Algunos se han alegrado del nombramiento de Angelino Garzón como vicepresidente de la administración Santos. Yo no. Como lo propio de una Banana Republic, Angelino ha aprovechado para volverse una figura mediática que no se pierde ninguna oportunidad de robar cámara.
Su corrección política tendiente al populismo provincial lo perfila como un tipo que, en funciones y a nombre del vicepresidente de la República le pide favores a su amigo imaginario, se agarra con el gobierno que él mismo representa sobre la medición de la pobreza y ahora quiere obligar a los colombianos a perdonar a los victimarios, asesinos, expoliadores, violadores y déspotas ignorantes que han masacrado al país por muchos años. Primero dice que la puerta está abierta para negociar con los terroristas:
Esto hace parte de esa estupidizante campaña pacifista de que la paz vale la pena conseguirla sin importar el precio que haya que pagar por ella. Es lo más imbécil de lo que he tenido conocimiento, después de la religión y el racismo.
Pero aún hay más. No feliz con esto, ahora Garzón también salió a pedir que se perdone a los militares violadores de derechos humanos:
¿De qué sirve encontrar la verdad si no podemos usarla? ¿De qué sirve saber quién fue responsable de qué masacre si con esa verdad me toca perdonar a la fuerza (¿es eso verdadero perdón?)?
¿Y si yo no quiero reconciliarme? ¿Si existe alguien que no quiere hacer las paces con los desalmados que sembraron una mina antipersona que le costó una pierna? ¿Si alguien no quiere perdonar que haya mantenido secuestrado a un familiar por doce años? ¿Por qué va el gobierno a obligar a perdonar a las personas? ¡Eso es una decisión del ámbito personal! El gobierno nada tiene que hacer ahí.
Y ciertamente yo no estoy dispuesto a perdonar. No perdono que se me haya robado la oportunidad de viajar por mi país y conocerlo. No perdono que mis congéneres y yo hayamos tenido que vivir presos del miedo. Y estoy en todo mi derecho, ¿o no?
No, no se debe. Se debe, eso sí, hacerles juicio penal y que un juez determine su responsabilidad y dictamine si es preciso que pasen tiempo tras las rejas. Mucho más los policías y los militares que incurrieron en violaciones de derechos humanos.
Esos desgraciados estaban ahí afuera, en mi nombre, representándome a mí -y a muchos otros-, para defender a los ciudadanos de los embates de terrorismo y el hampa y la delincuencia, no para tomarse el poder en sus manos y llevar más sufrimiento a los ciudadanos. Y en mi nombre, le exijo a la justicia que los investigue, acuse y condene. Yo no perdono que en mi nombre se hayan violado derechos humanos. ¿Qué tan difícil de entender puede ser eso?
No, la sociedad no tiene que nada. La sociedad tiene que exigir respeto y una forma de conseguirlo es, precisamente, que los uniformados que violaron derechos humanos paguen sus condenas.
Encuentro asquerosamente ofensivo que el vicepresidente se refiera a estas violaciones de derechos humanos como "errores". Así como cuando uno se levanta una hora después de que sonó el despertador. Así: "errores".
Como bien mencionaban cuando Garzón criticó los cambios del gobierno en la forma de medir la pobreza para obtener resultados favorables, Santos no puede echar a esta piedra en el zapato, como haría con cualquier ministro.
Eso significa que estamos condenados a tres años más de este sinvergüenza gozando de un salario salido del erario y atropellando todos los valores por los que vale la pena luchar en una sociedad. Ya acabó con la justicia y el laicismo. ¿Qué sigue?
Su corrección política tendiente al populismo provincial lo perfila como un tipo que, en funciones y a nombre del vicepresidente de la República le pide favores a su amigo imaginario, se agarra con el gobierno que él mismo representa sobre la medición de la pobreza y ahora quiere obligar a los colombianos a perdonar a los victimarios, asesinos, expoliadores, violadores y déspotas ignorantes que han masacrado al país por muchos años. Primero dice que la puerta está abierta para negociar con los terroristas:
El vicepresidente angelino Garzón aseguró que el Gobierno de Juan Manuel Santos no tiene cerradas las puertas para la paz con las Farc.
