domingo, 22 de mayo de 2016

¿Eres adicto a qué?



por Marty Klein:




Periódicamente, algún político, deportista o artista famoso se ve atrapado con sus pantalones abajo, dañando o incluso destruyendo su reputación, sustento y matrimonio. En cuestión de horas, mi correo electrónico comienza a zumbar, a medida que los carroñeros de los medios de comunicación circundan el cadáver fresco y quieren mi opinión experta: ¿Es Tiger Woods un adicto al sexo? ¿Lo fue Katharine Hepburn? ¿Qué hay de Eliot Spitzer, David Duchovny, Charlie Sheen, John Edwards?

El ciclo de noticias por cable/Internet veinticuatro horas no quiere que los expertos hablemos seriamente de esto — ellos simplemente quieren gente (¡Maury! ¡Tyra! ¡Las chicas de The View!) que va a anunciar, con la mezcla exacta de burla, sorna, gravedad y confianza total que fulano de tal es un adicto al sexo.

El schadenfreude es tan espeso que puede cortarse con un cuchillo. El moralismo hace las veces de simpatía. La furia hace las veces de comprensión matizada. Desde todos los rincones, oímos un coro griego de voces que vinculan las aventuras extramatrimoniales de alguien con el feminismo, la testosterona, Internet, el sadomasoquismo, el consumismo, o incluso el 11-S. Y luego, inevitablemente, llegan al arma de alto calibre: "adicción al sexo".

Aún más importante, estas palizas públicas son una oportunidad para que el público condene actos sexuales, mientras que lo disfrutan indirectamente. Estados Unidos ama una excusa para disfrutar del sexo a escondidas no autorizado. La caída de los ricos y famosos es ñapa.

Por eso, cuando USA Today llama sobre las acompañantes de alta gama de Eliot Spitzer, o CNN envía correos sobre el sexting de Anthony Weiner, por lo general soy bastante lento para responder a la horrible invitación.

Yo no diagnostico personas que no he conocido. Más importante aún, no utilizo el diagnóstico de la adicción al sexo. En 31 años como terapeuta sexual, consejero matrimonial, y psicoterapeuta, nunca he visto adicción al sexo. He oído hablar de prácticamente todas las variaciones obsesiones, fantasías, traumas sexuales, e implicación con trabajadores sexuales, pero nunca he visto adicción al sexo.

Los nuevos pacientes me dicen todo el tiempo cómo no pueden dejar de hacer cosas sexuales autodestructivas; aún así, no veo adicción al sexo. En cambio, veo gente lamentando las decisiones sexuales que toman, a menudo negando que se trata de decisiones. Veo gente que quiere cambiar, pero que no desean renunciar a lo que los hace sentirse vivos o jóvenes o amados o adecuados; quieren las ventajas de cambiar, pero no desean renunciar a lo que les hace sentir que son mejores o más atractivos o más traviesos que otras personas. Aún más importante, veo gente que quiere dejar de hacer lo que los hace sentirse poderosos, atractivos, o amados, pero ya que no quieren dejar de sentirse poderosos, atractivos o amados, parece que no pueden dejar el sexo repetitivo torpemente diseñado para crear esos sentimientos.

El conflicto sobre la adicción al sexo es importante para los humanistas por varias razones. "La adicción al sexo" es un arma especial que ahora es usada por la derecha religiosa para combatir el liberalismo percibido, ignorar la ciencia, y encender el miedo. También ayuda a legitimar el moralismo anti-sexo y la intolerancia. Y psicólogos, jueces, legisladores y medios de comunicación se lo están creyendo.

Cuando las personas se refieren a sí mismos o a otros como "adictos al sexo", ¿de qué están hablando en realidad? Más que nada, de una estructura de carácter narcisista simple: el típico "Supongo que pensé que podía salirme con la mía", "En el fondo, yo realmente no creo que las reglas se apliquen a mí", o "Cuando estoy herida, quiero alivio y no me importa mucho romper promesas o herir a los demás".

