Existen muchas razones de peso para oponerse a los procesos de 'paz' que el gobierno de Juan Manuel Santos adelanta con los grupos terroristas — la que a mí más me convence es la forma chambona y chapucera como se ha hecho, perpetuando causas objetivas del conflicto, como la discriminación.
Las violaciones sistemáticas al laicismo en el proceso son particularmente acojonantes, pues la preponderancia de privilegio religioso cristiano ha sido algo que el Gobierno ha hecho ad nauseam sin importarle en absoluto las minorías no-cristianas y, mucho menos, la no-creyente.
¡Y lo ha vuelto a hacer!
[A]hora la intención del Gobierno es vincular a los principales líderes cristianos de Colombia como “gestores de paz” y empezar a socializar el mismo acuerdo de La Habana.
De hecho en Bogotá ya se hicieron los primeros acercamientos con algunos de esos guías teológicos de varias regiones del país.
Sobre el tema, el informativo del ministerio del Interior dio a conocer que las iglesias a nivel mundial quieren participar del proceso.
Gloria Ulloa, presidenta para América Latina del Consejo Mundial de Iglesias, dijo que en la comunidad cristiana “tenemos una responsabilidad ética y moral de contribuir en la reconciliación del tejido social dentro de nuestro país”.
Efectivamente, el cristianismo tiene una responsabilidad ética y moral en la reconciliación, pues desde que se han entrometido en política no han hecho más que seguir promoviendo la intolerancia y discriminación propias de esa superstición — la manera de cumplir con su responsabilidad es dejar de meterse en la política; pero están haciendo todo lo contrario, con indebida invitación del Gobierno.
Eventualmente podría dejar pasar lo rematadamente idiota que es negociar con terroristas, la impunidad, la satanización de los críticos del proceso como "enemigos de la paz", la falsa equivalencia entre el proceso y la existencia real de paz, o que se ignoren las causas objetivas del conflicto, pero lo que no voy a dejar pasar es la violación al principio ilustrado y civilizador del laicismo.
Durante toda la triste existencia de esta republiqueta bananera, los ateos hemos sido ninguneados, perseguidos, expulsados y silenciados, y darle el visto bueno a este proceso sería premiar ese trato y fomentar que se perpetúe en el tiempo, con el agravante de contar con aval presidencial, y yo no haré algo semejante — no sé cómo, después de esto, podrán vivir consigo mismos Alejandro Gaviria o Humberto de la Calle, los dos no-creyentes más cercanos a la Casa de Nariño, habiendo prestado sus oficios a una administración patentemente troglodita, que legitima la discriminación los escépticos, porque el fin justifica los medios.
Y no, no soy un "enemigo de la paz" — de hecho, la mejor evidencia disponible señala que la diversidad religiosa favorece la paz, por lo que un gobierno verdaderamente interesado en la paz promovería la diversidad, en vez de cortejar a quienes han sido los principales promotores de la discriminación e instigado —directa e indirectamente— la violencia.
No sé qué clase de 'paz' discrimina ateos, perpetúa agendas machistas y premia mafias homofóbicas, pero tengo la suficiente honestidad intelectual para admitir que una 'paz' así no me interesa, porque es falsa y quien permita y avale algo así, sólo es cómplice de más discriminación. Allá cada quién con su conciencia.
(vía Néstor Patiño | imagen: MinTIC)
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