jueves, 28 de febrero de 2013

Abejas, mentiras y política basada en la evidencia



Esta es una columna de opinión de Lynn Dicks publicada en Nature:



Salvar a las abejas es una causa de moda. Las abejas están bajo la presión de la enfermedad y la pérdida de hábitat, pero otra amenaza insidiosa ha salido a la luz recientemente. La preocupación en la conservación y en los círculos científicos sobre un grupo de insecticidas agrícolas ha llegado ahora a la arena política. La próxima semana, un comité de expertos de la Unión Europea (UE) votará una propuesta para prohibir por dos años algunos usos de la clotianidina, el tiametoxam y el imidacloprid. Estos son neonicotinoides, insecticidas sistémicos que hay dentro de los tejidos vegetales. A pesar de que protegen las hojas y los tallos de los ataques de áfidos y otras plagas, tienen efectos tóxicos sutiles sobre las abejas, reduciendo sustancialmente su eficiencia de forrajeo y capacidad de conseguir jóvenes.

Cualquiera que sea la decisión de la UE, este voto no será el fin de la historia. La prohibición propuesta ganará algo de tiempo para que los científicos y encargados de formular políticas comprendan más acerca de cómo los neonicotinoides afectan las poblaciones de abejas. Porque a pesar de lo que ambos lados del argumento digan, la relación entre la disminución de las abejas y los neonicotinoides está lejos de ser clara. Dí evidencia a una investigación parlamentaria británica sobre el tema a finales del año pasado, y mi experiencia ofrece una ventana útil sobre cómo la ciencia informa el debate público y la formulación de políticas - y, en el caso del debate público, cómo no lo hace.

No hay duda de que la propuesta de restricción en el uso de estos neonicotinoides en cultivos ricos en néctar y en polen como la colza reducirá un riesgo potencialmente grave para las abejas. Me parece un paso crucial para revertir o detener los descensos observados en las abejas y otras come flores. Pero eso no es suficiente para algunos defensores del medio ambiente, que han enmarcado el problema como uno de la propia supervivencia de un número indeterminado de especies de abejas. Dos y medio millones de personas han firmado una petición en línea diciéndole a los que toman las decisiones en la UE: "Si actúan urgentemente con precaución ahora, podríamos salvar las abejas de la extinción".

La afirmación de que la prohibición de neonicotinoides en Europa salvará a las abejas de la extinción es absurda. Hay especies de abejas en todo el mundo, en verdadero peligro de extinción, como el otrora común abejorro oxidado parcheado en Estados Unidos, que ha desaparecido del 87% de su área de distribución histórica desde principios de los 90. Las enfermedades, más que los pesticidas, son sospechosas de conducir esa disminución. Y aunque se han producido fuertes caídas en el número de colonias de abejas administradas por Apis mellifera en algunos países, sigue siendo una abeja generalizada y común, no está en peligro inminente de extinción.

La exageración bienintencionada es común. The Guardian, un periódico británico pro-medio ambiente, destrozó mi testimonio parlamentario sobre polillas y escarabajos para afirmar que las tres cuartas partes de todas las especies de polinizadores del Reino Unido, incluidas las abejas, se habían reducido considerablemente.

También hay afirmaciones sorprendentes en favor de los neonicotinoides Un titular reportado extensamente en la prensa británica agrícola es que, sin ellos, los rendimientos de trigo del Reino Unido podrían disminuir hasta en un 20%. Esta es una interpretación engañosa de un informe financiado por la industria, y la UE no propone prohibir el uso de neonicotinoides en el trigo de todos modos, porque el trigo no es un cultivo atractivo para las abejas.

Como una científica involucrada en este debate, encuentro esta desinformación profundamente frustrante. Sin embargo, también veo que la mentira y la la exageración de ambos lados son una parte necesaria del proceso democrático para provocar el rápido cambio de política. Es simplemente imposible interesar a millones de miembros del público, o a la prensa agrícola, con explicaciones cuidadosamente razonadas. Y los políticos responden a la opinión pública mucho más fácilmente de lo que responden a la ciencia.

Hay un precedente aquí. El Protocolo de Montreal de 1987 que prohibió los clorofluorocarbonos para proteger la capa de ozono se suele considerar como un ejemplo brillante de una respuesta política rápida a ciencia emergente. Sin embargo, se convino en un contexto de salvajes historias de millones de casos adicionales de cáncer y advertencias de la industria de que eso le costaría miles de millones de dólares a la economía de Estados Unidos.

Hay un riesgo, por supuesto, de que los cambios sensibles de política hechos rápidamente no resulten ser los más inteligentes. Vimos esto en la política europea de biocombustibles, que estableció un objetivo del 10% de contenido renovable de combustibles para el transporte en el 2020, a pesar de la evidencia en el momento de que ésta no era la mejor manera de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero utilizando energías renovables.

Este riesgo significa que comunicar la propia ciencia directamente a los encargados de la adecuada toma de decisiones sigue siendo muy importante. Los científicos no debemos desalentarnos por la retórica, sino motivarnos por la misma. Debemos colaborar con el debate en todas partes. Es importante llegar lo más cerca posible a los tomadores de decisiones, proporcionando información clara y bien referenciada, con una voz independiente.

No puedes apagar las mentiras y la exageración. Pero no se preocupen por ello. Cuando vi la afirmación de disminución exagerada de un polinizador atribuída a mí en The Guardian, no traté de corregirla, porque la información correcta, con referencias, irá en un próximo informe parlamentario de los comités. A diferencia de las historias en la prensa, ese informe definitivamente será leído por los funcionarios que asesoran a los políticos que, para el Reino Unido por lo menos, toman la decisión final. Y debido a esos informes, y a una reciente evaluación del riesgo de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, podemos estar bastante seguros de que la decisión sobre si se debe restringir el uso de neonicotinoides en Europa no se hará sobre la base de evitar pérdidas de rendimiento del 20% de los cultivos, o para salvar a las abejas del mundo de la extinción.

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