La prensa económica nacional está feliz porque a Colombia le fue otorgado el grado de inversión por las tres más grandes calificadoras internacionales de riesgo:
Para mí eso no significa nada. ¿Por qué? Porque Fitch, Moody's y S&P son mentirosos. Van por el mundo anunciando qué inversiones son aconsejables y cuáles riesgosas, asignando grados; cuentan con cantidades de especialistas en sus filas pero resulta que uno les hace caso bajo su propio riesgo.
Para la crisis financiera que explotó en el 2008, las corporaciones financieras más grandes del mundo habían descubierto un negocio muy lucrativo que para sus gerentes que les generaba ganancias antes inimaginadas mientras ponían en riesgo y conducían directamente a la quiebra a sus propias empresas y a sus clientes. Nunca antes había sido tan cierto eso de que "perder es ganar un poco".
Esas fueron las nefastas consecuencias de la desregularización de Bush -que Obama continuó- y cuando estos malabaristas del dinero ajeno se quitaron de encima el ojo supervisor del Estado sólo les quedó comprar la calificación de Fitch, Moody's y S&P, algo que hicieron con singular facilidad, ya que inversiones muy riesgosas empezaron a tener, de la noche a la mañana, calificaciones AAA.
La investigación del Senado llamó a declarar a los representantes de las calificadoras de riesgo cuya excusa fue descarada en un grado de total desvergüenza:
Así es: ellos sólo dan opiniones (que se suponen expertas y por las que reciben ingentes cantidades de dólares) y al hacerles caso uno corre cualquier tipo de riesgos.
Por eso me trae sin cuidado cualquier cosa que salga de sus bocas. No confío en los que son capaces de cambiar en el curso de una noche una inversión riesgosa para etiquetarla como muy segura. Eso es deshonesto y siendo la honestidad la divisa que este tipo de empresas deberían manejar me parece que lo más sabio es ignorar y dejar de preguntarles por su opinión que cuando les conviene se convierte en calificación.
Para mejor información, más detallada al respecto, recomiendo el documental Inside Job de Charles Ferguson.
La calificadora de riesgo Fitch le dio a Colombia grado de inversión y perspectiva estable. Es la tercera calificación en este sentido. Ya lo habían hecho Moody's y Standard & Poor's.
Para mí eso no significa nada. ¿Por qué? Porque Fitch, Moody's y S&P son mentirosos. Van por el mundo anunciando qué inversiones son aconsejables y cuáles riesgosas, asignando grados; cuentan con cantidades de especialistas en sus filas pero resulta que uno les hace caso bajo su propio riesgo.
Para la crisis financiera que explotó en el 2008, las corporaciones financieras más grandes del mundo habían descubierto un negocio muy lucrativo que para sus gerentes que les generaba ganancias antes inimaginadas mientras ponían en riesgo y conducían directamente a la quiebra a sus propias empresas y a sus clientes. Nunca antes había sido tan cierto eso de que "perder es ganar un poco".
Esas fueron las nefastas consecuencias de la desregularización de Bush -que Obama continuó- y cuando estos malabaristas del dinero ajeno se quitaron de encima el ojo supervisor del Estado sólo les quedó comprar la calificación de Fitch, Moody's y S&P, algo que hicieron con singular facilidad, ya que inversiones muy riesgosas empezaron a tener, de la noche a la mañana, calificaciones AAA.
La investigación del Senado llamó a declarar a los representantes de las calificadoras de riesgo cuya excusa fue descarada en un grado de total desvergüenza:
Estos juristas recuerdan que la actuación de S&P, Moody’s y Fitch antes, durante y después de la crisis financiera ya ha sido investigada por el Senado estadounidense y la Comisión de Bolsa y Valores, la SEC. En esos procesos, las agencias arguyeron que sus informes son opiniones privadas, realizadas en ejercicio de su libertad de expresión, y que su influencia final solo depende del caso que les hagan los inversores.
Frente a eso, las autoridades de EE.UU. han mantenido que las tres han actuado sin rigor ni transparencia, y que se han beneficiado al utilizar de forma fraudulenta la información reservada de la que disponen por su función empresarial.
Así es: ellos sólo dan opiniones (que se suponen expertas y por las que reciben ingentes cantidades de dólares) y al hacerles caso uno corre cualquier tipo de riesgos.
Por eso me trae sin cuidado cualquier cosa que salga de sus bocas. No confío en los que son capaces de cambiar en el curso de una noche una inversión riesgosa para etiquetarla como muy segura. Eso es deshonesto y siendo la honestidad la divisa que este tipo de empresas deberían manejar me parece que lo más sabio es ignorar y dejar de preguntarles por su opinión que cuando les conviene se convierte en calificación.
Para mejor información, más detallada al respecto, recomiendo el documental Inside Job de Charles Ferguson.
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