Por fin me he leído Mala ciencia de Ben Goldacre.
Mi intención no es hacer una reseña, pues otros ya las habrán hecho mucho mejores; sin embargo sí quiero dejar muy claro que el libro me ha encantado y recomiendo leerlo. No tiene pierde.
Goldacre maneja un tono desenfadado y tiene una sutileza para la ironía envidiable, además de que es cómplice con el lector e invita a cuestionar sus propias afirmaciones y sugerencias. Todo un caballero.
Confieso que de ser posible, habría citado su libro cada párrafo de por medio... ¡pero son 360 páginas (de entretenido análisis calmado y racional a las pseudociencias y el daño que causan en el mundo)!
Con el libro aprendí y me divertí mucho. El capítulo sobre el efecto placebo es simplemente fascinante; como también lo fue la sección dedicada a desmitificar los antioxidantes. Entre todo lo que aprendí, quizá, lo que más llamó mi atención es que, al igual que los psíquicos, los nutricionistas no existen.
Así es; el llamado nutricionismo no es una disciplina científica seria. Y es que aquello que constituye una dieta saludable ya es de dominio público: comer balanceadamente, gran ingesta de frutas y verduras y hacer ejercicio con regularidad. Listo, ahí está, el nutricionismo en dos líneas.
Claro, no todo fue perfecto. Por ejemplo, Goldacre derrapó feo en los únicos tres párrafos que le dedica a los transgénicos, tal como explica JM Mulet. Pero aparte de eso, es un libro maravilloso.
Mi intención no es hacer una reseña, pues otros ya las habrán hecho mucho mejores; sin embargo sí quiero dejar muy claro que el libro me ha encantado y recomiendo leerlo. No tiene pierde.
Goldacre maneja un tono desenfadado y tiene una sutileza para la ironía envidiable, además de que es cómplice con el lector e invita a cuestionar sus propias afirmaciones y sugerencias. Todo un caballero.
Confieso que de ser posible, habría citado su libro cada párrafo de por medio... ¡pero son 360 páginas (de entretenido análisis calmado y racional a las pseudociencias y el daño que causan en el mundo)!
Con el libro aprendí y me divertí mucho. El capítulo sobre el efecto placebo es simplemente fascinante; como también lo fue la sección dedicada a desmitificar los antioxidantes. Entre todo lo que aprendí, quizá, lo que más llamó mi atención es que, al igual que los psíquicos, los nutricionistas no existen.
Así es; el llamado nutricionismo no es una disciplina científica seria. Y es que aquello que constituye una dieta saludable ya es de dominio público: comer balanceadamente, gran ingesta de frutas y verduras y hacer ejercicio con regularidad. Listo, ahí está, el nutricionismo en dos líneas.
Claro, no todo fue perfecto. Por ejemplo, Goldacre derrapó feo en los únicos tres párrafos que le dedica a los transgénicos, tal como explica JM Mulet. Pero aparte de eso, es un libro maravilloso.
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