La idea de libertad religiosa y de que cada quién elige sus creencias es bonita, pero todavía le falta mucho para llegar a ser una realidad, como explica Mauricio-José Schwarz:
Un niño criado dentro de una religión, una persona captada por una religión o secta en un momento de debilidad emocional (nos puede pasar a todos, hasta al más escéptico) está viendo precisamente manipulada su libertad de modo que rechace los datos a cambio de un bienestar emocional necesario, o por miedo, o por presión social. "Creer libremente" es algo que se hace si desde niño te dan todos los datos de las distintas religiones y además te dan una sólida educación científica. Pero si naces y te bautizan (en una sociedad cristiana) o te circuncidan (en una judía o islámica), y vives tus primeros años rodeados de creyentes que continuamente echan mano de invocaciones religiosas para explicar la realidad además de manejar los habituales prejuicios contra "los otros" (judíos, gentiles, musulmanes, infieles, herejes, paganos, ateos, protestantes, católicos, hindús, sikhs, todos los que no tienen la religión de la familia, vaya, y que generalmente son presentados como malvados o despreciables), no es lógico que se considere que estás siendo libre en cuanto a tus creencias a los 18 años. Es más, estarás debidamente vacunado para creer que los datos que alguien te pueda dar son falsos, que la ciencia miente, engaña, actúa malévolamente, pretende condenarte al infierno o cosas similares. Los creyentes, por tanto, suelen ser las víctimas de los vendedores de creencias.
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