Dijo que independiente de las actuales circunstancias, el presidente tiene disposición de hacer la paz.
“A pesar de todos estos hechos de violencia, de terrorismo y de criminalidad organizada, el presidente Juan Manuel Santos tendrá toda la generosidad para construir caminos de perdón, de reconciliación y de paz”, sostuvo el primer mandatario.
Esto hace parte de esa estupidizante campaña pacifista de que la paz vale la pena conseguirla sin importar el precio que haya que pagar por ella. Es lo más imbécil de lo que he tenido conocimiento, después de la religión y el racismo.
Pero aún hay más. No feliz con esto, ahora Garzón también salió a pedir que se perdone a los militares violadores de derechos humanos:
El vicepresidente de la República, Angelino Garzón señaló que en el proceso de la búsqueda de la paz es necesario crear mecanismos para buscar la verdad y reconciliación de las víctimas con los victimarios, los cuales en su mayoría son miembros de grupos armados.
¿De qué sirve encontrar la verdad si no podemos usarla? ¿De qué sirve saber quién fue responsable de qué masacre si con esa verdad me toca perdonar a la fuerza (¿es eso verdadero perdón?)?
¿Y si yo no quiero reconciliarme? ¿Si existe alguien que no quiere hacer las paces con los desalmados que sembraron una mina antipersona que le costó una pierna? ¿Si alguien no quiere perdonar que haya mantenido secuestrado a un familiar por doce años? ¿Por qué va el gobierno a obligar a perdonar a las personas? ¡Eso es una decisión del ámbito personal! El gobierno nada tiene que hacer ahí.
Y ciertamente yo no estoy dispuesto a perdonar. No perdono que se me haya robado la oportunidad de viajar por mi país y conocerlo. No perdono que mis congéneres y yo hayamos tenido que vivir presos del miedo. Y estoy en todo mi derecho, ¿o no?
Sin embargo, en una propuesta que dará mucho de qué hablar, Garzón manifestó que todo este proceso se debe buscar un perdón con los policías y militares quienes incurrieron en violaciones de derechos humanos.
No, no se debe. Se debe, eso sí, hacerles juicio penal y que un juez determine su responsabilidad y dictamine si es preciso que pasen tiempo tras las rejas. Mucho más los policías y los militares que incurrieron en violaciones de derechos humanos.
Esos desgraciados estaban ahí afuera, en mi nombre, representándome a mí -y a muchos otros-, para defender a los ciudadanos de los embates de terrorismo y el hampa y la delincuencia, no para tomarse el poder en sus manos y llevar más sufrimiento a los ciudadanos. Y en mi nombre, le exijo a la justicia que los investigue, acuse y condene. Yo no perdono que en mi nombre se hayan violado derechos humanos. ¿Qué tan difícil de entender puede ser eso?
“La sociedad tiene que abrir un proceso de reconciliación con los políticos y militares que en el marco del conflicto interno también pudieron cometer errores”, precisó el Vicepresidente.
No, la sociedad no tiene que nada. La sociedad tiene que exigir respeto y una forma de conseguirlo es, precisamente, que los uniformados que violaron derechos humanos paguen sus condenas.
Encuentro asquerosamente ofensivo que el vicepresidente se refiera a estas violaciones de derechos humanos como "errores". Así como cuando uno se levanta una hora después de que sonó el despertador. Así: "errores".
Como bien mencionaban cuando Garzón criticó los cambios del gobierno en la forma de medir la pobreza para obtener resultados favorables, Santos no puede echar a esta piedra en el zapato, como haría con cualquier ministro.
Eso significa que estamos condenados a tres años más de este sinvergüenza gozando de un salario salido del erario y atropellando todos los valores por los que vale la pena luchar en una sociedad. Ya acabó con la justicia y el laicismo. ¿Qué sigue?
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