Si eso suena como gente normal —si suena como tú— no es sorprendente. El narcisismo es una condición humana común. Así que aquí está mi evaluación de casi todos los que son diagnosticados como adictos al sexo — ya sea por sí mismos, sus seres queridos, o por un adiccionólogo: se trata de alguien que es infeliz con las consecuencias de sus decisiones sexuales, pero a quien le resulta demasiado doloroso emocionalmente tomar decisiones diferentes. Ya saben, igual a como somos algunos de nosotros con las galletas, estrenando ropa, o viendo a las Kardashian en televisión.

Lo que quiere decir que no se trata de sexo. Se trata de una forma inmadura de tomar decisiones.

El resto de las personas que sienten dolor por su toma de decisiones sexuales generalmente están luchando con una o más de las siguientes: compulsividad, impulsividad, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno bipolar, trastorno de personalidad límite, o trastorno de estrés post-traumático. Una respuesta idiosincrática a la medicación también puede ser un factor.

Así que cuando la gente habla de adicción al sexo, ellos realmente están hablando de todo esto, y mucho más. Cuando alguien dice, "sexualmente, estoy fuera de control", eso no nos dice mucho. Cuando sabemos que alguien tiene una aventura después de otra; o que alguien se masturba regularmente hasta el punto de que le duele; o que alguien constantemente presiona a su mujer por sexo, independientemente de lo poco realista que sea (ella está en posparto, tiene gripa, sus padres están en la habitación de al lado, o tuvieron una gran pelea hace tan sólo unas pocas horas); o que alguien está buscando sexo anónimo en parques públicos de una forma que le ganaría tiempo en la cárcel y perder su trabajo; o que ese alguien mira tres horas de pornografía por noche, simplemente no sabemos mucho sobre la persona.

Por otra parte, cualquiera que diga "sexualmente, estoy fuera de control" es bienvenido automáticamente en la comunidad de los adictos al sexo — sin ningún intento de evaluar el estado mental de esa persona. Los terapeutas sexuales generalmente no se distraen con la parte sexual de las historias de los pacientes. Los que no tienen formación en sexualidad —como los llamados consejeros en adicción al sexo— suelen hacerlo.

Examinemos este fenómeno cultural con más detalle.

El origen de la "adicción al sexo": NO fue en la terapia sexual


Tal vez lo más interesante sobre el movimiento de adicción al sexo —y sin duda el más elocuente— es que no surgió del campo de la terapia sexual o cualquier otro campo relacionado con la sexualidad. Más bien, inició en 1983 por Patrick Carnes, que tiene antecedentes en la consejería de educación y el desarrollo organizacional. Él no afirma tener ninguna formación en sexualidad humana.

La "adicción al sexo" ha sido adoptada con entusiasmo por la comunidad de la adicción y, en menor medida, por los profesionales del matrimonio y la familia — estos últimos históricamente subentrenados e incómodos en cuanto a la sexualidad. Uno puede, por ejemplo, convertirse en consejero matrimonial con licencia sin haber escuchado las palabras vibrador, clítoris, azotes, beso de lengua, o panties durante su formación.

Casi treinta años después de su invención por Carnes, la "adicción al sexo" todavía no es un concepto popular en el campo de la terapia sexual, la educación sexual, o la investigación sexual. Por supuesto, a los medios de comunicación les encanta, los grupos de decencia lo adoran, y los que se identifican como algún otro tipo de adicto (alcohol, comida, drogas) lo aman, sobre todo si son fans de los doce pasos.

La PDAS


Así que, una vez más, ¿qué es la "adicción al sexo"? La herramienta clave de evaluación (y casi todo lo que necesitas saber del concepto) es la prueba de detección de adicción sexual (PDAS). Animo a todos a tomar el PDAS (es fácil de encontrar en línea en www.sexhelp.com — simplemente haz click en el enlace "¿Soy un adicto al sexo?"). La mayoría de los no-adictos al sexo se sorprenden bastante de lo alto que califican con este instrumento.

