Nunca se me había ocurrido que alguien pudiera imaginar que pedir que se destierre la pseudociencia (y la religión) de las universidades puede ser algo similar a la censura.
Aunque en principio la comparación se antoja como acertada, no lo es. El caso es que hace unos días, una librería fue presionada para que dejara de vender un libro homófobo y Luis Alfonso Gámez se opuso a la censura considerándola -al igual que el contenido del libro- como no acertada (postura que comparto). Alguien terminó comparando eso con la exigencia de sacar todas las mentiras de los centros educativos y le pareció incoherente. El incomparable Mauricio-José Schwarz explica por qué no es lo mismo:
Suscribo completamente este punto de vista.
Aunque en principio la comparación se antoja como acertada, no lo es. El caso es que hace unos días, una librería fue presionada para que dejara de vender un libro homófobo y Luis Alfonso Gámez se opuso a la censura considerándola -al igual que el contenido del libro- como no acertada (postura que comparto). Alguien terminó comparando eso con la exigencia de sacar todas las mentiras de los centros educativos y le pareció incoherente. El incomparable Mauricio-José Schwarz explica por qué no es lo mismo:
Por supuesto que estoy contra la censura en las librerías. Lo que no veo es qué relación tiene eso con movilizarse contra que en las universidades se presenten como ciencia cosas que no lo son. Igualmente iría contra la censura de los libros de Astérix en las librerías y me movilizaría si alguna universidad los usara como libros de texto afirmando que describen fielmente al imperio romano bajo César después de la conquista de las Galias. ¿Se entiende?
La función social de una librería y de una universidad son totalmente distintas. La librería es un depósito neutral de ideas, no tiene ni la responsabilidad ni la autoridad ni los medios necesarios para valorar las distintas ideas, y por tanto a todos nos conviene que en ella estén todas las ideas. La universidad es el espacio que tiene la responsabilidad y la obligación de buscar el conocimiento certero y difundirlo, además de combatir la mentira y la ignorancia. La universidad puede analizar y debatir las pseudociencias y todo tipo de afirmaciones, pero si éstas no demuestran ser reales, no se les puede presentar como tales en la universidad. Una universidad no puede enseñarle a sus alumnos que Isabel la Católica fue alcaldesa de San Petersburgo durante el siglo XIX, que se puede usar papel mascado en vez de hormigón para hacer edificios, que la diabetes se cura abriéndole un agujero en el cráneo al paciente o que si uno se tira desde un noveno piso puede no matarse, sino bajar levitando si le paga dinero a los accionistas de la Meditación Trascendental.
Así, me parece perfectamente razonable que luchemos por la máxima libertad de expresión en los medios de comunicación y la máxima exigencia de rigor en los espacios del conocimiento. Tú tienes derecho a creer que el fengshui evita que los edificios se caigan cuando hay terremotos, pero tu ingeniero tiene la obligación de atenerse a las mejores prácticas de construcción para que no se caiga tu edificio.
Suscribo completamente este punto de vista.
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