domingo, 30 de agosto de 2015

El surgimiento de los 'libertarios culturales'



Las 'guerras culturales' han dado como resultado nuevas interacciones e ideologías que se salen del esquema clásico de derecha-izquierda.

Por ejemplo, con cierta regularidad se hacen llamados a la censura y se etiqueta muy alegremente a personas y movimientos de ser racistas, machistas, homofóbicos, transfóbicos y otra serie de adjetivos con los que se evita el debate de ideas que les resultan incómodas. Se ha reemplazado el intercambio de ideas por los ataques ad hominem (con alarmante frecuencia, basados en muñecos de paja) y la noción implícita de que nadie con las ideas incorrectas merece respeto, que automáticamente han renunciado a sus derechos o que el matoneo es una forma legítima de tratarlos — sólo por tener opiniones impopulares. Regresan los delitos de pensamiento.

Prácticamente, no pasa un mes en el que no sepamos de casos en los que la corrección política ha conseguido callar a alguien que decía cosas incómodas. Desde la amenaza de un fanático antitransgénico a las absurdas acusaciones de racismo contra Charlie Hebdo, he recahzado este autoritarismo cultural y he defendido el derecho a expresar ideas molestas, 'discriminatorias' y discriminatorias, incluso cuando son ideas que desprecio profundamente.

Por supuesto, no he sido el único que ha luchado contra esta nociva tendencia. Lo que durante los últimos tres años se ha convertido en una parte central de De Avanzada, se ha venido consolidando como una nueva ola que Allum Bokhari bautizó como "libertarianismo cultural".

Ahora, en un artículo que relata pormenorizadamente el surgimiento del libertarianismo cultural, Bokhari explica contra qué lucha y en qué cree:

Contra qué luchan


Los autoritarios culturales tanto de izquierda y derecha ocupan la mayoría de las posiciones de poder en el gobierno, la academia y los medios de comunicación. Ambos sostienen que el arte y la expresión puede ser perjudicial. Los conservadores dicen que las películas y los videojuegos excesivamente violentos son la causa de los tiroteos en las escuelas y la delincuencia juvenil. Esta era la opinión de Jack Thompson, quien lideró una cruzada contra los videojuegos violentos y las letras del rap a finales de los 90 y principios de los 2000.

Los progresistas sostienen que los medios de comunicación "problemáticos" pueden conducir al racismo y la misoginia. En palabras del crítico cultural izquierdista Jonathan McIntosh, "las representaciones mediáticas opresivas pueden ser perjudiciales sociológicamente".

En los argumentos de Thompson y McIntosh subyace la idea de que la cultura es una influencia corruptora, que debe ser vigilada. Este punto de vista tiene poca evidencia científica que lo apoye. Un reciente estudio a largo plazo no encontró ninguna relación entre los videojuegos y el sexismo, y el crimen violento ha estado en declive por décadas a pesar del aumento de la violencia en los medios. No obstante, siguen apareciendo los argumentos de un vínculo.

Los nuevos autoritarios no están simplemente preocupados por vigilar el arte y el entretenimiento, sino también la expresión de todos los días, sobre todo en la publicidad. El psicólogo social Jonathan Haidt y el defensor de la libertad de expresión Greg Lukianoff publicaron recientemente un artículo para The Atlantic en el que describen un nuevo movimiento para "limpiar los campus [universitarios] de palabras, ideas y temas que puedan causar molestias u ofender". Los autoritarios culturales esperan controlar la sociedad controlando cómo se expresa.

Los libertarios culturales no están de acuerdo. El columnista liberal Nick Cohen señala que cambiar las palabras y cambiar la sociedad son dos cosas diferentes. "La mentira de que puedes cambiar el mundo cambiando el lenguaje está de regreso", escribe. "No puedo decirles cuántas buenas personas [son conducidas] fuera de la política de izquierda... porque no se dieron cuenta de que las palabras que eran aceptables ayer son inaceptables hoy".

