En Catrecillo, Antonio Vélez Montoya tiene una magnífica explicación de las ventajas de jugar de local. Este extracto despejó mi mayor inquietud sobre el fenómeno:
La respuesta la sugieren los trabajos de campo de los etólogos: el deterioro psicológico producido por los residuos arcaicos del complejo territorial, aún presentes en el hombre moderno. En efecto, estas preprogramaciones genéticas hacen que los integrantes del equipo visitante sufran los efectos anímicos adversos que afectan a todo foráneo (en el fondo, el partido se convierte en un “combate” en territorio “ajeno”). Se explica, entonces, con gran transparencia, por qué tantas veces el visitante se muestra nervioso, pesimista, tímido, inseguro y muy disminuido psicológicamente, mientras que el anfitrión, por el contrario, luce tranquilo, optimista, confiado, arrogante a ratos, seguro de sí mismo y agigantado.
Las perturbaciones emocionales llegan en ciertos momentos a ser tan profundas, que por sí solas son capaces de explicar los triunfos fáciles del local frente a contendores mucho más poderosos. A medida que el visitante se achica, el local se agranda; mientras el dueño del territorio se muestra dominante y enérgico, el contendor se hace cada vez más sumiso y débil. El visitante comete errores inexplicables, lo que aumenta su inseguridad, y con ello, sumado a la hostilidad ruidosa del público, que acentúa los factores emocionales negativos, se incrementan las imprecisiones y los errores, lo que, a su vez, se traduce en una mayor inseguridad. Este círculo vicioso se amplifica y refuerza hasta que todos los planes y estrategias del visitante se desmoronan. El resultado no es difícil de predecir: una victoria más para el equipo de casa.
Todo el artículo es muy bueno, está más que recomendado para los lectores amantes del fútbol.
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