domingo, 22 de mayo de 2011

Indígenas del Amazonas se oponen a minería porque va contra su religión

Una de las peores formas de tomar decisiones es hacerlo teniendo en cuenta lo que dice tal o cual religión.

Para poner un ejemplo, al terminar la II Guerra Mundial, algunos judíos reclamaban el territorio que hoy conocemos como Israel y la ONU, precedida por Inglaterra decidieron cederles ese espacio de tierra porque su país debía ser en donde decía el libro sagrado.

Por mí que hubieran tomado media Alemania, media Austria y un pedazo de Italia e instalaran allí a los judíos. Era lo más justo. Pero no. Por ponerse a seguir las instrucciones del cuento de hadas, decidieron ponerlos rodeados de sus enemigos naturales -los islámicos... lo que hacen las religiones- y los dejaron ahí para que se desencadenara una guerra que no tiene fin previsible: el conflicto del Medio Oriente.

Pues bien. En Colombia podríamos aprender de esa experiencia. Resulta que en el Amazonas colombiano hay una disputa entre las comunidades indígenas, el Estado y una transnacional canadiense por un territorio en donde se podría hacer minería. No es que yo esté en favor de la explotación ambiental indiscriminada y la destrucción de ecosistemas, pero es hora de que ese debate tome un poco de altura pues la mitad de lo que dicen las poblaciones indígenas tiene que ver con sus supersticiones y ridículas creencias:
En el corazón del Amazonas colombiano se está dando un conflicto a imagen y semejanza de la exitosa película: comunidades indígenas ancestrales se enfrentan a una minera empresa canadiense que busca oro en su territorio sagrado.
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Leonardo Rodríguez Makuna está convencido de que el día en que los mineros pisen el chorro de La Libertad será el fin de su etnia. Para ellos, esa caída de agua es la fuente de la vida. Es un territorio intocable.
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"Todos los indígenas que se metieron con el oro hoy están extintos. El oro es el reflejo de la luz en la tierra, es tan sagrado que es mejor dejarlo quieto", advierte sentado en una casa a orillas del río Apaporis, mientras cuadra en qué canoa podrá llegar al debate en que 300 indígenas de la región discutirán este dilema.
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Los chamanes de las 12 etnias cuentan que la humanidad se creó en el Apaporis, un río de aguas oscuras que atraviesa parte de la Amazonia. Y en particular, ese nacimiento se dio en Yuisi, un chorro de aguas en medio de una serranía, en donde se originó la vida. De ese complejo de agua y montañas, también conocido como La Libertad, depende el equilibrio de la selva. Solo los mayores pueden contemplar sus aguas y las mujeres tienen prohibido siquiera mirarlo. Se dice que cada vez que un chamán hace una curación se conecta con el pensamiento a esa cascada. Todos los años en marzo, las comunidades celebran el ritual del Yuruparí, en el que los niños reciben la conexión espiritual con Yuisi, que les da el paso a su vida adulta.
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Ese sitio es tan importante para ellos que nunca han permitido allí ninguna actividad humana. La comunidad que hoy está en Bocas del Taraira, que llegó hace décadas de otra región del Vaupés, intentó asentarse en esa zona y tuvo que ser reubicada varios kilómetros abajo.
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En lo que hay consenso, por diferentes razones, es en que esa selva en su conjunto es "sagrada".

Machismo, maltrato infantil, ignorancia, superstición, miedo, maldiciones... todos los ingredientes de una religión.

Existen verdaderas razones, y de peso, para no permitir la explotación minera económica de la zona, pero las creencias religiosas no son ninguna de esas.

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