Normalmente, cuando hay una tragedia, algunos creyentes muestran una faceta muy desagradable que consiste en atribuirle a su amigo imaginario cualquier resultado no-fatal de la tragedia, sin caer en cuenta que lo que realmente están diciendo es que, pudiendo haberla evitado por completo, su dios permitió que la tragedia ocurriera y salvó selectivamente a unos pocos. Por lo general, los más ineptos de los sobrevivientes aseguran que dios los tiene en una misión especial, o son profetas, o alguna otra forma de delirio de grandeza, como ocurrió con Fernando Londoño Hoyos tras el atentado. Otros, simplemente juegan la carta de que dios los salvó a ellos por ser cristianos —o, peor, porque a pesar del saldo de muertos, el dictador celestial prefirió salvar el libro de ficción que relata sus fábulas—.
Esta conducta es moralmente reprochable porque no sólo aprovechan una tragedia para insistir machaconamente en que las personas deben creer en su dios, sino porque son amenazas de muerte tácitas: dios mata a los que no creen en él; lo que debería ser suficiente razón para mandar al carajo a quien sugiera que esta es una buena razón para creer en el dios cristiano.
Lo peor de todo es que parece que la actitud está normalizada: por eso fue la sorpresa del periodista Wolf Blitzer de CNN, cuando le preguntó a Rebecca Vitsmun, una sobreviviente del tornado de Oklahoma en 2013 que lo había perdido todo (amigos, vecinos y pertenencias), que si estaba agradecida con dios. Vitsmun, bastante conmocionada, le respondió que era atea, ocasionando uno de los silencios incómodos más largos en la carrera de Blitzer. ¿Qué lleva a un periodista de tanta trayectoria a hacer una pregunta tan obviamente insensible? Pues porque la idea de agradecerle a dios después de una tragedia está normalizada (!).
A finales de noviembre de este año, el vuelo 2933 de LaMia en el que viajaba el equipo brasileño de fútbol Chapecoense se accidentó en Antioquia (Colombia) y dejó un saldo de 70 muertos. A medida que se iban conociendo más detalles del suceso, como el hecho de que había tres sobrevivientes, muchos cristianos empezaron a decir que se habían salvado tres de sus correligionarios (ignorando que, posiblemente, la mayoría si no la totalidad de las siete decenas de muertos también eran cristianos). El caso ha sido diseccionado milimétricamente en la muy recomendable página Ateísmo para Cristianos.
Para mí, hacer proselitismo religioso con una tragedia es de mal gusto, y en el caso de los creyentes, además, una estrategia perdedora porque el argumento es débil y defectuoso. Eso no les quita su derecho a hacerlo; y cuando lo hacen, es legítimo responderles.
Eso fue lo que hizo la Asociación Brasileña de Ateos y Agnósticos (Atea) que, en su página de Facebook, cuestionó que se agradezca a dios por los sobrevivientes del vuelo de LaMia, pero no se le exija responsabilidad por las más de 70 muertes.
La imagen no le hizo ninguna gracia a la página de deportes del diario brasileño UOL, que acusó a la publicación de usar la tragedia para "hacer propaganda contra dios". Curiosamente, los muchachos de UOL no dijeron nada cuando, antes, los cristianos usaron la tragedia del Chapecoense para hacer propaganda a favor de su dios.
La publicación de Atea tampoco me gusta (too soon!), pero ellos también están en su derecho a utilizar la tragedia para responder a las tropelías de los creyentes. En los anales de la historia del periodismo deportivo quedará anotado cómo en UOL tomaron dos posturas radicalmente diferentes ante lo que es, básicamente, la misma actitud: utilizar una tragedia muy reciente para hacer un argumento en el libre mercado de las ideas.
Mal que les pese a estos periodistas deportivos, el argumento de los ateos brasileños es contundente (que no le quita lo de mal gusto): ¿qué tendría de amoroso (y digno de adoración) un dios que causa o permite la muerte de 70 personas inocentes? ¿Qué habría que agradecerle — que sólo le salvó la vida a unos cuántos? ¿Qué tan delirante hay que estar para argumentar algo así?
(vía Diego Vargas | imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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