Con el fin de controlar lo que ven como expresión peligrosa, los autoritarios suelen recurrir a acusaciones casuales y espurias de machismo, racismo y homofobia. El objetivo es manipular los límites del discurso aceptable untando a sus objetivos con etiquetas socialmente inaceptables y cancelar a los expositores que no les gustan como si fueran intolerantes, así no tienen que involucrarse con los argumentos del expositor.

El margen de expresión y arte socialmente aceptables a veces se llama la "ventana Overton". El propósito de muchas críticas contemporáneas, de acuerdo con los libertarios culturales, tiene como objetivo mover o simplemente reducir esa ventana.

Los críticos culturales desde la derecha y la izquierda afirman que el arte puede ser perjudicial, pero nunca proporcionan evidencia adecuada de cómo esto podría ser así. Lo que los libertarios culturales han encontrado es que si simplemente se niegan a disculparse, y rechazan de plano cualquier acusación infundada de intolerancia o fanatismo, nada malo sucede.

Algunos de ellos, por supuesto, van un paso más allá y torean activamente a sus críticos. Ahora son comunes espectaculares berrinches de los "justicieros sociales" en redes sociales porque las cosas no resultan como quieren.

También han deducido que las personas que incitan los ataques de turbas en redes sociales tienen una influencia enormemente desproporcionada gracias a sus plataformas de publicación y que no sólo están irremediablemente fuera de contacto con la opinión popular sino que sus tácticas son desagradables e intimidantes, a menudo virando hacia la crueldad y la persecución directa.

Otros liberales en buenos términos están alejándose lentamente de los extremistas en su propio lado: en la revista New York, Jonathan Chait admitió a principios de este año que "la policía del lenguaje está pervirtiendo el liberalismo". El columnista Freddie deBoer, mientras que regañó a Chait por ser condescendiente, apoyó su argumento central.

Los libertarios culturales reconocen que los esfuerzos para vigilar el lenguaje y la expresión no sólo son contraproducentes, sino también frágiles. La gente que pide un mayor control son un pequeño segmento de la población, cuya voz es amplificada por el apoyo de los medios. Para luchar contra ellos, todo lo que tienes que hacer es ignorarlos — o, mejor aún, burlarte de ellos.

Ya que la tendencia de la "justicia social" toma problemas aparentemente marginales y los eleva a la categoría de batallas históricas por los derechos civiles, y que el humor escasea dondequiera que haya puntos de vista autoritarios, los libertarios culturales han encontrado que aguijonear a sus enemigos con críticas mordaces y sátira es altamente efectivo.

Con frecuencia, se puede encontrar a los libertarios culturales metiéndose con críticos que se toman demasiado en serio o son excesivamente apasionados, sobre todo al hacer argumentos engañosos sobre el supuesto "efecto en el mundo real" de los medios supuestamente violentos u ofensivos. Su actitud es refrescante para los lectores cansados de ser sermoneados por columnistas y bloggers elitistas, y es una de las razones por las que el libertarianismo cultural está ganando terreno rápidamente.

Lo que creen los libertarios culturales


Libertad de expresión. Ninguna idea es demasiado peligrosa para los libertarios culturales, que quieren libertad artística e intelectual totales. A menudo hacen chistes deliberadamente escandalosos y dan opiniones extravagantes para poner a prueba los límites de aceptabilidad. No es de extrañar que los líderes del movimiento a menudo atraigan a muchos seguidores del mundo caótico, políticamente incorrecto de tableros de imágenes anónimos como 4chan.

Se oponen a las políticas de identidad y la humillación pública. El movimiento también puede ser visto al criticar los métodos modernos de control cultural y el neo-puritanismo que dicen ha infectado la crítica cultural moderna. El último de ellos es una erupción de vigilantismo en línea inspirado en la justicia social donde los que se ofenden de oficio utilizan el poder de las redes sociales para destruir las reputaciones y carreras de sus objetivos. Justine Sacco, que se enfrentó a la indignación mundial y perdió su puesto de trabajo por un solo chiste políticamente incorrecto, es una víctima conocida. El astrofísico Dr. Matt Taylor y el bioquímico Sir Tim Hunt también fueron víctimas de esta forma moderna de matoneo.

