Un tema recurrente en los círculos ateos es la diferencia numérica entre hombres y mujeres no-creyentes — este patrón ha sido observado no pocas veces. Por ejemplo en el censo ateo mundial que se puso en marcha en 2012 (quienes no han participado, todavía pueden hacerlo) y cuyos resultados son bastante dicientes: sólo un 26,2% de la población que se identifica como atea o no creyente está compuesta por mujeres.
En marzo, el Pew Research Center publicó un estudio que explora la brecha de género en la religiosidad. A pesar de que son interesantes, sus hallazgos son motivo de perplejidad.
En general, las mujeres tienden a tener mayor afiliación religiosa y a rezar a diario más que los hombres. Mientras en el cristianismo las mujeres suelen tener un mayor compromiso religioso, en el islam, son los hombres quienes suelen mostrar un mayor compromiso religioso (y esto se ve reflejado en la asistencia a ritos religiosos).
La brecha de género religiosa es definitivamente más marcada en el cristianismo que para otros creyentes; sin contar el cristianismo, la religión es igual de importante para hombres y mujeres en casi todo el resto del planeta.
En general, hombres y mujeres creen por igual en el Cielo, el Infierno y los ángeles.
¿Por qué?
Sin embargo, para mí, la parte más interesante del estudio son las hipótesis que se han sugerido para explicar estas brechas de género.
Y a pesar de que estas diferencias se han visto desde la década de los Treinta, la respuesta corta es que todavía no sabemos por qué existen estas brechas de género en cuanto a religiosidad.
Las posibles explicaciones caen en la típica disputa naturaleza/entorno, pero ninguna tiene un poder explicativo satisfactorio o completo, ni cuenta con evidencia suficiente que dé cuenta de todas las diferencias y brechas encontradas a lo largo y ancho del mundo y de las diferentes religiones.
Por ejemplo, entre quienes afirman que hay una explicación natural se encuentran John P. Hoffman y Alan S. Miller, quienes afirman que los hombres estamos más dispuestos que las mujeres a apostar que no seremos castigados en el más allá, y por tanto tendríamos la tendencia a ser menos religiosos.
Basado en este planteamiento, el sociólogo Rodney Stark ofreció una causa fisiológica asegurando que los niveles generalmente altos de testosterona en los hombres dan cuenta de la brecha de género en la religión. Según él, el cada vez hay más evidencia de que la testosterona se asocia con una mayor propensión de los hombres a asumir riesgos, y por eso los hombres seríamos menos religiosos que las mujeres. Por inferencia, las mujeres son más religiosas porque tendrían menos testosterona que las lleve a tomar riesgos.
Por su parte, Matt Bradshaw y Christopher G. Ellison argumentan que la causa de la brecha sería genética en parte, ya que algunos estudios de influencias biológicas en la vida religiosa sugieren que "las diferencias genéticas representan aproximadamente un tercio de la variación"; no obstante, ellos reconocen el papel de las influencias sociales y ambientales. "Las predisposiciones biológicas siguen siendo una explicación viable, no probada, de las diferencias de género en la religiosidad".
A su vez, Freese y Montgomery opinan que la brecha de genero religiosa obedece a factores psicológicos asociados a los rasgos de personalidad de la "masculinidad" y "feminidad".
Como de costumbre, la explicación del entorno goza de un montón de proponentes. Según Trzebiatowska y Bruce se debe a la diferencia temporal con la que la secularización de las sociedades ha afectado de manera distinta a los hombres y las mujeres. Según Schnabel las mujeres en empleos bien remunerados a tiempo completo son menos religiosas porque reciben menos validación social por parte de las congregaciones religiosas frente a las mujeres que siguen roles y expectativas de género más típicas.
Para Voas, McAndrew y Storm, en Europa, la brecha de género religiosa disminuye con la modernización, más por el aumento del ingreso nacional per cápita que por la secularización o la igualdad de género. A medida que las mujeres adquieren más seguridad mediante el desarrollo económico, "el atractivo del compromiso religioso se desvanece", y "también es posible que con el crecimiento económico, los valores de las mujeres converjan con los de los hombres en cuanto a laicismo y racionalidad".
Norris e Inglehart proponen que las mujeres tienden a ser más religiosas para garantizar una seguridad emocional, en vista de que experimentan menor seguridad en sus vidas, por lo que serían más vulnerables que los hombres a las dificultades de la "pobreza, la deuda, la mala salud, la vejez y la falta de seguridad física". Por esta razón, le darían más prioridad a la religión, porque "proporciona una sensación de seguridad y bienestar".
Como dije, ninguna de estas explicaciones cuenta con la evidencia suficiente para ser la explicación. ¿A ustedes cuál les parece más plausible?
(vía Cherry Teresa | imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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