¡Klaus Ziegler lo ha vuelto a hacer!
En otra fantabulosa columna suya, critica hipótesis que han pretendido entrar en la medicina pero que no han contado con la evidencia pertinente para conseguirlo, termina con esto:
Y es que las pseudociencias no pueden esperar tener la misma legitimidad que la ciencia, si no han superado los mismos estándares, ¿no? Ese es un tratamiento igualitario de las creencias que estoy dispuesto a aceptar.
Las columnas de Ziegler -que, al parecer, usa un pseudónimo- son de lo poco que hace que El Espectador todavía valga la pena.
En otra fantabulosa columna suya, critica hipótesis que han pretendido entrar en la medicina pero que no han contado con la evidencia pertinente para conseguirlo, termina con esto:
La teoría de la armonía y el desequilibrio de las energías vitales es sin duda la más elemental. Sin embargo, el mismo modelo primitivo persiste intacto en casi todas las llamadas “medicinas alternativas”, apoyado ahora en la parafernalia espuria de la jerga pseudocientífica. Y no es la pretensión científica lo que indigna, sino el engaño. Panaceas que prometen curas mágicas para todo tipo de males se promocionan a diario en la radio y la televisión. Y todo ello sin necesidad de recurrir a métodos invasivos, y a precios, en comparación, exiguos.
Si los fármacos y procedimientos de la medicina alopática deben someterse a rigurosas pruebas de laboratorio, y a innumerables ensayos clínicos, ¿por qué no se utiliza el mismo rasero cuando se trata de medicinas alternativas y drogas naturistas? Es hora de que los organismos reguladores exijan pruebas sólidas de su eficacia, máxime si tenemos en cuenta que en la gran mayoría de los casos estos procedimientos jamás han demostrado tener una eficacia por encima del tratamiento con placebos. Y no son pocas las circunstancias en que esas drogas resultan tóxicas o enmascaran enfermedades progresivas y mortales. Los costos para el sistema de salud son incalculables, sólo proporcionales al lucro generado por prácticas irresponsables que se alimentan de la ignorancia y prosperan en el dolor y la desesperanza.
Y es que las pseudociencias no pueden esperar tener la misma legitimidad que la ciencia, si no han superado los mismos estándares, ¿no? Ese es un tratamiento igualitario de las creencias que estoy dispuesto a aceptar.
Las columnas de Ziegler -que, al parecer, usa un pseudónimo- son de lo poco que hace que El Espectador todavía valga la pena.
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