En más de una ocasión he denunciado la campaña, promoción y política de la senadora Gilma Jiménez, el personaje más aberrante y monstruoso que pueda existir en la política nacional.
No en vano se ha ganado el adjetivo de robespierina, al promover que la cadena perpetua vuelva a ser una pena de prisión válida en el país.
Un artículo de Catalina Navarro-Ruiz en El Espectador resume lo que he venido diciendo en más de una ocasión (una, dos, tres...) sobre esta congresista, de propuestas bestiales, aberrantes, viles y degradantes:
Por cierto: que a mí no me vengan a decir nada acerca de que estoy en favor de la pederastia ni de las violaciones. A diferencia de Jiménez, quien sigue haciendo parte de la Iglesia Católica, yo me he pronunciado fuerte y claro en contra de la pederastia de la Iglesia Católica tanto adentro como fuera del país y me he emocionado cuando se han promovido juicios penales contra el Papa y sus pederastas asilados.
Por supuesto que no me cabe la menor duda de que sólo a un cristiano estoicos, amante de la sangre, del sufrimiento y del valle de lágrimas, como Gilma Jiménez se le podría ocurrir volver a implementar una medida tan salvajemente inquisidora y estúpida como la cadena perpetua.
No en vano se ha ganado el adjetivo de robespierina, al promover que la cadena perpetua vuelva a ser una pena de prisión válida en el país.
Un artículo de Catalina Navarro-Ruiz en El Espectador resume lo que he venido diciendo en más de una ocasión (una, dos, tres...) sobre esta congresista, de propuestas bestiales, aberrantes, viles y degradantes:
Mejor sería que la senadora, que tanto piensa en los niños, se dedicara a hacer campañas por la educación, por el empoderamiento de los niños y niñas, por acabar con el silencio. Aquí la mejor estrategia es mostrar, hablar, visibilizar, y sin embargo la senadora propone callar y ocultar.
O tal vez es simplemente que la senadora se aprovecha de lo fácil que es empatizar con "los niños y niñas" para que la apoyemos desde nuestros más bajos instintos (esos mismos que dominan a los violadores) y entonces, todo su discurso sería una retórica monstruosa en la que los niños le importan un bledo tanto a ella como a los criminales.
La cadena perpetua es una castigo que no soluciona nada, no ataca el problema de raíz, lo esconde en el closet. En cambio, de ser aprobada, sí diría mucho de nosotros como país, como por ejemplo que somos capaces de escurrirnos en el molde de esa Nación indigna que propone la senadora en donde los monstruos somos nosotros.
Por cierto: que a mí no me vengan a decir nada acerca de que estoy en favor de la pederastia ni de las violaciones. A diferencia de Jiménez, quien sigue haciendo parte de la Iglesia Católica, yo me he pronunciado fuerte y claro en contra de la pederastia de la Iglesia Católica tanto adentro como fuera del país y me he emocionado cuando se han promovido juicios penales contra el Papa y sus pederastas asilados.
Por supuesto que no me cabe la menor duda de que sólo a un cristiano estoicos, amante de la sangre, del sufrimiento y del valle de lágrimas, como Gilma Jiménez se le podría ocurrir volver a implementar una medida tan salvajemente inquisidora y estúpida como la cadena perpetua.
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