Un cristiano que firma como Alejandro Ortiz, posiblemente en un arrebato de triunfalismo por la victoria del NO el domingo 2 de octubre, se hartó de que activistas LGBTI como Mauricio Albarracín o Marcela Sánchez traten de tender puentes con los evangélicos.
Así que Alejandro decidió responder con una muy sincera muestra de amor cristiano, asegurándose de recalcar que los cristianos sí están en guerra con los LGBTI (y los ateos, y los feministas, y ambientalistas, y evolucionistas):
En realidad los colombianos temerosos de Dios somos cada vez más y tenemos derecho a expresar nuestra convicciones así como las han hecho las feministas, comunidad LGBTI y ahora los ateos.
Estos últimos ahora, organizados en asociaciones, dicen que Colombia es un Estado laico y que los cristianos no debemos ingresar a la política. Pues a ellos les recuerdo que Dios puso al primer rey de Israel y nos recuerda que “nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las legiones celestiales.” Efesios 6:12
Justamente esos poderes de las tinieblas incluye al LGBTI, a su terco lobby que impide a los gays y lesbianas llegar a los pies de Cristo, a los ateos que niegan la realidad innegable de un Dios Creador, a los evolucionistas, feministas, ambientalistas extremos, defensores de la marihuana, abortistas y demás grupos de presión que quieren echar por tierra lo que diez millones de evangélicos amamos: La Sagrada palabra de Dios.
El pasado 10 de agosto mostramos en las marchas por la familia el poder que tenemos. Fuimos capaces de sacar a Gina Parody del Ministerio de Educación y de hacer ganar el NO en el plebiscito, a pesar de la fuerte y desigual campaña santista. En las marchas por la familia de agosto dijimos que queremos que la Biblia sea el Manual de Convivencia de los colegios. Creemos que eso es lo que el país necesita y lo seguiremos defendiendo. También queremos que el enfoque de familia cristiano sea el que se defienda en los acuerdos de paz.
[...]
La directora de Colombia Diversa, Marcela Sánchez, comentaba que “aquí no hay una guerra con los evangélicos” Pues es equivoca. Si estamos en una guerra, una de naturaleza espiritual. No hay con nosotros negociación posible. Jamás cederemos en la defensa de la familia, de los valores.
Los verdaderos cristianos, los no caídos en la apostasía, sabemos que no es posible dar, conceder o permitir derechos, por más máscara de civiles que tengan, si contradicen la Biblia. Todos los intentos por subvertir el orden natural instaurados en la Creación serán repelidos en cada uno de los púlpitos domingo a domingo, como lo hemos hecho hasta ahora.
Esta batalla la ganaremos con votos y dentro de pocas décadas pondremos a un pastor por presidente. Cambiaremos las lesivas decisiones de la Corte Constitucional que han ido en contra de la vida, de los bebes no nacidos, de la familia, del orden natural…. De la Palabra de Dios.
[...]
A todos los ateos, gays, lesbianas, ambientalistas extremos, feministas, evolucionistas, Cristo les invita a que asistan este domingo a la iglesia cristiana más cercana para empezar una nueva vida en Cristo. Porque llegará el día en el que Dios pondrá a su diestra a los salvados y a la izquierda – si a la izquierda – a los malditos.
No sé qué parte es la más chistosa: si donde nos amenaza con una cámara de torturas termodinámicamente imposible, donde nos maldice (algo que, por cierto, es blasfemia — afortunados aquellos a quienes no les ha tocado el cristiano que le espeta a uno "No maldigas", porque eso significa que su dios perfecto hizo algo mal), que crea que nos importa la patética idea del juicio final, o la risible idea de "salvarnos" de nosotros mismos, o el hecho de que su supuesta superioridad moral es traicionada por el placer morboso que sentiría con el sufrimiento de quienes pensamos diferente.
Varios amigos comentaron desde la indignación y la frustración, llegando incluso a decirme que se impresionan de ver que cuando las cosas están muy mal, todo puede ser peor.
Yo no comparto esa valoración: esto es lo que llevo diciéndoles hace mucho tiempo — por su propia naturaleza, el cristianismo no puede ser civilizado, no puede ser gay-friendly, no puede respetar el laicismo, no puede respetar al otro, es antidemocrático. Al igual que con cualquier creencia que pretende tener la verdad absoluta, la naturaleza de la religión es a imponerse, y por eso es incompatible la libertad, la igualdad, la democracia y los derechos. Esto no es nada nuevo: lo único nuevo, es que ahora lo dicen sin tapujos, ni esconder su intolerancia con retórica pseudo-ilustrada.
¡Y esa honestidad se agradece! Por lo menos, yo la agradezco. Porque esconder la homofobia con falsas preocupaciones sobre la familia, el machismo en su patológica obsesión con los fetos, y la teocracia bajo el discurso de la "libertad religiosa" que ni ellos mismos se creen, ha servido para engañar a personas honestas y honorables como Mauricio Albarracín y Marcela Sánchez, para creer que pueden tender puentes y diálogar con el enemigo... como si un judío pudiera tender puentes de amistad y respeto con un nazi.
Yo no me explico de dónde sale la indignación. Acaso, ¿de qué creían que iba el cristianismo? ¿Es que no han leído la Biblia? ¡Está todo ahí! Genocidios, racismo, incesto, homofobia, ateofobia, machismo, intolerancia, discriminación. Este tipo está aplicando el libro al pie de la letra.
Lo único de todo esto que pica mi curiosidad —e, igual, sin indignarme— es que estas personas, con una agenda tan marcadamente antidemocrática, estén dispuestas a pasar por todo el proceso democrático de revocar las conquistas sociales de derechos. Si la democracia les rebota tanto, ¿para qué molestarse en adoptar sus formas? A diosito no le importará un comino si se deciden por métodos más directos y en consonancia con sus fines.
Y, ténganlo por seguro, que lo van a lograr. No porque tengan a ningún ser ficticio al que le rezan de su lado, sino porque lo único que puede evitar esto es el laicismo — y en Colombia este es rechazado, visto con desdén, despreciado y odiado, incluso por las personas cuyas causas dependen de él —como los derechos sexuales y reproductivos, y los LGBTI—. A la gran mayoría de personas del bando pro-derechos (mi bando, pues) no les hierve la sangre cada vez que se destinan recursos públicos para patrocinar una o varias religiones.
Y hasta que eso no cambie, todas nuestras causas están perdidas.
(imagen: Facebook Álvaro Uribe Vélez)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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