Mi amigo Gabriel Andrade le pasó revista a las religiones orientales pretendiendo analizarlas a la luz de la razón, examen que fallaron épicamente. Este extracto sobre el karma es oro:
El karma legitima todas las injusticias del mundo. Es quizás la doctrina más emblemática de aquello que Marx describió como el “opio del pueblo”: mediante la idea del karma, se puede convencer al oprimido de que acepte su condición, pues tiene un castigo justo por las faltas de vidas pasadas. No es meramente casual que, la misma tradición religiosa que vio nacer la doctrina del karma, instituyera un brutal sistema de castas, el cual muchas veces se intenta justificar apelando a la justicia del sufrimiento acaecido por las faltas cometidas en vidas pasadas.
Tanto el budismo como el hinduismo intentan ofrecer un camino para escapar al ciclo de la reencarnación. Hay varios caminos en el hinduismo, unos más deplorables que otros. Está el camino de la renuncia y el ascetismo extremo. No hace falta ahondar sobre lo terrible que esto resulta: la renuncia y el ascetismo extremo ha hecho de la India un país atrozmente pobre: en el intento por escapar a este mundo sensorial, el hinduismo ha propiciado un abandono de la transformación material del mundo para satisfacer las necesidades más elementales.
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