jueves, 16 de febrero de 2012

De Navarro Wolff, Gabo, disculpas, indultos y el debido proceso

En estos días está muy de moda hablar de indultos ocurridos hace tres y cuatro décadas, por cuenta de dos episodios. El primero fue la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, que resultó en el asesinato de casi todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y que con la condena al general Plazas ha revivido la polémica. Cualquier persona decente aborrecería que en 1990 los terroristas hayan sido indultados y que sus delitos hayan pasado a la impunidad.

Luego tenemos la condena a Baltasar Garzón por ordenar unas escuchas ilegales a lo que hablaba un acusado con su abogado defensor. El tema ha hecho saltar a toda España, pues Garzón también es investigado por desobedecer ese otro nefasto indulto que proporcionó un manto de completa impunidad los crímenes cometidos por los franquistas mientras estaban en el poder.

De esto podemos aprender algunas cosas, por ejemplo que los indultos no deberían otorgarse hasta que no haya pasado una considerable cantidad de años que permitan poner en perspectiva lo que se está indultando. Yo propongo quince años.

Ahora ha salido el secretario de gobierno, Antonio Navarro Wolff a decir que si quieren que los del M-19 presenten disculpas, que lo van a hacer con gusto:

Nosotros como personas que recibimos el indulto por la ley 77 estamos dispuestos a hacer todo lo que haya que hacer en términos de reparación simbólica, perdón y todo lo demás (...) está toda nuestra voluntad de hacer lo que sea necesario hacer", señaló.

Resulta que Navarro se encontraba en Cuba mientras la toma y la retoma del Palacio, así que poca o ninguna responsabilidad tuvo en el holocausto. Sin embargo, mientras estaba en Cuba sirvió de testigo para que el régimen castrista fusilara a cuatro personas:

El mismo Fidel Castro relata que, iniciada la investigación, solicitó que se buscara a Navarro Wolff para establecer qué información tenía sobre los hechos denunciados, a lo cual el exguerrillero respondió que “había rumores en Colombia de que gente de Pablo Escobar tenía contacto con Tony de la Guardia, jefe de esa empresa (en Cuba)”.

El testimonio fue definitivo en el juicio y según el mismo Castro les pagaban a los cubanos mil dólares por cada kilogramo de droga. La avioneta llegaba de Colombia, aterrizaba en Varadero y entregaban la droga a algunos barcos que supuestamente traían mercancía que cambiaban por tabaco. Esta versión fue refutada por Norberto Fuentes, cubano, exiliado en EE.UU., nada recomendable ni como persona ni como escritor.

Quién se iba a imaginar que Navarro Wolff estuviera en Cuba defendiendo la democracia, maestro.

¿Sería mucho pedirle a Navarro que también presente disculpas por facilitar un testimonio muy débil (¡¡rumores!!) para que le quitaran la vida a esas personas?

Por cierto, ese caso de persecución política también contribuyó para que alguien se lo piense dos veces antes de que se le ocurra ser amigo de Gabriel García Márquez, quien prefiere a los dictadores que le racionan la comida a su pueblo mientras lo invitan a él a apoteósicas orgipiñatas:

Esa amistad ni siquiera se resquebrajó con el juicio y la posterior ejecución en 1989 de Tony de la Guardia, amigo íntimo de García Márquez y de Mercedes, su mujer. De la Guardia, junto a su hermano Patricio, el héroe de la revolución Arnaldo Ochoa y el general José Abrantes, fueron acusados en 1989 de haber estado involucrados en actividades de narcotráfico. Según Krauze y otros analistas, si esto fue verdad, Fidel Castro tenía que estar al corriente de lo que sucedía, pues nada en la isla se movía a sus espaldas y sin su consentimiento. Cuando estalló el escándalo y se inició el proceso contra los acusados, la hija de De la Guardia y su esposo visitaron a García Márquez en su villa de La Habana y le imploraron interceder ante el comandante. García Márquez les respondió en términos vagos, aparentemente no hizo nada para ayudarlos, asistió al proceso junto a Fidel y, posteriormente, en declaraciones a la prensa justificó el proceso y las condenas que implicaron las ejecuciones de su amigo Tony de la Guardia y de Arnaldo Ochoa.

Ahora, sólo me gustaría pedir que los que defienden el indulto del M-19 para que sus criminales no sean juzgados, defiendan con el mismo ahínco el indulto a los fascistas de Franco. Y viceversa. Y que los que se oponen al indulto en España, también lo hagan al que ocurrió en Colombia. Y viceversa.

¡Lo demás es hipocresía!

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