Mi amiga Rebecca Bradley está escribiendo una serie de artículos sobre pirámides, y la primera parte abre con este batacazo a las pretensiones magufas de que las pirámides significan algo especial:
Aquí hay una obviedad: antes de que se inventaran las máquinas, una buena forma de construir un gran monumento era amontonar un número muy grande de piedras u otros materiales en una estructura que era grande en la parte inferior y pequeña en la parte superior. El resultado sería estructuralmente estable, altamente visible en el paisaje, cercano al cielo, y tendría una gran vista desde la parte superior. Es tan buen concepto, en efecto, que monumentos con grandes partes inferiores y pequeñas partes superiores aparecieron de forma independiente en todo el mundo antiguo, aunque personalizados por las diferentes culturas — cámaras internas opcionales, escaleras exteriores, con lados escalonados o lisos o redondeados, puntas afiladas, estructuras que coronan, etc.
El problema es que, aún siendo tan tremendamente diversas como son, todas ellas son llamadas pirámides hoy en día, incluso las que técnicamente no son nada por el estilo. Y entonces, los fanáticos con una agenda pseudoarqueológica, señalan la amplia distribución de las pirámides en el mundo antiguo como evidencia de alienígenas ancestrales, tecnología abandonada, o alguna variante de la sarta de la Atlántida. Esto es bastante malo cuando lo hacen con monumentos reales, pero especialmente irritante cuando arrastran los llamados monumentos que no fueron hechos por la mano del hombre (o extraterrestres). La naturaleza, al parecer, también tiene una predilección por los accidentes geográficos con grandes partes inferiores y pequeñas partes superiores y, por cierto, podemos encontrar algunas pirámides muy transitables.
Pocas veces ve uno tal maestría en el uso de la navaja de Ockham.
(imagen: Wikipedia)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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