jueves, 20 de octubre de 2011

No votaría por... Gustavo Petro

Nunca, jamás de los jamases votaré por él. Tiene el programa a la alcaldía menos macabro y el único con un marco teórico medianamente presentable y decente, sin embargo haber puesto su voto -que no era decisivo- para que esa reencarnación de Torquemada que es Alejandro Ordóñez llegara a ocupar la Procuraduría General de la Nación con su neoinquisición católica fue todo lo que este aspirante a Presidente -porque ese es realmente su sueño- necesitó para perder para siempre y bajo toda circunstancia cualquier posibilidad de que yo votara por él (si es que decidiera abandonar mi principio de abstencionismo ilustrado).

Ahora me ha dado una razón más. No tiene ni la menor idea de cuál es la base de la sociedad:

"Debemos trabajar mancomunadamente todas las autoridades con el fin de fortalecer la base de nuestra sociedad que es la familia”, aseguró.

Ahora sí que menos voto por él. La base de la sociedad, de toda sociedad, es el individuo. Los que afirman que la base de la sociedad es la familia son los socerdotes y los enemigos de las libertades civiles -calidades que a menudo confluyen-.

Por si esos dos argumentos no fueran lo suficientemente convincentes, que lo son -incluso individualmente-, aún quedan más. Por ejemplo, así como Uribe, Gustavo Petro también cree que puede decidir a quién se encierra tras las rejas desde el poder ejecutivo y no desde el judicial, desconociendo el debido proceso y la separación de poderes que son las bases de un Estado no absolutista. Y, así como el resto de candidatos a la Alcaldía, sigue pensando que la solución al problema de transporte es recortando libertades y promoviendo -puede que involuntariamente, lo que pondría en tela de juicio su capacidad crítica- la extinción de la clase media.

Y también hay que recordar que, también así como Uribe, Petro está dispuesto a aliarse con quien sea -¡todo vale!- con tal de conseguir lo que quiere:

Petro ya no recuerda con quién se alió, hace un tiempo, para lograr la elección del comisionado de televisión Fernando Álvarez. Tampoco las maniobras que hizo para legitimar la primera reelección de Uribe, pensando en los millones que recibió su movimiento por aprobar una ley de garantías fabricada a la medida del régimen.

Así que no. Puede que su programa esté más preparado que un yogur y que sea el único cuyos argumentos tengan algo de sentido, sin embargo merece tanto el desprecio de mi abstencionismo como cualquier Peñalosa.

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