Desde hace algunos años la religión viene en declive en todo el mundo —en algunos lugares más rápido que en otros—. Los motivos seguramente son muchos y diversos, y ahora tenemos otra pieza del rompecabezas: el modelo de intercambio de religión.
La hipótesis de este modelo es que si una entidad secular como el Estado provee lo que los ciudadanos necesitan —como salud y educación—, será menos probable que estos recurran a amigos imaginarios. Y la hipótesis acaba de ser demostrada:
Al controlar la calidad de vida y la desigualdad de ingresos (Gini), encontramos que los mejores servicios gubernamentales estaban relacionados con una menor religiosidad entre los países (Estudio 1) y los estados de los Estados Unidos (Estudio 2). El estudio 2 también mostró que durante 2008-2013, mejores servicios gubernamentales en un año específico predijeron una menor religiosidad 1 o 2 años después. En ambos estudios, una combinación de mejores servicios gubernamentales y calidad de vida se relacionó con un nivel particularmente bajo de religiosidad. Entre países, los servicios gubernamentales moderaron la relación entre la religiosidad y dos medidas de bienestar, de manera que la religiosidad se relacionaba con un mayor bienestar sólo cuando los servicios gubernamentales eran bajos.
Esto tampoco es nada nuevo — las investigaciones de R. Georges Delamontagne y de Pippa Norris y Ronald Inglehart ya señalaban que países con altos grados de salud social, donde la mayoría de las personas viven vidas relativamente seguras, tienen fácil acceso a alimentos, vivienda, salud, educación y viven vidas pacíficas, y sin amenazas, tendemos a encontrar las tasas más altas de laicismo, ateísmo, e indiferencia religiosa.
Algunos ateos suelen señalar que los países más desarrollados son menos religiosos, como sugiriendo una relación causal entre deshacerse de la religión y tener mejores sociedades, aunque parece que una parte de la relación es a la inversa: a mayor bienestar social, menos necesidad de religión.
Después de todo, va a ser que Winston Churchill tenía algo de razón en esto: en ocasiones, la religión es más una muleta emocional para las personas; y a menores angustias existenciales, menor necesidad de recurrir a esa muleta emocional que lo envenena todo.
(vía Friendly Atheist)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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