Desde que leí El mundo y sus demonios de Carl Sagan quedé con la impresión de que las evidencias testimoniales pueden ser un arma de doble filo y terminar en condenas de inocentes.
Las recientes lecturas de neurociencia han ayudado a fortalecer esa creencia, y parece ser que no soy el único con inquietudes al respecto.
Con una postura racional y científicamente informada, Ani Aharonian sale en defensa de los testimonios, en oposición a la corriente que se ha venido gestando: