En 2006 la FAO publicó un informe que responsabilizaba a la ganadería por el 18% de la emisión de gases efecto invernadero, que, desde entonces, se convirtió en un caballito de batalla del fundamentalismo vegano.
Sin embargo, personas más interesadas en la verdad que en la ideología han cuestionado la cifra — por ejemplo Simon Fairlie, un agricultor exvegetariano, que pone de manifiesto los errores en su libro Meat: A Benign Extravagance. De hecho, en su reseña del libro, George Monbiot admite que la evidencia es lo suficientemente convincente para dejar de condenar todo el consumo de carne:
Fairlie muestra que [la FAO] cometió una serie de errores básicos. Le atribuye toda la deforestación que culmina en la cría de ganado en el Amazonas al ganado: en realidad está impulsada principalmente por la especulación de la tierra y la explotación forestal. Confunde las emisiones de la deforestación de una sola vez con la contaminación en curso. Comete errores similares en sus cuentas de óxido nitroso y metano, confundiendo producción bruta y neta. (A la inversa, la organización subestima en gran medida el consumo de combustibles fósiles por la agricultura intensiva: su informe parece haber sido informado por un poderoso sesgo en contra de la ganadería extensiva).
Fairlie demuestra que la eficiencia de la producción de carne fue mal valorada y que una comparación adecuada debería mirar la cantidad de tierra necesaria para producir carne con la tierra necesaria para producir productos vegetales del mismo valor nutritivo para los seres humanos. Los resultados son radicalmente diferentes.
En el libro, además, Fairlie señala que el problema de la flatulencia del ganado como factor de emisión de gases efecto invernadero radica en el modelo agrícola y la forma en que se alimenta a los animales, pero que no es un asunto derivado del consumo de carne.
Hace unos años, Eliot Coleman escribió una columna señalando esto mismo, recordándonos, de paso, que el carbono que emiten los animales no aumenta el CO2 total porque ya estaba en el ciclo del carbono —en las plantas—:
Obviamente alguien se beneficia al hacer que el consumo de carne y la cría de ganado sean un hombre de paja fácilmente atacado (con la ayuda entusiasta de los grupos vegetarianos) con el fin de cubrir la contribución singular de las únicas nuevas fuentes de carbono —la quema de carbono almacenado en los los combustibles fósiles y, en menor medida, la fabricación de cemento (ya que ambas liberan carbono almacenado por largo plazo)— como la razón para el aumento de los gases de efecto invernadero en la era moderna. (Sólo por hacer una comparación ridícula, los seres humanos, cada uno exhala aproximadamente 1 kg de CO2 por día, son responsables de 33% de CO2 más por año que el transporte de combustibles fósiles. Tal vez deberíamos deshacernos de nosotros.)
Si mato a un novillo para mi comida, y ese novillo creció en mi granja, yo no soy responsable de ningún aumento de CO2. El animal criado en pasto que come la hierba en mi campo no está produciendo CO2, simplemente lo recicla (ciclo del carbono a corto plazo) como han hecho los animales de pastoreo (y los seres humanos) desde que evolucionaron. El consumo de carne no es el responsable de un aumento de los gases de efecto invernadero; es el sistema de transporte de maíz/soya/fertilizantes químicos/engorde en los que se crían animales industriales. Cuando pienso en el reto de la alimentación en el norte de Nueva Inglaterra, donde vivo, con nuestros propios recursos, no puedo imaginar que eso se pueda hacer con éxito sin el ganado rumiante capaz de convertir los pastos en alimento. No sería fácil o conveniente para los cultivos herbáceos en el terreno pedregoso y/o montañoso que nos ha servido durante tanto tiempo como pastura productiva. En comparación con mi novillo alimentado con pasto, las semillas de soya cultivadas para la cena de un vegetariano, si se hacen con equipos motorizados, son responsables del aumento de CO2.
Pero, ¿qué pasa con el metano en toda esa flatulencia del ganado? El exceso de flatulencia es también una función de una dieta poco natural. Si la flatulencia del ganado con una dieta natural de pastoreo fuera un problema, el calor habría sido atrapado hace 1000 años cuando, por ejemplo, había 70 millones de búfalos en América del Norte por no hablar de innumerables ciervos, antílopes, alces, caribúes y así comiéndose toda la vegetación y, a su vez siendo comidos por nativos americanos, lobos, leones de montaña, etc. ¿El metano de su digestión y el óxido nitroso de su estiércol causó entonces un aumento en la temperatura? ¿O podría haber hoy otros factores resultantes de la agricultura industrial, que modifican los procesos naturales, y que no están siendo tenidos en cuenta? Por mucho tiempo se ha sabido que cuando los pastizales son fertilizados químicamente se aumenta su productividad pero disminuye su diversidad vegetal. Un estudio reciente en la revista Rangelands (Vol. 31, No. 1, pp 45 — 49) documenta cómo la diversidad disminuida por sólo sembrar dos o tres gramíneas y legumbres en pastizales modernos resulta en la disminución de la disponibilidad de numerosos compuestos nutricionales secundarios, por ejemplo los taninos de las hierbas de pasto menores, que son conocidos por reducir en gran medida las emisiones de metano. ¿No podría la fecundación artificial de los pastos aumentar en gran medida el NO2 del estiércol? ¿No podría el fósforo aumentado, lejos de ser tan abundante en los sistemas naturales, haber modificado la digestibilidad? Estoy seguro de que la investigación futura documentará otros factores de las prácticas agrícolas industriales que contribuyen en las emisiones de origen animal. El hecho es claro. No es la ganadería; es la forma en que crían. Pero ¿qué pasa con la limpieza de la selva tropical brasileña? Pues bien, la mayor parte de eso es para la soya y si dejáramos de alimentar con grano el ganado gran parte de la superficie cultivada en la actualidad con cereales en la región central podría convertirse en pasto de nuevo y no necesitaríamos las tierras brasileñas. (El ganado estadounidense consume actualmente cinco veces la cantidad de grano que la población de Estados Unidos consume directamente.) Y el pasto a largo plazo, como las Grandes Llanuras hicieron alguna vez, almacena una enorme cantidad de carbono en el suelo.
Como siempre, cada quién es libre de elegir su dieta y ninguna es moralmente superior a la otra — sin embargo, es justo que todos podamos tomar estas decisiones conociendo la mejor evidencia disponible (y no con análisis sesgados y estadísticas manipuladas al mejor estilo de la FAO).
Si te volviste veg siguiendo tu conciencia ambiental, la intención es loable, aunque tal vez quieras reconsiderar esa decisión.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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