Ya tenemos otro pésimo artículo sobre drogas en la prensa nacional, específicamente en Kien & Ke.
Esta vez no sólo han buscado a la "pobre víctima" por n-ésima vez -un tal Fabián Peña-, sino que además fueron más allá y resulta que no todas las drogas son malas. Si vienen con absurdas creencias y ridículos rituales indígenas, esas drogas molan y hay que legitimarlas y hasta ofrecerlas como 'medicina'.
Por supuesto, es una historia más de promoción acrítica del yagé, la droga de algunas religiones precolombinas:
¡No se sanó! ¡Cambió una droga por otra! Es como cuando la gente deja "las drogas" por Jesús: pasan a un vicio peor, que derrite el cerebro de manera inexorable y funde las capacidades críticas más allá de lo humanamente posible.
Así como el señor Peña fracasó en todos sus intentos académicos y los abandonó por la cocaína y el bazuco, de la misma manera yo soy testigo de cómo una muy buena amiga mía dejó su carrera de comunicación, cuando iba para octavo semestre, por consumir yagé.
¿Por su experiencia? ¿Así es que pretende curar "males físicos" y otras cosas? ¿Cómo es que pretende mostrar que es "un remedio sano" si no es por medio de métodos y medidas objetivas, cuantificables y medibles?
Eso de que esa droga del yagé sólo pueda ser preparada por los charlatanes de las comunidades indígenas me suena a que es más embuste que otra cosa. Cualquier medicina debe poder ser reproducible por expertos, en condiciones objetivas de experimentación.
¿Qué tiene el yagé, objetivamente diferenciable, que lo hace una droga 'buena' a diferencia de sus vicios anteriores? ¡Nada!
Por cierto, la propuesta de Peña es como para que a uno le sangren los ojos:
Ahh, sí, pero que a los niños indígenas del Putumayo les den ayahuasca que deprime su sistema nervioso central y les enseñen que es un remedio (basados en esa concepción tan cristiana, de que estamos enfermos por el hecho de ser humanos), le trae sin cuidado. Pues vaya con el humanitario Fabián Peña.
Pero apenas está calentando motores:
Loas al colectivismo. A ver con qué más sale:
No, no son delincuentes, ni víctimas (en gran parte de los casos), ni enfermos. Son personas, que han tomado decisiones sobre sus vidas. Punto. ¡Ahora es enfermo y victimizante utilizar la libertad! No pues, qué maravilla.
Ahh, genial: ofrecer pseudociencia y tratamientos que no han superado los más básicos estándares científicos. Sí, seguro que eso hará.
Y es que este es un coctel de muchas cosas molestas y clichés periodísticos: el buensalvajismo, la promoción de la pseudociencia a cascoporro, el desprecio por la civilización, el tono moralista y la hipocresía que utilizan. Que sean serios: o todas las drogas son buenas o ninguna lo es. Que unas vengan con canticos guturales de Kumbayá y personas vestidas con plumas no cambia esa condición.
Y por cierto, ¿cuándo harán un artículo positivo sobre las drogas? A las drogas también les debemos mucho, desde grandes composiciones musicales, hasta campañas publicitarias y de responsabilidad social capaces de movilizar a millones de personas. ¿Por qué nadie está contando esas historias?
Esta vez no sólo han buscado a la "pobre víctima" por n-ésima vez -un tal Fabián Peña-, sino que además fueron más allá y resulta que no todas las drogas son malas. Si vienen con absurdas creencias y ridículos rituales indígenas, esas drogas molan y hay que legitimarlas y hasta ofrecerlas como 'medicina'.
Por supuesto, es una historia más de promoción acrítica del yagé, la droga de algunas religiones precolombinas:
Existía una fundación que trabajaba con medicina tradicional indígena. Con yagé, frutoterapias y tratamientos con plantas ancestrales. Esa opción había dado resultado con varios drogadictos y alcohólicos, desesperados por escapar de su mal. “Mis papás no vieron nada malo en probar y me contactaron con la fundación Fundater. Allá me recibieron, me atendieron y me fue pronosticada la sanación”. Esto fue hace ocho años. Fabián intentó la medicina alternativa, el saber indígena. Desde que lo probó, notó el cambio.
Fundater es apoyada por indígenas del Putumayo, quienes comparten sus secretos, y son los únicos autorizados para dar ‘remedio’, es decir, yagé. “Me conectaron con el Taita, y me invitó a viajar a su comunidad, en el cabildo de Osococha, del resguardo Yunguillo en el Putumayo. Conocí una familia aborigen, con heridas y en proceso de desatropellamiento a su historia, algo de lo cual no se ha dicho nada”.
