En estos días, el presidente Juan Manuel Santos está moviendo bastante el gabinete de ministros. Y como siempre ha sido la tradición en la provincial y bananera república de Colombia, los cargos diplomáticos se utilizan para pagar cuotas políticas.
Así que el ministro de Transporte, Germán Cardona, va a salir de esa cartera para empezar a ser el embajador de Colombia ante el Vaticano, y su primera misión es violar la Constitución:
Así es: con dinero de todos los contribuyentes (que no todos somos católicos) se va a promover -y probablemente pagar- la visita del líder de un culto que se ha caracterizado por hacer todo cuanto está a su alcance por asegurarse que las mujeres y los homosexuales son tratados como ciudadanos de segunda clase, que ha protegido pederastas y ha abrazado el revisionismo histórico.
No es como si el país tuviera otras cosas por las qué preocuparse.
Así que el ministro de Transporte, Germán Cardona, va a salir de esa cartera para empezar a ser el embajador de Colombia ante el Vaticano, y su primera misión es violar la Constitución:
El próximo embajador de Colombia ante el Vaticano, el todavía ministro de Transporte, Germán Cardona, irá al Vaticano con la misión de concretar una visita a Medellín del papa Benedicto XVI, dijo él domingo el alcalde de esta ciudad, Aníbal Gaviria.
El funcionario explicó que la invitación del Sumo Pontífice a Medellín es una iniciativa suya que le expuso al presidente Juan Manuel Santos durante la visita oficial que el gobernante hizo el sábado a la ciudad.
"Claro que le ayudo, y le voy a mandar un buen emisario, que es el ministro de Transporte", le contestó Santos, según lo recordó Gaviria en un comunicado público.
Así es: con dinero de todos los contribuyentes (que no todos somos católicos) se va a promover -y probablemente pagar- la visita del líder de un culto que se ha caracterizado por hacer todo cuanto está a su alcance por asegurarse que las mujeres y los homosexuales son tratados como ciudadanos de segunda clase, que ha protegido pederastas y ha abrazado el revisionismo histórico.
No es como si el país tuviera otras cosas por las qué preocuparse.
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