domingo, 15 de abril de 2012

Ni misterio, ni periodismo

Hay una razón por la que no confío en el periodismo científico en el país y es porque es prácticamente inexistente.

Aquí las noticias científicas llegan muy tarde y en ocasiones los encargados aprovechan esa sección para darle cabida, principalmente a cualquier producto psuedocientífico, cuando no a las imposturas new age. No es muy común que esos espacios estén destinados a promover el fervor y los disparates religiosos, pero a veces sucede.

Por ejemplo, así lo hizo Semana utilizando su prestigio informativo para arropar el fraude de la Sábana Santa, al que han llamado "misterio del Sudario":

No se sabe con certeza qué mató a Jesús: si los más de 100 latigazos que le desgarraron la espalda o el esfuerzo de cargar la cruz de madera hasta lo alto del monte Gólgota; o las espinas hundidas en su cabeza; o los clavos estacados en sus muñecas y pies; o la posición de su cuerpo, que hacía de cada respiración una agonía, o, quizás, la lanza que un soldado romano le atravesó en su costado derecho.

Ya está muy mal que en la revista ni siquiera se tomen la molestia de poner en duda la existencia del zombie judío, de quien no hay pruebas verídicas de su existencia.

Al parecer, el tema ha vuelto a aparecer por obra y gracia de un tal Thomas de Wesselow, quien dice que la mortaja es real y que es tan real que engañó a los apóstoles porque la resurrección de Jesús habría sido solamente espiritual y no física. ¡Sigue apareciendo gente que discute si los ángeles bailan en las cabezas de los alfileres y los medios noticiosos del país deciden envenenar su carácter informativo con esto!

Y lo que es peor, revisan pésimamente lo que hasta ahora se ha dicho de la dichosa Sábana:

Para validar su teoría sobre el sudario que engañó a los apóstoles, primero tiene que probar que efectivamente esa fue la mortaja que cubrió el cuerpo de Jesús. Algo que no han podido hacer ni teólogos ni científicos desde hace más de 700 años, cuando el manto apareció por primera vez en público en una iglesia rural francesa. Hasta hoy se le han hecho más de 1.000 estudios de todo tipo y hasta su más reciente exhibición en 2010, en la Catedral de San Juan Bautista, en Italia, se le han tomado cerca de 32.000 fotografías.

De hecho, la primera foto que le hicieron fue la que reavivó el interés de la ciencia por la Sábana Santa. En 1898, Secondo Pia hizo un descubrimiento asombroso cuando estaba revelando las imágenes. Encontró que las tímidas sombras que aparecían en realidad eran un "negativo fotográfico", una especie de radiografía del cuerpo lacerado y ensangrentado de un hombre crucificado. Eso significaba que, de ser una obra humana, el falsificador había logrado un efecto fotográfico 500 años antes de que la primera cámara fuera inventada.

Todos querían develar este enigma. Por eso en 1978, en un hecho sin precedentes, el grupo de científicos estadounidenses Shroud of Turin Research Project (Sturp) sometió al Sudario a un estudio forense por cinco días seguidos, pues la Iglesia es extremadamente celosa con el acceso a la reliquia. Barrie M. Schwortz, fotógrafo documentalista oficial de este proyecto, le reveló a SEMANA los hallazgos: "Demostramos que no es una pintura, ni una quemadura, ni una fotografía. Pero no pudimos descubrir qué es ni cómo se creó la imagen. El Sudario no se parecía a nada de lo que habíamos visto antes".

Diez años más tarde, el Vaticano permitió que los laboratorios de la Universidad de Oxford, la Universidad de Arizona y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich tomaran un fragmento de la Sábana Santa y, de forma independiente, le realizaran la prueba de datación del carbono 14. Los científicos concluyeron que se trataba de una ingeniosa falsificación medieval, que había sido realizada entre 1260 y 1390, 1.000 años después de que Jesús fue crucificado. Para muchos, esta era la prueba incontrovertible de que la mortaja era un fraude. Incluso, en 1994, Oliver Prince y Lynn Picknet, que consideraban al Sudario la primera fotografía de la historia, aseguraron que Leonardo da Vinci la había producido a modo de autorretrato con una linterna mágica, un aparato óptico que proyectaba las figuras pintadas en un vidrio sobre un lienzo.