Un enorme porcentaje de la prueba pregunta sobre conductas no normativas, así como la ambivalencia sobre o el rechazo de la propia la sexualidad — sentimientos como la culpa, la vergüenza y el remordimiento. Ejemplos de preguntas indagan si:

• Compras regularmente pornografía o novelas románticas

• Tienes varias relaciones románticas

• Usas el sexo o las fantasías románticas para escapar

• Participas regularmente en comportamientos sadomasoquistas

• Te preocupa que tu comportamiento sexual sea descubierto

• Te preocupas con pensamientos sexuales o románticos

• Te preocupa que tu comportamiento sexual no sea normal

• Tu pareja se queja de tu comportamiento sexual

Para la mayoría de americanos, la respuesta a por lo menos algunas de estas preguntas es "por supuesto — ¿no es esto normal?" Y esto es parte del problema con el diagnóstico de la "adicción al sexo" — demasiados comportamientos y experiencias sexuales son patologizados.

Así que lo que la PDAS realmente mide es:

• ¿Creciste en una cultura negativa frente al sexo?

• ¿Tu sexualidad tiene un lado oscuro?

• ¿Tienes preguntas sobre el sexo o tu sexualidad?

• ¿Te sientes 100% cómodo con tu sexualidad?

Si la gente está siendo honesta su respuesta a las primeras tres es "por supuesto", y la respuesta a la última es "por supuesto que no". Pero cuando alguien se preocupa por preguntas que básicamente preguntan: "¿soy normal?" o tiene un esposo enojado, o un interés en el erotismo no-normativo, y tiene la negatividad religiosa o de la familia frente al sexo susurrándole al oído, es fácil interpretar sus respuestas PDAS ("sí, a veces me he preguntado si mi sexualidad es más fuerte que yo"; "sí, a veces he escondido aspectos de mi sexualidad de los demás", y así sucesivamente) como el reflejo de una enfermedad mental.

Así que el diagnóstico de la adicción al sexo es en muchos aspectos un diagnóstico de la incomodidad con la propia sexualidad, o de no encajar con las definiciones culturales de lo que es el sexo normal, y la lucha con ese contraste. Una cultura negativa frente al sexo como la de Estados Unidos engendra esa incomodidad y ese contraste. Decir que estos síntomas son adicción al sexo omite por completo el papel que juega la cultura negativa frente al sexo en la formación de la angustia de la gente con su sexualidad, que a menudo canalizan en un comportamiento repetitivo (en algunos casos insatisfactorio, en otros altamente satisfactorio) que puede ser difícil de comprender.

Sin criterios diagnósticos reales


Así que aparte de una alta puntuación en la PDAS, ¿cómo decide un profesional que alguien es adicto al sexo?

Tres décadas después de la introducción del término, todavía no hay un consenso sobre una definición. No es sorprendente, sin embargo, que no profesionales lo estén usando cada vez más. La frase retentiva anal es análoga; decir que alguien es "anal" solía tener un significado específico, técnico, y ahora es usada informalmente para sugerir cualquier cosa desde que alguien es bien organizado a que tiene ansias de control. Del mismo modo, la expresión "adicto al sexo" ahora es pronunciada muy liberalmente por los consejeros, personajes de ficción, fiscales y todos los demás para decir prácticamente cualquier cosa, desde tener libido alta a ser desagradablemente agresivo, a ser atrapado con un fetiche perverso, a tener vergüenza, a sentir ansiedad. Simplemente no tiene ningún significado real.

Y así, los terapeutas están dispuestos a diagnosticar a personas que nunca han conocido (como a Tiger Woods). Del mismo modo, mujeres enojadas o asustadas están diagnosticando a sus maridos y enviándolos a terapia, a menudo diciendo "o consigues un diagnóstico y tratamiento por adicción al sexo, o no vuelvas a casa, porque eso significa que no eres más que un bastardo egoísta".