Sentido del humor. Los libertarios culturales combaten la ira con el ridículo. Hay una cierta ridiculez con la que bloggers y adictos a redes sociales se erigen en un nuevo sacerdocio, lo que los hace un blanco fácil para la comedia. Como anota el editor del MIT Technology Review, Jason Pontin: "los tiranos, los autoritarios y los activistas todos odian el sonido de la risa". Los libertarios culturales entienden esto instintivamente.

El fin de la cultura de la niñera y del "espacio seguro". Desplegada contra los libertarios culturales está la obsesión por el control del establecimiento, a izquierda y derecha, y la segunda venida de la corrección política encarnada en los movimientos de "espacios seguros" en el campus. Este último movimiento afirma que los estudiantes son demasiado frágiles para ser expuestos a ideas peligrosas, y que incluso el discurso ofensivo suave puede causar daño emocional permanente. En Internet, estos activistas cuentan con el apoyo de medios como Vox y Buzzfeed.

Defensa de la libertad personal. Los libertarios culturales pueden tener sus propias opiniones sobre cómo deben vivir sus vidas las personas, o tener baja tolerancia para el discurso ofensivo. Pero lo que los distingue de sus oponentes es su rechazo a los intentos de imponerle normas personales a los demás.

Defensa de espacios para opiniones incómodas. La columnista de Reason Cathy Young es una crítica de la "retórica machista" de bloggers masculinistas como Daryush Valizadeh, pero sin embargo, ella defendió el derecho a expresarse de Valizadeh después de que activistas lanzaron una campaña para prohibirlo en Canadá. Los libertarios culturales son serios sobre la protección de las libertades de las personas que desprecian.

Hechos por encima de los sentimientos. De la mano de su compromiso con la libertad de expresión va un desprecio por el periodismo guiado por narrativas. Los libertarios culturales son muy críticos con poner los "sentimientos sobre los hechos" en general, pero especialmente cuando da lugar a fallos en la reportería como en el caso de Duke Lacrosse, la debacle de la revista Rolling Stone, Emma "la niña del colchón" Sulkowicz y GamerGate.

Defensa de consumidores y productores frente a traficantes de pánico. Los libertarios culturales son aliados naturales de los consumidores y quieren que la fanaticada tenga acceso a una amplia variedad de cultura y de ideas. También defienden el derecho de los editores y creadores de contenido a experimentar ampliamente con el arte y creen que nada debe estar "fuera de los límites", sin importar qué tan incómodas pueda hacer sentir a algunas personas.

Celebran la cultura en todas sus formas. Los libertarios culturales se pueden dividir en tres grandes categorías: agitadores de vanguardia, que generan titulares provocando a los "justicieros sociales", seguidos por una coalición de académicos, periodistas y comentaristas sociales que prestan sustancia intelectual al movimiento.

Por último, comediantes, directores y estrellas de cine que reconocen la amenaza a la libertad creativa que suponen los regaños culturales; ellos se interponen con cautela cuando las críticas autoritarias se extralimitan.

En un artículo de seguimiento, Bokhari señala algo que, para mí, ha sido claro desde el principio: esta no es una batalla reciente. Desde John Stuart Mill, entendemos que la libertad debe ser protegida a partes iguales frente al Estado y de la tiranía de las opiniones populares.

Sea religión vs. ciencia, oscurantismo vs. Ilustración, políticas de identidad vs. democracia, posmodernismo vs. modernidad y progreso, discriminación 'positiva' vs. igualdad, Justicieros Sociales (SJWs) vs. industria del entretenimiento, sentimientos vs. libertad de expresión, o puritanismo (y neopuritanismo) vs. prostitución y pornografía, esta es una lucha constante porque el autoritarismo cambia de fachada, adopta nuevas formas e ideologías y se presenta con un nuevo sabor pero siempre es la misma mierda.

Para expresarlo en el lenguaje de los analfabetos: la libertad es mi cultura, así que si alguien la encuentra ofensiva, bien puede ir a quejarse al mono de la pila.

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