Sin embargo, en los últimos años han surgido evidencias que desmienten la técnica del radiocarbono y todas las especulaciones que se derivaron, pues la prueba pudo alterarse por los tres incendios que sufrió el manto y los remiendos que le hicieron las monjas clarisas en la Edad Media.

A ver. Todo eso fueron más engaños:

Secondo Pía la fotografió en 1898 y dijo que se trata de un negativo fotográfico. Pía pasó por alto que las manchas de sangre de la imagen son rojas -¿desde cuándo lo son en un negativo?- y la barba del personaje negra, lo que implicaría que el cuerpo original era de un anciano de barba blanca. La idea del negativo ganó, sin embargo, adeptos durante el siglo XX a pesar de su imposibilidad y todavía es del gusto de muchos sindonólogos, como se autodenominan los estudiosos de la reliquia.
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La investigación corrió a cargo del Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín (STURP), un grupo de creyentes vinculado a la religiosa Hermandad del Santo Sudario del que formaban parte, a título particular, algunas personas vinculadas a la NASA. El STURP no perseguía analizar la pieza, sino demostrar su origen milagroso. No adaptar los datos experimentales a lo que esperaban los miembros del STURP costó al microanalista forense Walter McCrone su expulsión del grupo por anunciar que no había detectado ni una gota de sangre y sí muestras de bermellón y rojo de rubia, pinturas utilizadas en la Edad Media, al analizar los restos de la supuesta sangre de la sábana. Explicó que las partículas de pigmento se hallaban pegadas entre sí gracias a un fijador orgánico, que identificó como témpera al colágeno. McCrone auguró en 1980 que, si algún día se hacía, la prueba del carbono 14 -que permite conocer la edad de restos orgánicos de menos de 60.000 años- dataría la tela “el 14 de agosto de 1356, diez años más o menos”. Vittorio Pesce, antropólogo de la Universidad de Bari, mantenía meses antes de la datación por radiocarbono que la sábana había sido confeccionada entre 1250 y 1350. Y es que los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas bastaban y sobraban para situar la aparición de la sábana en Francia a mediados del siglo XIV.
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La datación por radiocarbono, realizada en 1988 por tres laboratorios de Estados Unidos, Reino Unido y Suiza, fechó “el lino del sudario de Turín entre 1260 y 1390 (±10 años), con una fiabilidad del 95%”, lo que implica que no pudo envolver ningún cuerpo en el siglo I. El resultado de este análisis se publicó en la revista Nature sin que, hasta el momento, haya sido refutado en ninguna publicación científica. Celestino Cano, presidente del Centro Español de Sindonología (CES) en 1989, dijo entonces que la prueba del radiocarbono no se había hecho bien, “como más tarde ratificó el propio inventor del sistema”. Willard F. Libby, nobel de Química en 1960 por el descubrimiento de este método de fechación, quería -según Cano y sus colegas- comprobar la metodología seguida por los laboratorios que realizaron la medición, lamentaba que toda la tela a analizar procediera de un mismo lugar y sospechaba que la muestra podía estar contaminada. El problema es que Libby había muerto nueve años antes, en 1980, cuando nadie contemplaba la posibilidad de que la Iglesia permitiera ese tipo de prueba destructiva. A no ser, claro, que los miembros del CES supieran de la opinión del científico en una sesión de espiritismo.

Esto de presentar los datos de manera tendenciosa, parcializada e incompleta para hacer más creíble la fantástica y ridícula historia que sustenta el mito cristiano es completamente ajeno al periodismo. Si cabe, es antiperiodismo y es una lástima que Semana se preste para este tipo de cosas.

(dato: Juan Parraos)

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