Exactamente ¿qué tan sofisticado puede ser un diagnóstico psiquiátrico si (1) un profesional puede diagnosticar a alguien sin jamás haberse reunido con ellos, y (2) los legos sin ningún entrenamiento pueden diagnosticar?

A falta de estudios empíricos o una comprensión de la complejidad de la sexualidad humana (y la de sus variaciones transculturales), los consejeros de adicción han tratado de definir un "desorden" sexual basado en el modelo de dependencia química. Y así se habla de cosas como:

• Preocuparse por la persistencia o ansia de sexo; querer reducir e intentar limitar la actividad sexual sin éxito.

• Participar continuamente en el comportamiento sexual pesar de las consecuencias negativas, tales como relaciones rotas o riesgos potenciales para la salud.

• Sensación de irritabilidad cuando no se puede participar en el comportamiento deseado.

Los no criterios como estos se asemejan a la propia PDAS — ambigua, enraizada en suposiciones sobre lo que es "normal", y sustituye la evaluación rigurosa con juicios subjetivos.

Otra forma de conceptualizar la adicción al sexo es como una violación de las normas morales de la sociedad, junto con la angustia de alguien sobre esa violación. Uno no debe masturbarse demasiado, según las normas comunes; uno no debe tener demasiado sexo indiscriminado; engañar al cónyuge; estar demasiado involucrado sexualmente con pornografía, objetos o personas con las que no hay amor romántico para redimir el sexo (como levantes ocasionales o trabajadores sexuales). El concepto de la adicción al sexo ayuda a patrullar estos límites morales arbitrarios.

¿Cómo la tratas?


Los programas de tratamiento de adicción a la heroína nunca sugieren que el adicto reduzca a 3 o 4 inyecciones por semana. "Eres un adicto, así que no puedes usar heroína —o alcohol— nunca más" es mucho más cercano a lo que cabría esperar.

Entonces, qué tal si se usa el mismo modelo para el tratamiento de los adictos al sexo: "Sólo tienes que renunciar al sexo por completo", o "Nunca podrás masturbarte de nuevo". ¿No? Si el modelo funciona para otras "adicciones", ¿por qué no para el sexo? Dos respuestas vienen a la mente: (1) todo el modelo de adicción al sexo no tiene casi tanto rigor teórico, y (2) el mercado para un plan de tratamiento que aspire a la completa abstinencia sexual es, bueno, más bien limitado.

Ya es bastante malo que el vago modelo de salud o sobriedad sexual alentado por Sexo Adictos Anónimos (SAA) y Sexólicos Anónimos (SA) sea implacablemente heterosexual, monógamo, y se centre en el coito. No tiene sentido teórico, pero obviamente es un producto más comercializable que la abstinencia. Y ambos programas se adaptan al modelo de Alcohólicos Anónimos pidiéndole a los participantes que reconozcan su impotencia sobre su adicción, y le pidan a Dios que remueva sus deficiencias.

Sin lugar a dudas, para algunas personas hay muchas cosas útiles en los grupos de doce pasos. La ventaja de estas características se amplifica en el caso del sexo, donde hay tanta vergüenza, juicio cultural, y aislamiento autoimpuesto. Cuando vas a SA o SAA, ellos te dan la bienvenida a toda costa. Por supuesto, a la gente le encanta ir allí — imagina que estás luchando, que tienes secretos o que tu esposa está enojada o te sientes mal contigo mismo o te preguntas si eres normal. De repente, aquí hay un grupo que dice: "¡Estamos muy contentos de verte! ¡TE estábamos esperando!" Debe ser un alivio; uno casi se siente como un patán criticándolo.

Pero el encanto de la experiencia de los doce pasos no significa que estos grupos realmente curen (o incluso traten) un problema real.

