domingo, 17 de julio de 2011

El Ateísmo NO es una religión

Héctor Abad Faciolince se pronunció sobre ese tinterillo con diploma, esbirro de Torquemada que tenemos por Procurador, llamado Alejandro Ordóñez.

Aunque el texto es principalmente una analogía de cómo sería un islamofascista al frente de la Procuraduría, en algún momento hace esta afirmación:

Pero sería igual de detestable si este fuera un judío ortodoxo, un ateo militante, un evangélico renacido, un masón de la logia más oscura o un católico recalcitrante. Un ateo al estilo estalinista prohibiría toda creencia y convertiría las iglesias, las sinagogas y las mezquitas en museos de la Edad Oscura, cuando los humanos eran tan brutos que creían en Dios y en la religión. El ateísmo militante puede llegar a parecerse también a una forma de religión al revés. La hoz y el martillo reemplazan al Sagrado Corazón.

No. No sería igual de detestable si fuera un ateo militante. Depende de lo que haga el ateo militante, pues no todos los ateos militantes tienen por costumbre amputar las libertades individuales.

El tono que maneja Abad siempre que se acerca a la religión es de extremo respeto y acomodacionismo y me genera repulsión. El ateísmo es una religión en la misma medida en que calvo es un color de pelo.

El puño de hierro de Stalin lo fue por su comunismo, no por el ateísmo. El ateísmo -la carencia de amigos imaginarios- no le dice a nadie cómo comportarse ni establece guías éticas de ninguna naturaleza. Esa es la diferencia de por qué era relevante el catolicismo de Hitler y no lo fue el ateísmo de Stalin.

Y existen diferencias grandes entre la militancia atea y el fundamentalismo religioso. La principal y más importante: los medios. Siempre se podrá contar con la base de cristianismo extremista dentro de los grupos de supremacía aria, como el Ku Klux Klan. Siempre podremos contar con personas como Osama Bin Laden, que tienen a un lado su dichoso y estúpido Corán y al otro, material bélico de todo tipo.

Y siempre podrán contar con Christopher Hitchens, Richard Dawkins o Michel Onfray, cuyas mejores armas son los micrófonos y la pluma.

¡A que la diferencia es grande! Porque sólo los cretinos morales derivan su ética de los cuentos de hadas de la edad de bronce que fueron escritos por esquizofrénicos pastores de ovejas que oían la voz de su amigo imaginario.

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