lunes, 31 de octubre de 2011

El presidente Santos es un imbécil

A riesgo de señalar algo obvio, este Presidente es un completo idiota.

No es sólo que vaya a misa en nombre de todos los colombianos, ni que su gobierno impulse una ley que asfixiará el poco acceso tecnológico que hay en el país -gracias a la brecha económica que se traducirá en brecha digital-, sino que tampoco es capaz de dejar de lado la corrección política, esa manía a encasillar en bueno-o-malo, porque sí, ciertas posiciones disidentes:

En alocución televisada la víspera de la jornada de elecciones regionales, el presidente Juan Manuel Santos se dirigió al país para pedirles que elijan a los candidatos más honestos y más capaces, y que salgan a votar temprano para evitar las lluvias de la actual temporada invernal.

“Si no votan el domingo, o si no lo hacen a conciencia, después no podrán quejarse de que las obras no se ven o de que la corrupción sigue”, manifestó.

Señor Santos, no sea holgazán. Si la corrupción sigue es porque el gobierno no está haciendo nada -o, ciertamente no hace lo suficiente- para acabarla. Si las obras no se ven es porque los gobernantes tienen mucho margen de actuación y las instituciones que los sancionan no funcionan, o funcionan a medias, o están para perseguir a los enemigos políticos del director de turno de esas entidades (si alguien pensó en el Procurador, es pura coincidencia).

Yo no voté para Presidente, porque de cualquier manera sería elegido un imbécil -ahh, sí y tenía cosas más importantes que hacer, como estar conociendo el Smithsonian en Washington D.C.-. ¡Y así fue!

La verdad no sé por qué existe esta corriente tan generalizada para minusvalorar, despreciar y de ser posible, reducir en cada oportunidad los derechos y las libertades ajenas. Algunos bajo estúpidos pretextos funcionalistas de corte fascistoide, otros porque quieren ejercer una libertad irresponsable, sin que nadie les diga nada y otros simplemente porque sí.

Pues de malas: yo no voté por usted, señor Santos, pero eso no significa que tenga que aguantarme todas las sandeces que a usted le dé por hacer, ni que no pueda ejercer mi libertad de expresión.

Votar es un derecho y como tal yo puedo decidir si lo ejerzo o no. La libertad de expresión es otro derecho que yo veré a qué hora, en dónde y por qué medio utilizaré y si algo sé es que es un derecho que no está condicionado a votar o no votar.

Lo he dicho antes con una claridad que ahora mismo preciso:

En vista de que ningún político realmente responde por sus promesas incumplidas (y en muchos casos ni siquiera por los delitos cometidos en el cargo), yo no voy a votar porque a mí sí me gusta tomar responsabilidad por mis acciones y concederle a un fulano una oficina pública significa hacerme responsable por sus acciones.

Me lloverán críticas diciendo que si no voto no puedo quejarme. ¡¡Están tarados!! Yo no seré católico pero ciertamente critico todas las veces que los Papas han cubierto y protegido pederastas. No necesito ser católico para hacer eso. Ciertamente no necesito ser ciudadano estadounidense para criticar las políticas del ocupante de la Casa Blanca. ¿Por qué se me va a restringir mi Libertad de Expresión a la hora de criticar a un político por el que no he votado?

Son los que votaron por él, quienes que en vez de estarse quejando deberían estar presentando disculpas a la comunidad. Yo, en cambio, no tengo ninguna responsabilidad en ese asunto. Me impusieron al fulano de turno. Tengo todo mi derecho a no estar de acuerdo y a expresarlo tantas veces y tan fuerte y claro como me venga en gana.

El abstencionismo no significa en ninguna medida una restricción a la libertad de expresión y el que afirme algo similar es un imbécil.

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