El Espectador se hace eco de un estudio según el cual el yagé sirve como antidepresivo.
El diario (que retoma de Nature), advierte que el estudio tiene serios problemas metodológicos. Los dos principales son su pequeña muestra y que no hubo grupo control.
O sea, el estudio usó una muestra que no es estadísticamente significativa (¡sólo seis personas!) y no se pudo determinar que los supuestos efectos fueran diferentes al placebo.
La preparación trae otro problema. En esta ocasión, la receta fue "tallos de B. caapi (ricos en harmina, THH, y harmalina) combinados con hojas lavadas de P. viridis (ricas en DMT), cocidos y concentrados durante varias horas".
Pero el yagé es preparado de manera diferente por cada comunidad y por cada chamán y hasta un mismo chamán puede prepararlo de manera distinta entre tomas; o sea, cualquier posible resultado depende de cómo se preparó esta vez, lo que dificulta encontrar un componente activo. Los beneficios percibidos pudieron venir de la preparación o de la combinación de los ingredientes.
Y queda la distinción entre yagé y componente activo: Incluso si el yagé tuviera componentes para tratar la depresión, eso no significa que toda la droga sea un medicamento o sirva de remedio.
La distinción es importante porque, en el asalto que la Nueva Era ha hecho al sentido común, las iniciativas para estudiar los efectos de estas plantas se ven manchadas por devaneos anticientíficos y tropicales que buscan glorificar las prácticas nativas. Para la muestra, hace un mes, también en El Espectador se promovía el yagé como promesa contra la diabetes con un 'triunfante' párrafo que anunciaba que la 'medicina' tradicional le había dado una lección a la verdadera medicina, lo cual es inducir a error al lector: los promotores del yagé jamás lo patrocinaron como un medicamento específico contra la diabetes; más bien, lo han promovido como una cura para todo.
Es la falacia del francotirador: decir que sirve para todo y, si les suena la flauta con algo (o, ya puestos, se hacen estudios metodológicamente defectuosos que concluyen que sirve para algo), cantan victoria y alegan que tuvieron razón desde el principio (!).
Los damnificados con todo esto son, evidentemente, los pacientes con diabetes, depresión y demás enfermedades utilizadas para dignificar esta droga. No faltarán los incautos que tomarán yagé buscando combatir su malestar, sin que haya evidencia que justifique esa decisión (y los resultados podrían, incluso, ser fatales).
En principio, la industria del yagé o ayahuasca no me molesta: es una droga más y todas las drogas deberían estar bajo el mismo régimen aplicado al alcohol y la nicotina. Sin embargo, resulta inaceptable que hagan afirmaciones gratuitas y le otorguen poderes mágicos y propiedades curativas que la ciencia no ha demostrado. Esto cuesta vidas.
(vía Victor Manuel | imagen: Pexels)
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