miércoles, 25 de enero de 2012

El mal que ha durado cien años

El dicho es que "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista", pero existen varios males que ya superan el siglo.

Digamos que los primeros males que duraron cien años (y más) son los tres grandes monoteísmos. Ya llevan sus buenos siglos. Yo pensaba que el siguiente mal en cumplir los cien años sería la guerrilla terrorista de las Farc, pero me equivoqué. Esta semana ingresa a esa especial lista la prueba más fehaciente de que el asqueroso puritanismo religioso ha permeado nuestras sociedades y leyes:

Esta semana se cumplen cien años de la firma del primer tratado internacional contra las drogas y aunque hoy se da por hecho que los gobiernos cooperan en la lucha contra el tráfico de heroína o cocaína, no ocurría lo mismo en 1912. BBC Mundo les cuenta cómo era la guerra contra las drogas en aquel entonces.

Hace cien años, las drogas pasaban con facilidad de un país a otro sin que las autoridades interpusieran grandes obstáculos. Todo empezó a cambiar con la Convención Internacional del Opio, por la que los países firmantes se comprometieron a detener el comercio de opio, morfina y cocaína.

La radical oposición al consumo de drogas, al suicido asistido y a la eutanasia surgen de la idea retardataria y estúpida de que no somos dueños de nuestros cuerpos, sino que estos nos los prestó dios, por un ratico, esta vida, y que si estamos en una situación de intenso dolor, eso es una prueba que tenemos que superar en este valle de lágrimas. (¡¡Me hacen sentir tan rata de laboratorio!!)

Y recurrir a medidas que alivien o distensionen el sufrimiento es hacer trampa.

Yo, por el contrario y a falta de pruebas de que me equivoco, considero que cada quién es dueño de su propio cuerpo y que mientras no perjudique a nadie más, puede hacer con el lo que a bien tenga, desde drogarse y suicidarse, hasta cuidarlo como si fuera una reliquia y nadie tiene por qué decirnos cómo vivir nuestras vidas. (Y si los otros sufren por uno, esa es su decisión - si somos dueños de nuestros cuerpos, somos los únicos responsables de nuestros sentimientos y emociones.)

A todas estas resulta curioso: han muerto más personas en la guerra contra la marihuana que por consumir cannabis; la única droga del mundo que jamás ha matado a nadie.

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