptaría una ley obligando a las mujeres a cubrirse el cabello en Chicago, pero en Irán se ríen y disfrutan de la práctica religiosa forzada.
¿Por qué es el nacionalismo persa u otro nacionalismo extranjero tan atractivo para algunos en Occidente? Porque el nacionalismo americano, francés o alemán no lo es.
El extranjero es un lugar para vertir el amor de uno por las "naciones orgullosas". Es el lugar donde uno puede adorar abiertamente a los hombres viriles, poderosos; el nacionalismo, el extremismo religioso, la guerra, la flagelación y las ahorcadas en público, las decapitaciones, las lapidaciones — dejar salir toda esa agresión que vivir en Occidente ha marginado.
Siempre es interesante el amor a la nación y la religión extranjeras que uno encuentra en los escritos de muchos en la "izquierda" que aparentemente se oponen al nacionalismo. El amor del "orgullo", la fe, la dignidad y las raíces en la tierra, de la virilidad y la bandera, de la espada y la pistola, apunta a un anhelo nacionalista que la izquierda occidental no puede permitirse a sí misma en casa.
Los mismos valores en Trump o Brexit, Le Pen o la Liga Norte que los progresistas consideran objetables en Occidente, son admirables cuando se expresan en Venezuala, Siria, Irán o entre los palestinos.
No se engañen y pretendan que estos progresistas simplemente no escuchan a sus amigos en Irán llamar "satánico" al aborto, o que no los escuchan decir que los homosexuales son un "cáncer", o que no escuchan a sus chovinistas amigos en la Hermandad Musulmana decir que el "lugar de una mujer es en la casa".
Lo oyen, y lo apoyan. Cuando los líderes religiosos, barbudos con sobrepeso en Irán dicen que "las mujeres y los hombres son diferentes; las mujeres son impulsadas por sus emociones", las mismas personas que hablan de "neutralidad de género" en Occidente abren sus ojos y dicen "sí estoy de acuerdo, gran percepción", en vez de preguntar "¿dónde está el baño transgénero?".
Cuando Hugo Chávez dijo que no podía ser homosexual porque era "lo suficientemente macho para pulverizar cualquier acusación en ese sentido", los defensores de los derechos de los homosexuales no se inmutaron. La homofobia es genial — sólo en el extranjero, no en casa.
Si tomaras a un progresista promedio amante de Hezbolá y le dijeras que orine en una fuente y nacerá de nuevo en Texas se burlaría de la "religión ignorante" — pero llévalo al valle de Beka'a y dile que se azote a sí mismo por Ashura y lo encontrará hermoso.
Todo este fenómeno es lo que debería ser conocido como "progresismo locacional".
El progresismo locacional significa que apoyas el progresismo sólo en un lugar, y apoyas su opuesto diametral en otro lugar. El resultado es que en Occidente básicamente hay dos fuerzas de derecha en guerra entre sí. Una apoya las fuerzas nacionalistas religiosas de derecha en el extranjero, la otra les apoya en casa.
Los frágiles valores liberales de Occidente que se alcanzaron después de 1.000 de erosionar el poder de la religión, el nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el chovinismo, no tendrán ninguna oportunidad contra las fuerzas contrincantes de la derecha extranjera, la derecha interna, y los progresistas locacionales internos que los traicionan en casa y los apoyan en el extranjero.
Cuando se escriba la historia de Occidente, dirá: se educaron para odiarse a sí mismos y para amar en el otro lo que odian de sí mismos.
(vía Why Evolution Is True | imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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