En una correspondencia enviada por un colombiano en el exterior que vivió en Colombia a mediados del siglo XX, encontramos este prontuario conservador, que el autor relata en su cruda radiografía de la violencia que ha azotado al país durante toda su historia:
Irrespeto de las mujeres y de los niños, de los que piensan diferente y enemigos de aquellos que señalen sus amos, los so-cerdotes. Las cosas no han cambiado mucho, ¿o sí?
O cuando jóven fuí testigo del accionar de las hordas chulavitas que recorrían los rincones rurales de la patria quemando los ranchos con sus moradores adentro, o emasculando a los campesinos, o extrayendo el feto de una mujer para reemplazarlo por una gallina muerta, o lanzando los niños de brazos al aire para recibirlos en la bayoneta calada, o el uso del famoso avión llamado el buey, de la Fuerza Aérea Colombiana, que volaba sobre los Llanos lanzando seres humanos vivos a la profundidad de la manigua, o cuando me enteré que en las caballerizas de Usaque sacrificaban caballos para sepultarlos junto con los cadáveres despedazados de prisioneros cuyo pecado había sido oponerse a las infamias de la clase dirigente.
O por haber asistido a la glorificación de los que organizaron y lanzaron la feroz violencia - Laureano, Ospina, Urdaneta y sus adláteres-convirtiéndolos en prohombres, mientras la gran alcahueta prestaba sus púlpitos para condenar a inocentes compatriotas ,llamandolos criminales por ser simplemente liberales, aunque aquellos no entendían el significado del calificativo que los ensotanados complices se encargaban de endilgarles.
Irrespeto de las mujeres y de los niños, de los que piensan diferente y enemigos de aquellos que señalen sus amos, los so-cerdotes. Las cosas no han cambiado mucho, ¿o sí?
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