Fabián tuvo la oportunidad de vivir con ellos más de cuatro meses. “Su territorio es hermoso, el río Caquetá cuando empieza a nacer: es una quebradita”, recuerda del lugar donde pasó su más duro proceso de desintoxicación. “La gente vive con la naturaleza, la respeta y la adora. Comí su comida. Bebí su bebida. Practiqué sus ritos y trabajé con ellos”, asegura. Su contacto con las labores en el monte y el esfuerzo que sudaba a diario lo ayudaron a limpiarse. Llegó al límite de la exigencia física y mental y descubrió que tenía vida. “Fue fundamental para sanarme”.
¡No se sanó! ¡Cambió una droga por otra! Es como cuando la gente deja "las drogas" por Jesús: pasan a un vicio peor, que derrite el cerebro de manera inexorable y funde las capacidades críticas más allá de lo humanamente posible.
Así como el señor Peña fracasó en todos sus intentos académicos y los abandonó por la cocaína y el bazuco, de la misma manera yo soy testigo de cómo una muy buena amiga mía dejó su carrera de comunicación, cuando iba para octavo semestre, por consumir yagé.
Conocí los secretos del yagé
Fabián reconoce que vivió tanto tiempo con los indígenas que aprendió las bondades de la bebida sagrada, producto de la cocción de dos raíces íntimamente relacionadas entre sí, y cuyo método de preparación sólo dominan los líderes de las comunidades indígenas. “No me considero digno de hablar de cómo lo hacen. Pero por mi experiencia supe que el yagé es capaz de restaurar la mente, las neuronas, la sensibilidad. No sólo curar males físicos. Es un remedio sano, no malicioso como lo han querido mostrar”.
¿Por su experiencia? ¿Así es que pretende curar "males físicos" y otras cosas? ¿Cómo es que pretende mostrar que es "un remedio sano" si no es por medio de métodos y medidas objetivas, cuantificables y medibles?
Eso de que esa droga del yagé sólo pueda ser preparada por los charlatanes de las comunidades indígenas me suena a que es más embuste que otra cosa. Cualquier medicina debe poder ser reproducible por expertos, en condiciones objetivas de experimentación.
¿Qué tiene el yagé, objetivamente diferenciable, que lo hace una droga 'buena' a diferencia de sus vicios anteriores? ¡Nada!
Por cierto, la propuesta de Peña es como para que a uno le sangren los ojos:
Primero que todo, pide adoptar un término fundamental: Sustancias letales adictivas. La frase es más contundente y, según él, precisa el mal que hacen productos como la cocaína, el bazuco, la heroína y otras sustancias consideradas “drogas duras”.
Ahh, sí, pero que a los niños indígenas del Putumayo les den ayahuasca que deprime su sistema nervioso central y les enseñen que es un remedio (basados en esa concepción tan cristiana, de que estamos enfermos por el hecho de ser humanos), le trae sin cuidado. Pues vaya con el humanitario Fabián Peña.
Pero apenas está calentando motores:
Más adelante hace su primer gran planteamiento: regularización parcial de ciertas sustancias letales, para adictos y dependientes, bajo el absoluto control del Estado. Propone la distribución legal de estos productos en lugares cerrados, aislados del contacto con comunidades limpias. “No defiendo la legalización total ni el consumo de ninguna sustancia. No estoy de acuerdo con vender en cualquier tienda ninguna droga. Incluso los adictos que consuman las sustancias deben hacerlo bajo un código de ética, y nunca en lugares públicos. Las sustancias deben ser fabricadas por el Estado”, dice.
Loas al colectivismo. A ver con qué más sale:
Su propuesta también pide no clasificar a los adictos como delincuentes. “Son víctimas y enfermos. Excluirlos, ocultarlos o abandonarlos no soluciona el problema”. De esta forma argumenta la necesidad de replantear el actual sistema de centros de rehabilitación.
No, no son delincuentes, ni víctimas (en gran parte de los casos), ni enfermos. Son personas, que han tomado decisiones sobre sus vidas. Punto. ¡Ahora es enfermo y victimizante utilizar la libertad! No pues, qué maravilla.
Su propuesta es crear “escuelas para la superación de la adicción”. En estos centros los tratamientos ofrecerán opciones médicas alternativas, como de la que él se benefició.
Ahh, genial: ofrecer pseudociencia y tratamientos que no han superado los más básicos estándares científicos. Sí, seguro que eso hará.
Y es que este es un coctel de muchas cosas molestas y clichés periodísticos: el buensalvajismo, la promoción de la pseudociencia a cascoporro, el desprecio por la civilización, el tono moralista y la hipocresía que utilizan. Que sean serios: o todas las drogas son buenas o ninguna lo es. Que unas vengan con canticos guturales de Kumbayá y personas vestidas con plumas no cambia esa condición.
Y por cierto, ¿cuándo harán un artículo positivo sobre las drogas? A las drogas también les debemos mucho, desde grandes composiciones musicales, hasta campañas publicitarias y de responsabilidad social capaces de movilizar a millones de personas. ¿Por qué nadie está contando esas historias?
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