Hoy vamos a hacer un repaso de la ciencia que ha descubierto que en vez de libre albedrío nuestras decisiones serían determinadas.
Primero, fue el estudio de Libet, que registró actividad cerebral varios cientos de milisegundos antes de que las personas expresaran su intención consciente de moverse.
Luego, vino Dylan Haynes, cuyo primer estudio modernizó el de Libet y pudo predecir con exactitud del 60% de las veces qué elegirían los participantes. Su segundo estudio utilizó técnicas de exploración más precisas y fue capaz de confirmar sus hallazgos anteriores: que las intenciones motoras eran codificadas en la corteza frontopolar hasta siete segundos antes de que los participantes fueran conscientes de sus decisiones.
En 2011, Itzhak Fried estudió individuos con electrodos en sus cerebros, y pudo predecir el momento en que se toma una decisión con más del 90% de precisión. "La voluntad podría surgir cuando la acumulación de actividad de conjuntos neuronales cruza un umbral".
A mediados de 2014, un estudio realizado por el Center for Mind and Brain de la Universidad de California, Davis, y publicado en el Journal of Cognitive Neuroscience encontró que la ilusión del libre albedrío podría provenir de ruido del cerebro:
Este hallazgo proporciona evidencia para una explicación mecanicista de la toma de decisiones mediante la demostración de que la actividad neuronal en curso sesga las decisiones voluntarias sobre a dónde ir en un momento dado.
Sabemos cómo se crea nuestro sentido de agencia y que el proceso puede ser simulado. La creencia en el libre albedrío es irracional y, por lo tanto, peligrosa — es más, conocemos el lado oscuro del libre albedrío y no es bonito.
La ilusión del libre albedrío ha hecho mucho daño y lo peor de todo es que se encuentra incrustada en nuestros sistemas de administración de justicia. Ya que existen buenos motivos para encerrar a los criminales, recurrir a la ficción del libre albedrío como excusa es siniestro. El historial de los ordenamientos jurídicos basados en ficciones no ofrece ninguna seguridad jurídica a sus ciudadanos.
¿Qué más necesitan los compatibilistas para cambiar su punto de vista?
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