Obviamente, hay problemas legítimos ahí fuera con respecto al comportamiento sexual. Hay personas que tienen relación tras relación, aparentemente siendo incapaces de no lastimar a sus seres queridos. Hay personas para quienes el sexo sin peligro no tiene ninguna emoción en absoluto. Hay personas que pasan horas cada noche en Internet, escribiendo con una mano, haciendo click en una nena emocionante tras otra. Y hay gente que parece que no puede mantenerse alejada de los salones de masajes, los servicios de acompañantes, los clubes de striptease, y los bailes privados. Lo intentan, pero no pueden.

Como psicoterapeuta, terapeuta sexual, y consejero de parejas, lo veo de primera mano. Recojo las piezas y ayudo a las personas a poner sus vidas en orden.

Yo simplemente no encuentro que la etiqueta de adicto al sexo sea clínicamente valiosa, ni me parece útil agrupar a personas sexualmente problemáticas de esta manera. También me molesta la reiterada afirmación de que si no conceptualizo a estas personas como adictos al sexo, soy ignorante o me falta compasión. Cuando algunos médicos coloniales progresistas se negaban a diagnosticar a los pacientes como poseídos por el demonio, eso no quería decir que les faltara compasión. Ellos simplemente no creían en el diagnóstico.

Por cierto, es justo preguntar cómo trato a estas personas clínicamente. Lo hago con psicoterapia y en ocasiones con terapia sexual; los medicamentos también pueden desempeñar un papel importante en algunos pacientes. En general, mi método funciona bastante bien.

Nueva ciencia basura


Puedes haber observado que esta es la década del cerebro, involucrando intentos de encontrar explicaciones neurológicas para todas las facetas de la emoción, la motivación y el comportamiento humanos.

Afortunadamente, la "adicción al sexo" no va a estar en la próxima quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association, que describe las enfermedades mentales para los médicos, el sistema de justicia criminal, la industria de seguros, y los estudiantes graduados. La principal razón para la exclusión es que no hay consenso sobre qué es esta "enfermedad", y no existen estudios científicos rigurosos para determinar las características o la trayectoria de su patología.

Pero, efectivamente, varios médicos e investigadores están tratando de establecer las bases científicas de la adicción al sexo — refiriéndose a la neurología y las hormonas, según lo determinado por escáneres cerebrales. Dichos investigadores han descubierto que cuando los llamados adictos al sexo están involucrados en relaciones sexuales (por ejemplo, al ver pornografía), la parte del cerebro que se enciende (la vía mesolímbica) es la misma parte que se ilumina cuando un adicto a la heroína se ha inyectado heroína.

¿Prueba convincente de la adicción al sexo? Ni siquiera está cerca. Esa es la misma parte del cerebro que se ilumina cuando vemos una puesta de sol, el Golden Gate, la dona perfecta, un magnífico touchdown, o la sonrisa de nuestro nieto. Nuestro cerebro, nuestra sangre y nuestras hormonas siempre reaccionan al placer — incluyendo el placer sexual. Los últimos 150.000 años de evolución como mínimo lograron eso con nosotros, pobres humanos.

La última entrada en la lotería de la adicción al sexo/química cerebral es la nueva ciencia basura de la "adicción a la pornografía". Una proponente principal, Judith Reisman (quien también afirma que Alfred Kinsey era un fraude pedófilo), se refiere a las venenosas "erototoxinas" liberadas en el torrente sanguíneo al ver material pornográfico. Otra promotora, Marnia Robinson, afirma que los cerebros de los adolescentes son tan plásticos que los niños se convierten en adictos a la pornografía fácilmente, lo que a su vez perjudica su capacidad para funcionar sexualmente con parejas reales. Ni un fragmento de evidencia nubla el juicio de Robinson o de Reisman sobre cómo es que las personas se vuelven adictas a sus propios productos químicos corporales cuando esos productos químicos están relacionados con el sexo en lugar de, digamos, un paseo por el parque o una producción de El rey Lear.

