Infortunadamente no pude asistir a la Cuarta Reunión Atea en Bogotá por motivos de fuerza mayor (celebración sorpresa del cumpleaños de mi tía e imposibilidad de escapar por las fuertes lluvias en la ciudad).
En todo caso la reunión fue un éxito y ya se empiezan a ver los resultados. Por ejemplo, ya tenemos página web propia y hay un acta fundacional que establece los principios.
Echándole una ojeada a esos principios, hay algo además de la letra con serifa y la imposibilidad de suscripción vía RSS que no me gusta:
¿Cómo, que qué? ¿El grupo ateo rechaza la blasfemia?
A ver si lo entiendo: las distintas reglas de las distintas religiones en las distintas regiones y según las distintas interpretaciones establecen qué es y qué no es blasfemia. Por ejemplo, para muchos musulmanes, el solo hecho de representar pictográficamente a Mahoma es blasfemo. Para otros tantos lo es decirle Mahoma en vez de utilizar la pronunciación árabe. Para otros tantos, lo es que las mujeres no utilicen una burka en público.
Para algunos cristianos es blasfemia defender la igualdad de derechos y oportunidades de los homosexuales, para otros es blasfemo citar la propia Biblia, para otros puede ser blasfemia dibujar un crucifijo yéndose a la caneca... en fin, creo que el punto queda claro: lo que es o no es blasfemia depende de las sensibilidades de los creyentes.
Pero creo que tenemos un problema aún más profundo y es que haya ateos que acepten y consideren el concepto mismo de blasfemia. La palabra "blasfemia" es un eufemismo para la censura y cualquiera que sea el sentimiento religioso ofendido, los ateos de Bogotá se están comprometiendo a callar cuando se encuentren con el primer crédulo que les diga que están blasfemando, ya sea porque dijeron que la Tierra es redonda o porque nuestras compañeras se pusieron jeans ajustados.
Esto es pegarse un tiro en el pie y amputar el activismo, porque básicamente el hecho de ser ateos es blasfemar. El ateo es el que no cree que exista ningún dios y ese es prácticamente nuestro mensaje, lo que defendemos y exigimos poder decirlo tan fuerte, ofensiva y repetidamente como nos venga en gana sin que por ello suframos algún perjuicio. Aceptar el concepto de blasfemia y tratar de no herir los sentimientos de los demás es precisamente lo que no debemos hacer.
Es un error del tamaño de un oceáno: es ceder ante el argumento de que hay libertades a las que simplemente tenemos que renunciar por el hecho de que otras personas podrían sentirse ofendidas porque no pensamos como ellos. Y no sé ellos, pero lo que soy yo, siento que por el simple hecho de ser ateo en un país predominante y fanáticamente católico ya estoy renunciando de plano a muchas libertades. Y no pienso renunciar a más.
Todo el punto de ser un ateo militante es defender el derecho de uno poder ir y decir que no cree en ningún ridículo cuento de hadas y que esa postura sea socialmente tan aceptable como cuando alguien afirma creer en un dictador celestial que nos enviará a los infieles a una eternidad de sufrimiento. ¿Por qué alguien si puede decir eso (¡sin que resulte ofensivo!) y yo tengo que callarme porque podría herir susceptibilidades?
¿Que acaso no es la religión ya lo suficientemente susceptible que se vuelve intolerante y discriminadora como para que abdiquemos desde ya? Pues yo no sé ellos, pero lo que soy yo tengo muy claro que jamás renunciaré a mi libertad de expresión y que así como los creyentes tienen el derecho a sentirse ofendidos, yo tengo el derecho a ofender. Curiosamente, la censura empieza en las legislaciones que prohíben ofender.
En todo caso la reunión fue un éxito y ya se empiezan a ver los resultados. Por ejemplo, ya tenemos página web propia y hay un acta fundacional que establece los principios.
Echándole una ojeada a esos principios, hay algo además de la letra con serifa y la imposibilidad de suscripción vía RSS que no me gusta:
II. Los principios aprobados dicen que el grupo:
d) Rechaza la violencia, la blasfemia y la discriminación
¿Cómo, que qué? ¿El grupo ateo rechaza la blasfemia?
A ver si lo entiendo: las distintas reglas de las distintas religiones en las distintas regiones y según las distintas interpretaciones establecen qué es y qué no es blasfemia. Por ejemplo, para muchos musulmanes, el solo hecho de representar pictográficamente a Mahoma es blasfemo. Para otros tantos lo es decirle Mahoma en vez de utilizar la pronunciación árabe. Para otros tantos, lo es que las mujeres no utilicen una burka en público.
Para algunos cristianos es blasfemia defender la igualdad de derechos y oportunidades de los homosexuales, para otros es blasfemo citar la propia Biblia, para otros puede ser blasfemia dibujar un crucifijo yéndose a la caneca... en fin, creo que el punto queda claro: lo que es o no es blasfemia depende de las sensibilidades de los creyentes.
Pero creo que tenemos un problema aún más profundo y es que haya ateos que acepten y consideren el concepto mismo de blasfemia. La palabra "blasfemia" es un eufemismo para la censura y cualquiera que sea el sentimiento religioso ofendido, los ateos de Bogotá se están comprometiendo a callar cuando se encuentren con el primer crédulo que les diga que están blasfemando, ya sea porque dijeron que la Tierra es redonda o porque nuestras compañeras se pusieron jeans ajustados.
Esto es pegarse un tiro en el pie y amputar el activismo, porque básicamente el hecho de ser ateos es blasfemar. El ateo es el que no cree que exista ningún dios y ese es prácticamente nuestro mensaje, lo que defendemos y exigimos poder decirlo tan fuerte, ofensiva y repetidamente como nos venga en gana sin que por ello suframos algún perjuicio. Aceptar el concepto de blasfemia y tratar de no herir los sentimientos de los demás es precisamente lo que no debemos hacer.
Es un error del tamaño de un oceáno: es ceder ante el argumento de que hay libertades a las que simplemente tenemos que renunciar por el hecho de que otras personas podrían sentirse ofendidas porque no pensamos como ellos. Y no sé ellos, pero lo que soy yo, siento que por el simple hecho de ser ateo en un país predominante y fanáticamente católico ya estoy renunciando de plano a muchas libertades. Y no pienso renunciar a más.
Todo el punto de ser un ateo militante es defender el derecho de uno poder ir y decir que no cree en ningún ridículo cuento de hadas y que esa postura sea socialmente tan aceptable como cuando alguien afirma creer en un dictador celestial que nos enviará a los infieles a una eternidad de sufrimiento. ¿Por qué alguien si puede decir eso (¡sin que resulte ofensivo!) y yo tengo que callarme porque podría herir susceptibilidades?
¿Que acaso no es la religión ya lo suficientemente susceptible que se vuelve intolerante y discriminadora como para que abdiquemos desde ya? Pues yo no sé ellos, pero lo que soy yo tengo muy claro que jamás renunciaré a mi libertad de expresión y que así como los creyentes tienen el derecho a sentirse ofendidos, yo tengo el derecho a ofender. Curiosamente, la censura empieza en las legislaciones que prohíben ofender.
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