miércoles, 1 de febrero de 2012

2600 metros más cerca del disparate

A pesar de todas las voces que opinan lo contrario, lo cierto es que Bogotá me parece una ciudad invivible. Quedarnos con una capital que no era puerto -ni marítimo, ni fluvial- y que estaba empotrada en medio de tres cordilleras, a 2600 metros de altura sobre el nivel del mar en lo que alguna vez fue un gigantesco lago con un alto promedio de precipitaciones fue una receta para el fracaso a prueba de errores.

Sin embargo existe la corriente buenrollista de hacer de Bogotá un ejemplo de vida, de decir que es la Atenas de América Latina y un resto de afirmaciones grandilocuentes para una ciudad, capital y dizque metrópolis cuyos centros comerciales cierran a las 9 de la noche. Como se acaba de conocer que la ciudad es la tercera más costosa de América, Miguel Gómez, Representante de la Cámara y profesor universitario plantea unas inquietudes con respecto a la relación inversamente proporcional costo-calidad de vida de la ciudad, que me parecen acertadas:

La calidad de vida en Ottawa, París, Berlín o Berna es sencillamente espectacular. Pagar por tener acceso a ella resulta lógico.

Pero pagar mucho por vivir en una ciudad como Bogotá es una estafa.

Una capital semiparalizada, donde recorrer ocho kilómetros requiere una hora de tiempo. Bogotá es una metrópolis insegura, sin grandes opciones culturales, con el espacio público invadido por cuanto vendedor ambulante existe, la malla vial destrozada y un medio ambiente que es peligroso para la salud. Además, los servicios públicos son costosos y de regular calidad.

La ciudad tiene un enorme déficit de espacios de recreación; los parques están descuidados, llenos de graffitis; se inunda y una pequeña lluvia la paraliza convirtiendo cualquier desplazamiento en un suplicio.

Todo lo anterior implica que la calidad de vida en Bogotá nos es mala, sino pésima. Lo lógico sería que no tuviésemos que pagar mucho por vivir en estas condiciones. Pero no, además de mala, la ciudad es cara. ‘Cotudos y con paperas’.

Que Bogotá sea más cara que Buenos Aires, una ciudad que es hermosa por donde se le mire, que cuenta con uno de los metros más antiguos del mundo, resulta inexplicable.

Que sea más costoso vivir en Bogotá que en un hervidero cultural como Ciudad de México es algo que no tiene razón de ser. Que sea más caro vivir en Bogotá que en Santiago de Chile, una capital con niveles de seguridad parecidos a los de Europa es algo que no cabe en la cabeza.

En esa parte tiene razón, aunque luego se vaya lanza en ristre contra las últimas dos administraciones de la ciudad, sin tener en cuenta que llevamos cerca de 15 años con pésimos alcaldes, que nos han guiado directo hacia este abismo y que no parece que la cosa vaya a mejorar mucho.

Por mencionar algo más: el atraso en infraestructura vial también pasa cuenta de cobro.

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