jueves, 10 de mayo de 2012

País de idiotas felices

Hace unos días pregunta por qué nombre cambiar el Colombia, Banana Republic, sección de este blog que recoge los momentos más humillantes de ser colombiano.

Aunque formalmente no lo propuso, parece que José Fernando Flórez podría sugerir cambiar por país de los idiotas felices, haciendo referencia, por supuesto, a esos estudios que ubican a Colombia como uno de los países más felices del mundo, a pesar de todo. Afortunadamente, existe una explicación:

En un trabajo anterior, el mismo Inglehart determinó que la felicidad de los estados varía en función de dos parámetros: el “individualismo creativo” o capacidad del hombre para convertir su trabajo en una fuente de realización en lugar de un mero medio de lucha por la supervivencia, en un contexto donde el individuo no se opone al grupo sino que este reconoce su aporte único y dinámico para la construcción de lo colectivo; y de otro lado la importancia de la religión en la vida de las personas, que en los países que Inglehart denomina “tradicionalistas” les da seguridad frente a las preguntas existenciales más complejas y por lo tanto comodidad (¿felicidad?) respondiéndolas por ellas sin importar lo absurdo de las respuestas. Se trata de estados donde la mayoría de las personas define sus posiciones con base en la religión y por lo tanto condena vigorosamente la eutanasia, el suicidio, el aborto, el divorcio, el homosexualismo, la inmigración y se ubica a la derecha en el espectro político. Por su parte, los países laicos-racionales, en cambio, se caracterizan por posiciones opuestas con respecto a las problemáticas mencionadas y, desde luego, porque no tienen “resueltos” problemas tan serios como si existe algún dios, vida después de la muerte o al menos continuación del “alma”, paraíso o infierno, entre otros, y esta situación, aunque hace a las personas más libres, también redunda en un aumento de la complejidad (¿infelicidad?) para sus vidas.

En definitiva, las personas inclinadas a creer tonterías en lugar de pensar con seriedad los problemas de la condición humana (por duras que sean las soluciones, en caso de haberlas), al menos en términos de comodidad existencial como resultado del autoengaño obtienen su recompensa. En otras palabras, ser imbécil resulta en principio mucho más placentero que ser inteligente.

Este es de esos momentos en que es completamente tranquilizador saber que soy un colombiano atípico.

Por cierto, Änyelo Montoya sugirió algunos memes para los Colombia, Banana Republic.

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