Los cruzados de la adicción al sexo y la adicción a la pornografía se quejan de que la pornografía es pésima educación sexual. Estoy de acuerdo, al igual que ver una persecución de coches en una película de acción es una pésima forma de aprender a conducir.

Por qué importa cómo lo llamas


En respuesta a preguntas tales como "¿Hay tal cosa como la adicción al sexo?" y "¿Cómo debemos conceptualizar el comportamiento sexual que aparece o se siente fuera de control?" me sorprende el número de profesionales que colapsan al responder "¿Qué importa cómo lo llamamos? El objetivo es ayudar a estas pobres personas".

Cuando la homosexualidad era llamada una enfermedad mental, importaba. Cuando las mujeres eran llamadas frígidas o ninfómanas o histéricas, importaba. Cuando un paciente es diagnosticado como poseído por el demonio en lugar de esquizofrénico eso importa claramente: determina el tratamiento a utilizar, y quién está capacitado para administrar el tratamiento. ¿Cómo pueden las personas que se ganan la vida usando palabras decir que no importa cómo lo llamas?

También importa cómo lo llamas, porque el modelo de la sexualidad está integrado en el modelo de la enfermedad. En el trastorno obsesivo-compulsivo, no decimos que el problema es el lavado de manos, y no enviamos a la gente a clínicas de lavarse las manos. Pero en la adicción al sexo, el problema es el sexo, y la gente es enviada a clínicas de adicción sexual.

Por último, llamar "adicción" a este comportamiento importa porque valida la idea de que estas personas están fuera de control. En cambio, tenemos que decir que sentirse fuera de control no es lo mismo que estar fuera de control. A la mayoría de los "adictos al sexo" no les gustan las consecuencias de sus elecciones sexuales, pero siguen tomando esas decisiones. Tenemos una palabra para este patrón de comportamiento — neurosis; y tenemos un tratamiento para él — psicoterapia (a veces con el apoyo de productos farmacéuticos).

El modelo de adicción comienza con "Admitimos que no teníamos poder". El modelo de terapia comienza con "Eres responsable de tus decisiones; me pregunto, ¿por qué sigues haciendo lo que te da lo que dices que no quieres?"

Lo que esto significa para los humanistas

• El movimiento de la adicción al sexo explota el miedo de las personas a su propia sexualidad. Como humanistas nos oponemos a cualquier cosa que explote el miedo.

• Recordando que la adicción al sexo es un concepto relativamente nuevo, podemos observar el contexto histórico y cultural del que surgió el movimiento — no tanto un contexto sexológico sino una narración sobre el miedo, el peligro, la impotencia y la victimización.

• El modelo de la adicción al sexo nos dice, inevitablemente, que el erotismo necesita ser controlado, y que el erotismo y el sexo comercial son peligrosos y problemáticos. Esto significa que el movimiento de la adicción al sexo, con la ayuda de la derecha religiosa, es compatible con la política pública centrada en el control de la sexualidad. Desafortunadamente ha tenido mucho éxito en ese sentido.

• El modelo de la adicción al sexo nos dice que la imaginación no juega un papel saludable en la sexualidad. Este malentendido fundamental de la naturaleza humana es en gran medida nuestro negocio.

La cuestión de a qué llamar un comportamiento sexual descrito como fuera de control es importante no sólo para la sociedad en general, sino para los humanistas en particular. En la medida en que el movimiento de la adicción al sexo trivializa la ciencia como uno de los muchos puntos de vista diferentes, eso nos afecta. En la medida en que trata de hacer encajar a las personas en una pequeña caja normativa de comportamiento sexual, eso es relevante para nuestra causa. Y en la medida en que patologiza comportamientos que no hacen daño a otras personas, es un buen ejemplo de lo que reemplazaría una política pública humanista.

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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