A finales de 2015 el papa Frank anunció la canonización de Teresa de Calcuta, adjudicándole dos 'milagros': la curación de Monica Besra, cuyo tumor abdominal desapareció tras años de tratamiento, y la remisión espontánea del tumor cerebral de un brasileño anónimo.
Ahora el Vaticano estableció la fecha en la que Agnes Gonxha Bojaxhiu —el verdadero nombre de Teresa de Calcuta— será canonizada, el 4 de septiembre.
Hoy sólo resta recordar que Teresa de Calcuta sólo es una santa para los católicos, pues nadie en su sano juicio podría ver como una figura digna de reconocimiento a esta fanática: un fraude que se regodeaba con el sufrimiento y la pobreza (ajenas, claro, porque ella iba a los mejores hospitales de EEUU), que trabó amistad con dictadores y fascistas, que iba a otros países a interferir con la política pública y oponerse a las leyes que permitían derechos básicos como el divorcio y la interrupción voluntaria del embarazo.
Como de costumbre con estas cosas, los católicos tienen derecho a rendirle culto a quien quieran (o les ordenen desde el Vaticano). No es la primera vez que canonizan a alguien que no puede ponerse al día con la más básica decencia humana, por no mencionar la ética o la moral, y no será la última.
Pero que ellos consideren que estas personas son santas o figuras dignas de admiración, o que sentaron un buen ejemplo, no cambia el hecho demostrablemente cierto de que Teresa de Calcuta causó y perpetuó mucha miseria y sufrimiento evitables y prevenibles y que, a día de hoy, su orden de misioneras sigue con su macabro legado.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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