El lunes se publicó una encuesta de WIN/Gallup que entrevistó a 65.000 personas en 65 países. El Espectador reportó al respecto con una nota que tranquilizaba a los religionistas, pues la religión no desaparecerá del país en el corto o mediano plazo.
Casualmente, la semana pasada se publicó la última actualización del Social Progress Index, que evalúa a las naciones del mundo contra una serie de referencias divididas en tres categorías: "Necesidades Humanas Básicas", "Fundamentos de Bienestar" (salud y educación básica), y "Oportunidades" — libertades, tolerancia y educación avanzada.
Tom Rees quiso saber si los datos de ambas encuestas estaban relacionados de alguna forma, así que contrastó los resultados y encontró algo que no sorprenderá a los lectores habituales:
Agrupé a los ateos confirmados con los no-religiosos, para obtener el número total de personas no religiosas. Algunos países no tenían datos completos en el Social Progress Index, dejando un total de 59.
Dividí estos 59 países en tres partes según qué tan "no religiosos" son. En el tercio superior, la mayoría de las personas (60%) no eran religiosas (El Wa-Po tiene un listado gráfico de 17 de ellos).
Como se puede ver en el gráfico, los países no religiosos obtuvieron mejor calificación en el Índice de Progreso Social, y los países más religiosos fueron peor calificados.
Esta tendencia fue evidente en las tres categorías. Las naciones no-religiosas fueron mejores en satisfacer las necesidades humanas básicas y proporcionar las bases del bienestar, y en proporcionar libertad y oportunidades. Las naciones no religiosas simplemente son más libres.
Para aquellos que se preocupan por estas cosas, también fueron linealmente correlacionados, con un R2 de 0,4.
Este análisis es totalmente nuevo, nunca antes visto. Pero el mensaje general —que las regiones con menos religión son lugares generalmente más agradables para vivir— está bastante bien establecido ahora.
Ya en 2009, mostré que los países menos religiosos también eran más pacíficos, y la investigación desde entonces ha demostrado que son más democráticos, tienen menos corrupción, más teléfonos, hacen mejor ciencia, tienen menos desigualdad y otros problemas y, en general, son un poco menos disfuncionales y tienen una mejor calidad de vida.
Si bien correlación no es causación, hay una relación estadísticamente significativa entre la religión y muchos fenómenos sociales indeseables.
La acertada conclusión de Rees es que la desaparición de la religión no significa el colapso de la sociedad. Yo agrego que el hecho de que la religión no vaya a desaparecer en el corto o mediano plazo no es tan deseable después de todo.
(imagen: Pexels)
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